No es casualidad que la ultraderecha española fuera la última en pronunciarse sobre el asalto al Capitolio alentado por el presidente de EEUU, Donald Trump. Vox, el satélite ibérico del trumpismo, tuvo que medir muy bien las palabras que su líder, Santiago Abascal, vertió en Twitter sobre el asunto. No podía decir cualquier cosa, porque su manual político bebe directamente del todavía mandatario estadounidense. El jefe de Vox es la veleta que sigue la dirección del inquilino de la Casa Blanca.
El viento que conecta a Trump con Abascal se llama Steve Bannon. El asesor estadounidense, urdidor de la estrategia que llevó al magnate de la construcción al despacho oval, se reunió con los ultras españoles en 2017. Desde entonces, los giros discursivos de Vox son un reflejo de lo que se escucha en la avenida de Pensilvania, la vía que une la mesa de Trump con el Capitolio.
El problema es que la política del odio y de la crispación tiene consecuencias. Este miércoles se vieron en Estados Unidos las consecuencias de cuatro años de política para dividir. Las imágenes, difíciles de olvidar, pasarán a la historia de la democracia moderna más antigua del planeta porque el instigador del asalto a la Cámara legislativa fue el propio presidente, quien calentó el ambiente con continuas alusiones al “fraude electoral” en las elecciones.
Vox, en España, se ha esforzado cada vez que ha podido en calificar al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, —y al resto del Ejecutivo— como “ilegítimo”, “fake”, “estafador” y responsable de “un repugnante fraude electoral” tras el 10-N. Hasta llamó a un “levantamiento popular contra el Gobierno traidor”. ¿Le suena?
“Vox calcó de Trump una estrategia de comunicación con un uso de las redes sociales que, básicamente, cortocircuita la mediación de los medios de comunicación tradicionales. Lo que hace, a través de la cuenta de Twitter sobre todo, pero también de Instagram y Facebook, es conectar directamente a las bases y al líder”, explica Marcos Reguera, investigador de la historia y la política de los Estados Unidos en la Universidad del País Vasco.
El jefe de la ultraderecha española buscó un enemigo interno para unir a sus votantes bajo una misma papeleta tal y como hizo Trump. “Abascal se presentó —y se presenta— como el salvador de los valores abandonados por la derecha tradicional que estarían en asalto por parte de la izquierda en el Gobierno. Algunos opinadores, como Federico Jiménez Losantos, han magnificado el relato de la antiEspaña y de la verdadera España”, detalla Reguera.
La realidad es que ya existía esa retórica antes de la irrupción de Vox. La ultraderecha solo ha seguido una vía que abrió una parte del PP y que fue jaleada desde ciertos medios de comunicación. “Esa idea se ha materializado en el imaginario de la derecha, sobre todo tras los intentos del independentismo catalán. Y se ha radicalizado tanto que para muchos electores el PP ya no es un garante suficiente de la integridad territorial de España. Abascal pesca en esa dicotomía de la verdadera España y la antiEspaña y, a través de las redes, se erige en salvador nacional. En cierta medida replicó lo que ya hizo Trumo, porque en el caso de Estados Unidos, el mensaje trumpista fue el mismo. Él recogió el guante de la amenaza a los valores americanos que la administración Bush vio en el enemigo exterior, en el terrorista, el yihadista… y lo volcó en la lógica del enemigo interior. Para Trump, el enemigo interior que quiere destruir la esencia de América en su país es el liberal, el ‘terrorista de las costas’. Y Trump también se erigió en el salvador dispuesto a evitarlo”, analiza el investigador de la Universidad del País Vasco.
El asalto del Capitolio pone en un aprieto a Vox, porque tiene que dilucidar si seguir su estela y tensar tanto. “En España, el espejo de los Republicanos es Vox. Ambos partidos son muy parecidos, tanto en política social como en política económica”, explica José Antonio Gupergui, catedrático de estudios norteamericanos de la Universidad de Alcalá y el Instituto Franklin. La clave para este experto es la economía: “Es necesario distinguir entre política social y económica porque son posicionamientos distintivos. Vox recurre a los elementos trumpistas: España primero y racismo”, zanja. Pero también comparten calculadora.
Tanto Abascal como Trump lanzan cantos de sirena a las clases trabajadoras. Y su programa económico es una oda a la agenda neoliberal: liberalización de la economía y reducción de impuestos, los mantras que instalaron los exmandatarios Ronald Reagan y Margaret Thatcher y que la pandemia del coronavirus puede estar dando carpetazo.
El caso es que ambos mezclan el rabioso liberalismo económico con el rechazo a la globalización; los dos abrazan el proteccionismo hacia el exterior y defienden a la vez cero reglas para el mercado interior. La receta de mensajes políticos de Trump y Abascal es muy parecida: crispación, división, deslegitimación del adversario y autocondescendencia, porque los dos solo ven conspiraciones en su contra. Y todo aderezado con un toque populista que se propaga muy bien a través de las redes sociales.
La distinguida lingüista Ruth Wodak, catedrática de análisis del discurso en la universidad británica de Lancaster, identificó cuatro ingredientes de la ideología que subyace en los partidos populistas de extrema derecha como Vox y que siguen la huella de Trump.
