Mujeres gallegas violadas, torturadas, y muchas asesinadas por la canalla franquista

Mujeres gallegas violadas, torturadas, y muchas asesinadas por la canalla franquista

Las violaciones de mujeres fueron una práctica represiva muy extendida como “arma de guerra” por los franquistas. La violación como castigo a las mujeres que se atrevieron a transgredir los valores de la época, fue la forma más característica de “represión de género” o “represión sexual”. Las agresiones sexuales, torturas y hostigamientos brutales, rapados al cero, purgas de aceite de ricino, sadismo sexista, fueron formas de represión que no se denunciaban habitualmente por pudor o vergüenza. Lo sufrieron muchas mujeres Republicanas por su activismo político o social, o por ser familiares de hombres antifascistas.

Los franquistas violaban en cárceles, campos de concentración, centros de falange, hogares de víctimas. Era una materialización de la humillación de los derrotados, y una demostración del poder que ejercen los hombres sobre las mujeres. Hubo muchas más agresiones sexuales de las que se han contabilizado: Las violaciones quedaron mucho más ocultas que otras prácticas represivas. El silencio en el espacio público, la falta de voluntad para transmitir estos hechos en la propia familia, fue consecuencia directa del patriarcado que excluyó esta realidad de la historia de la represión. Las violaciones no solo afectaron a mujeres de perfil avanzado, también a otras parientes de prófugos u objeto de deseo de un hombre. Se cometieron todo tipo de violaciones para complacer físicamente a sus propios inmoladores. Se trataba de demostrar quiénes eran los vencedores, quiénes imponían las reglas.

Los violadores franquistas visitaban a las mujeres noche tras noche y hacía con ellas lo que querían, desde abusos sexuales hasta palizas. Los cuartel de falange se convertían en “burdeles” durante la noche: Proposiciones indecentes y chantajes a mujeres consideradas de izquierda o que tenían a un familiar preso estaban a la orden del día. En la comarca de Sarria o en los campos de concentración de San Simón o As Figueiras se practicaban violaciones de esposas e hijas de detenidos como condición para poder visitarles, o como precio por obtener la libertad.

Conocemos, entre otras, las violaciones y asesinatos de la bibliotecaria y pedagoga de A Coruña Juana Capdevielle, la encontraron con todo el vientre acuchillado, sus asesinos no se apiadaron de su avanzado estado de gestación y la maestra de Miño María Vázquez, que tras ser torturada quisieron fusilarla de espaldas, ella les plantó cara y les gritó: “cobardes, sed valientes y disparad de frente a una mujer”. Lo mismo ocurrió con algunas víctimas de la masacre de Montecubeiro en Castroverde como Manuela Graña, que fue violada por toda la banda falanguista, o con la vecina de Navia, asesinada en Cangas de Foz, María del Carmen Pérez y García.

Anunciación Casado Atanes, “A Pasionaria”, campesina de Viana do Bolo, fue violada, rapada, torturada y exhibida en un carruaje de bueyes. Después fue asesinada por fractura y destrucción de la masa cerebral. A Carmen Pesqueira, “A Capirota”, la molieron a golpes, fue vejada físicamente, violada, torturada y asesinada a tiros en Pozo da Revolta. Rosario Hernández, “A Calesa”, vendedora de diarios de Vigo, fue sometida a horas de humillación, violencia cobarde, le cortaron los senos y la asesinaron. Luego anclaron su cuerpo a una placa de hierro en el mar. A Custodia Gama, con dos hermanos fugitivos, la raparon, violaron y obligaron a caminar por las calles de Pontevedra con un cartel en la espalda y otro en el pecho que decía “Roja”.

A Pastora y Cándida Cordal las sacaron de la casa y las hicieron bailar desnudas en el centro de Cambados. Encarnación Rodríguez fue rociada con sulfato de cal, la raparon y la dejaron ciega para siempre. Luego la violaron frente a su esposo, a quien habían roto las piernas. Carme Jerez, de A Fervenza, fue detenida en 1946. Querían que realizara delaciones, y durante 10 meses fue violada sistemáticamente en grupo en los cuarteles de A Rúa y Cortegada; su cadáver fue abandonado tras recibir un tiro, estaba embarazada de 4 meses. Emilia Cabaleiro, oriunda de Redondela, era madre soltera, trabajaba en su humilde campo con su hijo Antonio, compartiendo la escasez y la bondad. El 13 de febrero de 1937 ambos fueron sometidos a 3 días de martirio. A Emilia le cortaron los senos y le pusieron en la boca el pene y los testículos de su hijo.

Las violaciones, como testificó en sus memorias la presa comunista Juana Doña, tuvieron que ver “con el sadismo de sentir debajo de ellos unos cuerpos que se desgarraban de horror en un acto que estaba hecho para el placer, convirtiéndose, por tanto, en la reafirmación del machismo”.

Documentos: Nos diario (Cilia Torna, M. Obelleiro)


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