A Pablo Iglesias le han llovido palos desde todos los ámbitos por sus críticas a la democracia española. Yo voy a ir un poco más lejos; España es una democracia de tercera regional, por mucho que algunos, desgraciadamente la mayoría, la sigan viendo como modélica heredera de nuestra nunca demasiado ponderada «maravillosa» Transición.
¿Se puede llamar democrático a un país, en donde malversadores de caudales públicos campean tranquilamente por las calles? Me refiero, por solo poner dos ejemplos a Iñaqui Urdangarín, el mismo que estuvo un tiempo viviendo en un apartamento a costa de todos los españoles, digo apartamento porque llamar celda a donde estaba recluido el yernísimo es una broma de mal gusto, y a Rodrigo Rato. Mientras, un mendigo ha sido condenado a prisión por andar de acá para allá saltándose los cercos sanitarios. Una democracia que ha apresado para ingresarlo en prisión al rapero Pablo Hasél por supuestas injurias a la corona.
Una caricatura de democracia que absuelve a Cristina Cifuentes de los cargos de falsedad en documento público, cargando con las culpas la profesora que firmo el famoso máster y a su asesora en el gobierno de la Comunidad de Madrid. Vamos a ser magnánimos, y un poco ciegos, y creer que Cifuentes no organizó la falsificación; pero resulta que si usted o yo compramos un artículo robado a sabiendas que lo es, cometemos un delito. ¿No es lo mismo?
Una democracia que permite que unos nazis se manifiesten dando gritos xenófobos, alabando al dictador que sumió a España en una negra noche que duró cuarenta años, que hagan saludos fascistas; y todo como homenaje a unos hombres que lucharon –la mayoría voluntarios, no nos equivoquemos, a las órdenes de Adolf Hitler. Unos fascistas que pudieron hacerlo delante del monumento erigido en homenaje de los caídos de División Azul, ubicado en el mismo cementerio de la Almudena en el que el Alcalde de Madrid –ese señor tan bajito que le huele la cabeza a pies-, mandó destruir las placas que recordaban a los asesinados por el franquismo en las tapias de ese mismo cementerio.
Una democracia que mantiene en sus cuerpos se seguridad a matones como los que propinaron una paliza a un hombre, y pegaron a una niña de 14 años, en mi querida Linares. Una policía que para reprimir la legítima protesta de mis paisanos dispararon con postas, hiriendo a una persona; siendo la explicación de los jefes de esa misma policía que es que se habían equivocado a la hora de cargar la escopeta, y que en lugar de meter balas de goma metieron postas. ¿Se lo cree alguien?
En fin, una democracia que a Puigdemont le llaman de todo: prófugo, cobarde, antipatriota, pero no dicen los mismo del «Emérito» que ha hecho exactamente lo mismo.
Por todo ello, queridos lectores, ¿exagero cuando afirmo que en España tenemos una democracia de tercera regional? Yo creo que no.
Fuente → asambleadigital.es
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