El primero es el fuerte chovinismo nacional que construyen con el lenguaje. No por casualidad, los asaltantes del Capitolio irrumpieron en la Cámara al grito de “¡USA, USA!”. De la misma manera que ‘España’ y ‘españoles’ son las palabras que más pronuncia Santiago Abascal y que más replican los suyos, megáfono en mano, en las manifestaciones de la ultraderecha.
El segundo es tener un grupo de extraños al que convertir en chivo expiatorio de los problemas de la nación. Esto, apunta la lingüista, les permite construir “una narración fácil para cuestiones muy complejas”. Además, también les sirve para instalar “las teorías de conspiración en la agenda”. Soros, Qanon...
Lo cierto es que no han sido pocas las veces que Vox ha recurrido a las conspiraciones para mitigar la frustración de sus votantes. La mayoría coinciden en encumbrar al multimillonario George Soros como urdidor de un plan diseñado para matar la esencia de las naciones occidentales. Estos disparates, según los expertos, funcionan porque dan explicaciones sencillas a problemas extremadamente complejos que al cerebro humano le cuesta asimilar.
El tercer ingrediente es un marcado antielitismo. La nueva ola populista se dirige contra el ‘establishment’, es decir, contra empresarios, líderes de opinión, periodistas, medios de comunicación, intelectuales... “Todas las personas que supuestamente no escuchan ‘al nosotros’ y que tendrían intereses muy diferentes de los de ’las personas verdaderas”, explica Wodak. En los discursos de Santiago Abascal el objetivo es “el progre”. Y, en los de Trump, todo aquel que tenga instalada la app de The New York Times y viva en alguna de las costas del país.
El cuarto ingrediente, según Wodak, es el foco en la ley y el orden: “Una agenda para proteger a esta gente verdadera”. ¿Y cómo lo garantizan? A través de la estructura jerárquica del partido: “Esta estructura con frecuencia culmina en un líder carismático que encierra el espíritu de la ‘gente verdadera’ y rechaza al ‘otro’. El líder salvará al verdadero estadounidense o al verdadero austriaco o al verdadero pueblo británico de todos esos peligros. Ellos resolverán los problemas, protegerán a la gente y prometen esperanza”.
No es raro que Santiago Abascal se refiera a su partido como “un instrumento al servicio de España”, que ofrece directamente a los españoles para salvar la nación. “La España viva tiene su genio, tiene su pueblo y tiene a su rey. Y hoy España tiene también a Vox”, lanzó el jefe de la ultraderecha hace poco más de dos años en el primer mitin de Vistalegre antes de las elecciones andaluzas.
Las copias descaradas
Quizá el ejemplo más claro de cómo Abascal ha calcado eslóganes trumpistas se vio durante su fracasada moción de censura. El líder de Vox atacó desde la tribuna a la Unión Europea, al multilateralismo, a la Organización Mundial de la Salud y a China. Y lo hizo con un tono poco habitual. “China debe pagar”, llegó a exclamar Abascal.
Y es que si hay una copia descarada de la estrategia comunicativa de Trump por parte de la ultraderecha española, es la expresión ‘virus chino’ para referirse al SARS-CoV2. Esas dos palabras han calado en las filas de Vox. No importa que casi nadie se refiera así al coronavirus. Si Trump dice ‘virus chino’, Abascal y los suyos dirán ‘virus chino’.
Estas formas populistas están sirviendo a los de Abascal para intentar penetrar en un nicho electoral similar al que en su día entró Trump y que le aupó a la presidencia: personas defraudadas, frustradas y cabreadas con el sistema cuyo voto equivale a protesta, indignación y resistencia frente a un entorno laboral y personal que perciben amenazador. La mayoría de estudios ponen rostro a estas personas. Son los perdedores de la globalización, quienes por las deslocalizaciones empresariales terminaron en la cola del paro o con un salario por debajo de sus capacidades.
Ambos mezclan el rabioso liberalismo con el rechazo a la globalización; el abrazo al proteccionismo económico hacia el exterior con casi cero reglas para el mercado interior.
La pregunta que solo el tiempo responderá es cómo digerirá la ultraderecha española el abrupto final de la etapa de Trump. ”Van a seguir una línea parecida porque han tomado referentes de comunicación política. Espinosa de los Monteros reivindicó hace unos días la figura de Trump para que le dieran el Nobel de la paz. Después de esto habrá una parte del discurso de Vox que cambiará, sobre todo en lo referido a esa reivindicación de la figura de Donald Trump. Pero, en el fondo, como el fundamento del discurso de Vox se basa en una lógica política y discursiva que ya existía en España y que fue construida por el PP, la ultraderecha ya tiene el modelo de comunicación y su relación con las bases tomada del trumpismo, así que irá abandonando de manera sutil las referencias cuando empiecen los procesos contra él. Harán una huida hacia delante con el mismo discurso de la antiEspaña que a Trump le funcionó tan bien”, vaticina el investigador de la Universidad del País Vasco.
Abascal reniega de la violencia, pero llegó a asegurar que si su gente fuera violenta alguna vez, sería un día terrible “para la chusma comunista y separatista”.
Fuente → huffingtonpost.es
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