La necesaria disrupción o la consolidación neofranquista
 
La necesaria disrupción o la consolidación neofranquista
Alberto Vila

“El hombre absurdo es el que no cambia nunca” George Clemenceau

El concepto de “disrupción” proviene del término latín “disruptio” que significa fractura. En inglés se utilizaba “disruption” para indicar una interrupción o rompimiento con la manera tradicional de ejecutar algo. Así, en nuestro idioma, comenzamos a utilizar este término para explicar lo que significaron los nuevos procesos técnicos, sociales y políticos, a la hora de cambiar las formas usuales que se aplicaban a los procedimientos. Esos cambios no eran fortuitos, eran deliberados, y se comprobaban más eficientes que los antiguos.

Cuando la efectividad, en términos de resultados, se verificaba, entonces lo anterior pasaba a ser obsoleto dado que no respetaba las nuevas circunstancias de los procesos. El fenómeno del 15M fue el caso. Se convirtió en una disrupción en los procesos políticos. La sociedad civil estaba tan hambrienta de participación cuanto hastiada de ser utilizada sólo en los eventos electorales. Este era el modelo de la Transición, utilizar a los votantes como coartada para seguir aplicando el modelo de concentración del poder económico y político, para consolidar el statu quo ideado por el franquismo tardío. Entonces llegó Podemos y se convirtió en la amenaza a batir.

Lo que sucedió entonces, es que la aplicación de la disrupción sólo se concretó, a duras penas, en el ámbito de la política. Ciertamente no ha podido aplicarse aún a la economía, la educación o a los necesarios valores democráticos de la judicatura, las fuerzas armadas o a las relaciones institucionales y económicas con la Iglesia Católica.

Por esta causa resulta tan complejo introducir los necesarios cambios para modernizar la estructura institucional de España. De hecho, esa actualización que satisfaga las aspiraciones de la mayoría de españoles y españolas se ve reflejada en la composición electoral actual. Tal circunstancia se traduce en una amenaza para la estabilidad de los grupos afines al franquismo sociológico, porque muchos de estos sectores podrían ser calificados de “pobres” que han votado a Vox. Curiosidades y efectos de los textos formativos que llaman a Franco “jefe de Estado”. La educación exige una disrupción pronta. Eso permitirá que esta gente recupere el criterio para discernir entre ser protagonista de sus decisiones o ser usados por sus enemigos.

Sólo podremos decir que la tarea que debe afrontarse se habrá cumplido, será cuando lo disruptivo se vea como la nueva normalidad. Cuando la justicia se aprecie como una institución que proteja a los ciudadanos, en lugar de ser sospechosa de no hacerlo. Que los fueros no sean refugio de los probables delincuentes. Que el talento y el esfuerzo personal se vean recompensados.

La ciudadanía española debe movilizarse para convertir lo disruptivo en convencional e institucionalizado. Tiene el poder en su mano. En su voto. De él emana toda la legitimidad.

Es así que, en una monarquía parlamentaria, sin la legitimidad del voto ciudadano, la institución monárquica se convertiría en usurpadora.


Fuente → diario16.com

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