Este artículo fue publicado originalmente en catalán en La Realitat el pasado día 19/02/2021.
Hace unos años, una amiga trasladó su pequeña tienda de vinos desde una de esas anodinas calles de la zona no costera de la Vila Olímpica a la Rambla del Poblenou. Al poco, le pregunté qué tal le estaba yendo en el nuevo emplazamiento y si había notado mejoras con el cambio. “Pues me va genial”, me respondió, “aunque, de hecho, no me vine porque en el otro lado me fuera mal, sino porque mi casero me dejó caer que no me renovaría el contrato”, añadió. Ante mi sorpresa de que, en plena Crisis del Ladrillo, el dueño del local no quisiera renovar una relación que le aseguraría unos ingresos, ella respondió: “Sí, porque se rumorea que, justo en frente, van a abrir unas dependencias públicas que atraerán a mucha gente. El tío prefiere tener el local sin uso, sin ingresos, en espera de ofertarlo más tarde a mayor precio cuando abra esta nueva institución”.
Este pequeño, y totalmente verídico, relato muestra una de las características principales de la economía urbana de las ciudades capitalistas; el hecho de que el suelo, más allá de su valor de uso, es, principalmente, valor de cambio y genera unas rentas que son apropiadas –y apropiables- por una cierta minoría propietaria. El geógrafo David Harvey, siguiendo las aportaciones de Marx en el Libro III de El Capital, denominó a esta situación renta monopólica. Para Harvey, este tipo de renta se da cuando “es posible cobrar un precio monopolista ‘que se determina exclusivamente por la apetencia de compra y la capacidad de pago de los compradores, independientemente del precio determinado por el precio general de producción o por el valor de los productos’. La posibilidad de imponer un precio monopolista crea, para el propietario del suelo, la oportunidad de obtener una renta monopolista” (1977: 187). Es decir, y para el caso del ejemplo destacado, el precio del alquiler del local de la antigua tienda de vinos no se establecería tanto por su valor de producción –materiales, mano de obra, mantenimiento, etc.-, sino por su localización, hecho que genera que haya una multitud de actores interesados en su explotación debido, en este caso, a la próxima inauguración de unas dependencias administrativas que generarán un importante trasiego de futuros clientes.
El caso de la tienda de vinos es interesante, además, por dos razones que hemos normalizado. La primera de ellas es que, en general, en las ciudades, existen una gran cantidad de inmuebles, destinados tanto a actividades productivas como a vivienda, que no se ponen en circulación en el mercado inmobiliario, no porque no vayan a generar beneficios en forma de rentas, sino porque esos beneficios no son considerados, en el momento actual, como suficientes. Las expectativas de mayores plusvalías determinan el uso presente del local o vivienda. Ejemplo de ello serían la gran cantidad de apartamentos anteriormente dedicados al uso turístico que se encuentran vacíos o son alquilados para estancias medias –periodos inferiores, normalmente, a los doce meses-, incluso en ciudades como Madrid o Barcelona donde la demanda de vivienda es muy elevada. El segundo de los fenómenos que evidencia este tipo de dinámicas es que el suelo urbano, así como la urbanización, es uno de los elementos clave en la lucha de clases que se da constantemente en las ciudades capitalistas contemporáneas. Cuando un propietario actúa de esa manera, el resultado final no es más que su apropiación y el control de unos excedentes que son generados por el sistema productivo total, lo que, en una situación similar a la que se produce en el interior de las fábricas, nos encontramos con una clase propietaria y otra trabajadora que ve como las plusvalías generadas son, de nuevo, apropiadas y gestionadas de forma privada.
De esta forma, el mercado inmobiliario, ya opere con protagonismo dentro de la esfera productiva –fábricas, comercio- o de la esfera reproductiva –vivienda, educación, sanidad- no deja de ser un aspecto más del sistema capitalista global. Comportamientos aparentemente irracionales, como el del dueño del local de la tienda de vinos, no dejan de mostrar que la ciudad es el espacio de y para la lucha de clases.
Referencias bibliográficas
Harvey, D. (1977). Urbanismo y desigualdad social. Madrid: Siglo XXI.
Marx, K. (2020). El Capital. Libro III: Madrid: Siglo XXI.
Fuente → antroperplejo.wordpress.com
No hay comentarios
Publicar un comentario