Una ética real muy laxa

Una ética real muy laxa
Puño En Alto @puno_en

Era muy esperado, pero no por esperado, más allá de los que se empeñan en ver lo que no hay, satisfizo en absoluto. El rey sigue estando desnudo, y esa desnudez, aunque ya sea por higiene y estética hay que hacérsela ver por activa o pasiva.

El monarca éticamente no se legitima, si para condenar las presuntas y no tan presuntas actividades ilegales de su progenitor, tiene que hacer una alusión genérica a la ética en el desempeño de las funciones institucionales, aunque afirme que deben estar por encima de cualquier consideración, incluso las personales y familiares.

Esa alusión timorata y elíptica de la falta de ética de su padre sin mencionarlo, sonó tan vacua como las manifestaciones de condena de la corrupción de los partidos cuando se conocen comportamientos corruptos de algunos de sus miembros. A lo mejor esa y no otra es la razón por la que principalmente el PP y PSOE se mostraron tan satisfechos con el discurso de Navidad del rey.

Para ilustrar que la ética en la monarquía ha brillado y brilla por su ausencia, solo bastan unos ejemplos, no son los más sobresalientes aunque si los más conocidos.

La renuncia a la herencia de su padre y la retirada de la asignación económica son gestos que quedan en el anecdotario si no se aclaran de manera expresa los motivos por los que lo hizo, máxime cuando en nuestro derecho a una herencia solo se puede renunciar por cuando fallece el causante y que la retirada de algo más de 190.000 euros de asignación poco daño se le causa a quien es capaz de donar 65 millones de euros a una amiga entrañable.

Para ser creíble en su apelación a la ética, el todavía rey de España y a la sazón, aún jefe de estado, debería explicar quién y por qué pagó los costes de su espléndido viaje de boda alrededor del mundo. Del mismo modo, debe explicar por qué después de conocer que era beneficiario de la Fundación Lucum tardó un año en renunciar a esa condición y solo lo hizo como parece cuando trascendió en los medios de comunicación.

Tampoco ha explicado cómo es posible que se mensajeara y en los términos que lo hizo con un señor encausado por maltratos, acoso y algo, a quien la consorte real llamaba de forma entrañable “Compi Yogui”, a la vez que despreciaba de forma, tan escatológica como cursi, a los medios de comunicación que se hicieron eco del caso y que a la postre se ha sabido que dicho señor también está inmerso en un sonado caso de corrupción.

Ponerse de perfil y no condenar públicamente ante las misivas recibidas de ex militares de alta graduación en las que exigían acabar con el gobierno democrático en lo más parecido a un golpe de estado, contrastó sobremanera con la condena que hizo con la lamentable declaración efímera de independencia de Cataluña, hecho que algunos calificaron y aún califican de golpe de estado.

Los que pensamos que la monarquía, por muy parlamentaria o constitucional que se califique, además de ser un anacronismo, supone una aberración democrática que intelectualmente no hay manera de sustentar, justificar o defender, sea cual sea la coyuntura o circunstancia política y social del país. Ser Jefe del estado por el mero hecho de nacer y ser varón en el seno de una determinada familia, es un cuestionado mérito y queda más en entre dicho aún si a quien se le regala la vida y a sus descendientes, no es capaz de devolver dicho regalo mediante la ejemplaridad, honradez y honestidad en su conducta.

La desnudez del monarca no se palia manteniendo la inviolabilidad que le otorga estar por encima de la ley y de la ética y moral en su conducta y acciones, sino con la transparencia y la imparcialidad absoluta. Pero no, una transparencia como concesión magnánima del rey a los ciudadanos como se pretende que sea, sino como exigencia de los ciudadanos a todos los cargos públicos. La ética está reñida con la existencia de la inviolabilidad y la permanencia de ésta solo demuestra una concepción muy laxa de aquella.


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