
La fuga del rey Juan Carlos deja huérfanos y sin argumentos serios
-si es que alguna vez los tuvieron- a los “republicanos” vergonzantes,
ayer “juancarlistas” hoy devenidos en “felipistas”.
El rey Borbón, entronizado por un dictador genocida, padre del actual
rey Felipe VI y nieto de Alfonso XIII, asediado por su gigantesca
oleada de escándalos, ha huido de nuestro país.
No
es la primera vez, ni seguramente la última, que un rey Borbón
abandona precipitadamente España.
Es
conveniente aclarar que no es lo mismo fugarse al extranjero por ser
un presunto ladrón, que tener que exiliarse por haber luchado contra
un golpe militar y una dictadura franquista. Esa fue la situación
dramática de muchos republicanos españoles.
La
prudencia política más elemental sugiere la necesidad de iniciar un
debate inmediato para llevar a cabo, de forma pacífica y ordenada,
la nulidad jurídica de la monarquía, la proclamación de la
Republica y el inicio del correspondiente proceso constituyente, con
garantías democráticas plenas.
El
establecimiento de un calendario con hitos concretos es esencial para
dar consistencia y credibilidad a cualquier propuestas política,
tanto ante las fuerzas democráticas afines como ante los gobiernos
de los países de la Unión Europea; sin duda inquietos ante la
evidencia de una dinastía borbónica fallida (digo fallida, y me
quedo corto) preludio de una situación de inestabilidad
institucional permanente.
Los
partidos y organizaciones sociales deberían de impulsar la más
amplia movilización popular a fin de hacer viable el citado
calendario, que habría de negociarse entre las fuerzas políticas y
sociales más conscientes de la situación de precariedad hacia la
que nos abocamos.
El
Gobierno de España de coalición progresista debería de estudiar
una salida negociada a la grave crisis institucional, pactada con los
diferentes Gobiernos de las naciones históricas del Estado español,
avanzando con paso firme hacia una República federal o confederal.
El comunicado / carta de la Casa Real, tras la huida del rey Juan
Carlos I con la aprobación de Felipe VI, es el certificado de defunción
de la Constitución borbónica. Gritemos, pues, alto y claro: ¡El rey está
desnudo! ¡Viva la República!
Manuel Ruiz Robles, capitán de navío
Fuente → rebelion.org
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