La senda de la ultraderecha en españa
Jaime Richart
En realidad, no debe sorprendernos. Lo que mal
empieza, mal acaba. La ultraderecha “democrática” en España empezó su senda en
el mismísimo año 1978. Una vez La Constitución de ese año, fallecido el
dictador, fue en realidad una carga de profundidad introducida en el nuevo
escenario político. Sus siete redactores estaban dirigidos por un destacado
multi ministro del Régimen, albacea testamentario de la voluntad política del
dictador, que inmediatamente, aprobado el texto por el pueblo español en
referéndum, fundaba un partido político nominalmente "conservador",
que entraría en liza "democrática" con ese centenario partido
progresista del que usted me habla... Partido político éste que, primero
renuncia el marxismo en 1979, un año después de promulgarse la Constitución, y
luego abandona los pilares propiamente socialistas considerándose de otro paño:
"socialdemócrata". Pero, aparte de estos detalles importantes, se da
la circunstancia de que ninguno de los redactores del texto constitucional
pertenecía al pueblo llano; ni siquiera a las clases medias. De modo que, si la
deriva del partido ex socialista no era un buen comienzo para confiar demasiado
en el nuevo régimen, peor era la ausencia en la redacción del texto de
representantes del pueblo llano... Con ambos en apariencia irrelevantes
pormenores, comenzaba el déficit democrático. Deficit que se agravaría por todo
lo que a continuación apunto.
El pueblo, entonces, 1978, ansioso de zafarse
cuanto antes de los amenazantes rumores que venían circulando por aquel
entonces de un posible golpe de estado militar si no aprobaba la Constitución,
la refrendaba en referéndum. Así es que, para cumplirse la voluntad testada por
el dictador y hacerla cumplir el albacea y multi ministro franquista
mencionados, aprobado el texto, lo demás sería coser y cantar. Ya sólo bastaba
la correa de transmisión. Y esa correa estaba compuesta, ante todo, por un
ejército y una policía quizá más franquistas que Franco; unos jueces, en
materias fundamentales, como la territorial, la libertad política o el orden
público, de mentalidad configurada por franquismo; unos medios de comunicación
a caballo entre el autoritarismo y el liberalismo; y una Iglesia en segundo
plano, tan eficaz en la sombra como lo fue en el primer plano del nacional catolicismo.
El Concordato con el Vaticano, que el partido socialdemócrata desde el
principio anunció que iba a revisar, seguíria intacto hasta el día de hoy.
Las Constituciones son un contrato social, un
pacto entre las diferentes clases sociales de un territorio o de un país. Pero
la española, de pacto no tiene nada. Es un contrato de adhesión. Como el que
firmamos con la compañía suministradora de la luz, del agua o del
teléfono. Y por tanto, en las
condiciones citadas, de hecho impuesta. En este comienzo estriban los profundos
problemas que se han ido encadenando en España, a partir de 1978 hasta ayer.
Pues, si por democracia nos atenemos a su definición etimológica:
"gobierno del pueblo", el presente régimen político no lo es. El
pueblo, está visto y comprobado, cuenta muy poco. Su participación en ella, en
la pretendida democracia, se limita a votar cada cuatro años. Pese a haber
habido situaciones y motivos abrumadores que justifican la consulta popular y/o
el referéndum, no ha habido ni solo caso en 43 años. Por otro lado, los juicios
del jurado son muy escasos. Y además, cuando interviene, es el juez el que
dirige el proceso bajo la fórmula de escabinato; como si el sentido natural de
lo justo y lo injusto necesitase de tutelas. Y de ahí, de esa limitadísima
soberanía popular, reducida al voto, de ese mísero protagonismo del pueblo,
llegan las muchas graves consecuencias.
Veamos. Los gravísimos problemas empezaron con
el expolio continuado de las arcas públicas a lo largo de al menos tres
décadas, a cargo de numerosos políticos del partido franquista camuflado, que
no era más que un reciclado del primer partido "conservador" del
nuevo statu quo. Pero también otros políticos del partido tibiamente
progresista tomaron parte en el expolio. A ello siguió una serie de
comportamientos canallescos económicos y familiares, adulterios por medio, del
monarca. Pero los periodistas y los medios españoles, de ellos no se hicieron
eco hasta que no pudieron más; hasta que los medios internacionales, por los
excesos y abusos del monarca, no tuvieron más remedio que sacarlos a la luz. A
continuación el vasco, cuyas aspiraciones estaban plasmadas en el llamado Plan
Ibarretxe, al rechazarlo la mayoría absoluta del Congreso recibió una bofetada.
