El pasado 13 de febrero una marcha nazi en Madrid
homenajeó a los caídos de la División Azul, la 250ª División de la
Wehrmacht que luchó contra los Aliados en la 2ª Guerra Mundial y participó
en crímenes de guerra como el asedio a Leningrado, ciudad en la que
murieron 1.200.000 personas, en su mayoría civiles. La manifestación autorizada, que se celebra todos los años, finalizó con un “homenaje a los caídos”
ante el monolito que homenajea a la División Azul en el Cementerio de
la Almudena. En dicho acto se profirieron proclamas antisemitas como “El judío es el culpable”, lo que ha sido noticia recurrente estos días en todos los medios de comunicación.
La permisividad de buena parte de la sociedad española y de los medios de comunicación hacia las manifestaciones negacionistas de los crímenes del franquismo y la humillación de sus víctimas, se sustenta en la banalización del mal y en la normalización de un pasado vergonzante, lo que acarrea siniestras consecuencias en el presente, cada vez más evidentes. El origen está en la forma en que se realizó la transición de la dictadura a la democracia, sin ajustar cuentas con el franquismo y sus crímenes.
Asimismo, la Fiscalía Provincial de Madrid investigará de oficio las proclamas antisemitas porque el Ministerio Público entiende que los hechos pudieran ser constitutivos de un delito de odio. También el consejero de Justicia de la Comunidad de Madrid pidió que se abriera una investigación, tras expresar su “máxima condena”.
La derecha española, y especialmente la madrileña, se escandaliza de
las proclamas de odio, insultos y menosprecio si se trata de las
víctimas del Holocausto o del terrorismo, pero cuando se trata de las víctimas del franquismo miran hacia otro lado, si no son copartícipes de las humillaciones.
No demasiado lejos del lugar donde finalizó la marcha fascista del
pasado sábado se encuentra el Memorial a las víctimas del franquismo,
del que el Ayuntamiento de Martínez Almeida arrancó los nombres
de las casi 3.000 personas asesinadas por los franquistas en la
posguerra, y borró unos versos de Miguel Hernández. La historia
viene de lejos: también en la Almudena hay una tumba en la que yacen
los restos de varios pilotos de la Legión Cóndor; tras muchos años de
denuncias y protestas al Ayuntamiento, las inscripciones que
hacían apología del franquismo y el nazismo sólo fueron borradas por
expresa indicación del titular del terreno, el gobierno alemán, a través
de su embajada en Madrid. La derecha española no tiene
problema en condenar expresiones antisemitas como las que se escucharon
en la marcha fascista, porque parten de la concepción de que los
crímenes del nazismo fueron cometidos por extranjeros fuera del
territorio español. Otra cosa es que rehúyan manifestarse sobre
la responsabilidad del régimen de Franco en la entrega, deportación y
asesinato de miles de republicanos españoles víctimas del sistema
concentracionario nacionalsocialista. Estamos a la espera de
que el Ayuntamiento de Madrid cumpla el compromiso adquirido por la
anterior corporación, (y en principio mantenido por la actual) con la
Amical de Mauthausen de erigir un monumento a los madrileños deportados a
los campos nazis.
La permisividad de buena parte de la sociedad española y de los
medios de comunicación hacia las manifestaciones negacionistas de los
crímenes del franquismo y la humillación de sus víctimas, se sustenta en
la banalización del mal y en la normalización de un pasado vergonzante, lo que acarrea siniestras consecuencias en el presente, cada vez más evidentes. El
origen está en la forma en que se realizó la transición de la dictadura
a la democracia, sin ajustar cuentas con el franquismo y sus crímenes.
Seguimos conociendo proclamas de las fuerzas armadas y de seguridad,
que consideran como propias las efemérides y “hazañas” de la División
Azul: ¿Alguien se imagina un tratamiento parecido en Francia con
respecto a unidades similares como la Legión de Voluntarios Franceses o
la División Carlomagno?.
El origen del problema es de todos conocido: en Europa los
nazis y fascistas perdieron la guerra en 1945. Sus homólogos españoles
ni perdieron la guerra civil ni la transición a la democracia.
La solución empieza por aplicar la normativa europea, contraria a
permitir manifestaciones neonazis, por ejemplo, la Resolución del
Parlamento europeo sobre neofascismo en Europa, que insta a cumplir la
Decisión Marco para luchar contra organizaciones que propaguen delitos
de odio. Asimismo es indispensable la existencia o aplicación de códigos
de conducta en los medios de comunicación públicos y privados, sobre el
tratamiento a las ideologías de odio, como los fascismos, la xenofobia y
el antisemitismo, y en el plan de estudios universitarios de
Periodismo. El fascismo debe ser recogido como delito en el Código Penal
porque, es en sí mismo, un crimen. Esperamos que en la próxima
tramitación parlamentaria de la Ley de Memoria Democrática se homologue
el tratamiento del menosprecio, las humillaciones y amenazas a las
víctimas del franquismo con el que se ha legislado para otros colectivos
de víctimas, incluyendo un sistema sancionador claro y contundente.
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