La Iglesia y las fosas comunes


La Iglesia y las fosas comunes
Juan Carlos Martinez Betelu
 

El 1982, a su llegada a Roma, el entonces cardenal argentino Juan Carlos Aramburu fue consultado por el periodismo sobre la creciente aparición de cadáveres en fosas comunes, otros enterrados como NN en cementerios públicos, a los que se agregaron los cuerpos de varias mujeres que aparecieron en la costa marítima. Pertenecían a las primeras Madres de Plaza de Mayo que inauguraron los llamados vuelos de la muerte.

La cínica respuesta del jerarca eclesiástico fue tan rápida como contundente:“En la Argentina no hay tumbas anónimas… todas las personas fallecidas tienen su correspondiente ataúd y han recibido cristiana sepultura” dijo sin importarle que por aquellos días las fosas comunes estaban abarrotadas de cadáveres de víctimas del terrorismo de Estado.

La respuesta de Aramburu estaba en la línea de complicidad que la Iglesia mantuvo con la sangrienta dictadura y que incluía el ocultamiento de sus crímenes.

Todavía hoy, a casi medio siglo del comienzo del genocidio, el hallazgo de cadáveres en fosas comunes por parte del Equipo de Antropología Forense se ha convertido en una espantosa rutina que no ha alcanzado para que la Iglesia rompa su silencio cómplice y asuma el mea culpa que debiera hacer aun cuando no hay ni habrá dios que le perdone sus múltiples pecados.

También los españoles de este tiempo, ante la creciente aparición de cadáveres enterrados por el franquismo en fosas comunes, no sólo esperan una respuesta de la Iglesia. Esperan que la JUSTICIA estire su corto brazo y alcance a juzgar a los criminales que han sobrevivido al genocidio franquista.


Fuente → diario16.com

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