A ello siguió la sucesiva depuración de jueces honestos que, creyendo estar en
una verdadera democracia, procedieron contra el saqueo de personajes del
partido "conservador". Luego llegaron, primero el
"cepillado" del Estatut aprobado por Parlament a cargo
del Tribunal Constitucional, que no respetó la voluntad del pueblo catalán. A
ello siguieron las sucesivas negativas (por silencio administrativo) de los
gobiernos centrales a la solicitud de los sucesivos governs, de un
referéndum de autodeterminación de acuerdo a la posibilidad prevista en el
artículo 149 de la Constitución. Más adelante llega el catastrófico procès
que culmina con las sentencias de
presidio de cinco miembros del Govern. Con el posterior encarcelamiento
de un rapero por "nada", y el desfile, ese mismo día, de un
regimiento de franquistas, fascistas y nazis, palma de la mano en alto, se
cierra el convencimiento general de que España no sólo no es una democracia
plena y menos consolidada, que no existe por cierto en país alguno, sino que es
ese modelo camino del estado neo fascista, que hubiese aprobado el mismísimo
dictador, de haber vivido otros 50 años.
Por eso, en los momentos transicionales, en la
percepción de toda persona mayor de edad medianamente despierta quedaba escrito
un futuro dominado exclusivamente por franquistas y consentidores. En la
Constitución se había depositado el huevo de la serpiente. Había una esperanza,
pero muy débil. Porque la esperanza era un milagro: que, pasado un tiempo
prudencial, la sociedad reaccionase y los políticos siguientes comprendiesen la
necesidad de que el pueblo decidiese, en el referéndum que en su momento no se
convocó, entre la monarquía deslizada en el texto constitucional y la
República. Han pasado cuarenta y tres años, y ni la más remota intención de
afrontar el desafío se ha atisbado ni en los gobernantes ni en los políticos
que han ido desfilando. Así es cómo, el calor de ese clima de confortable
autoritarismo para los jerarcas, el huevo de la serpiente ha terminado
eclosionando. Y así es cómo, hace más o menos tres años, ha empezado a asomar
la cabeza de la sierpe...
Todo esto, pues, era predecible desde el mismo
momento en que veíamos maniobrar a los adictos a Franco encumbrados por el
dictador. Pues si un tumor no se extirpa, sólo se atrofia, acaba en recidiva. Y
estaba cantado que aquellos franquistas que en adelante pasarían por derecha
democrática, primero se comportarían como dueños del solar nacional y luego
terminarían emergiendo como auténticos franquistas en el mismo o un distinto
partido. Y ese partido es ése actual que ya, sin careta ni disimulo, no sólo se
muestra franquista sino también abiertamente fascista y nazi.
Menos mal que esa derecha y la ultraderecha
españolas no lo tienen fácil. Su intención de apoderarse virtualmente del país,
si es posible militarmente, se da de bruces con un serio obstáculo: la
necesidad imperiosa que tiene la España económica de pertenecer a Europa. Lo
que también pone techo a su propósito. De otro modo, tarde o temprano, con
ellos hubiera vuelto España a una dictadura militar. La necesidad de la que
hablo viene determinada por el desmantelamiento virtual de la infraestructura
económica a raíz de la pertenencia de España a la Comunidad Europea, al
repartir ésta la actividad productiva, entre las naciones que sucesivamente la
han ido integrando. Por eso, si es impensable una vuelta a un régimen
autárquico de dictadura es porque los recursos de España se reducen
prácticamente al turismo y poco más. Y por eso España, afortunadamente, al
menos para el pueblo español de izquierdas, está condenada a entenderse y a
depender de la Europa constituida en un modelo supranacional cercano a la
confederación de estados...
No hay comentarios
Publicar un comentario