La propuesta republicana no puede basarse solo en móviles antiborbónicos

Catedrático y decano en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Granada y excandidato a la secretaría general del PSOE

Pérez Tapias: “La propuesta republicana no puede basarse solo en móviles antiborbónicos” / Sato Díaz:

José Antonio Pérez Tapias (Sevilla, 1955) es catedrático y decano en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Granada. Este autor, entre otros textos, de Invitación al federalismo. España y las razones para un Estado plurinacional (Trotta, 2013) suele reflexionar en sus artículos sobre republicanismo. Por ello, hoy que Juan Carlos I sigue en paradero desconocido tras su espantada de principios de agosto, conversamos con él y prestamos especial atención a su opinión sobre cómo el PSOE ha reaccionado a esta situación. Y es que fue militante socialista desde el 1993 al 2018, siempre situado en las posiciones más izquierdistas o en la corriente Izquierda Socialista, y diputado en el Congreso desde el 2006 al 2011. En 2014, compitió con Pedro Sánchez y Eduardo Madina a las primarias del PSOE para ser secretario general, ganó el primero. 

- Hace ya más de una semana de la espantada del emérito y seguimos sin saber dónde está. ¿Alguna vez se imaginó esta situación?

- La huida del rey Juan Carlos, pues sigue conservando el título de rey con la paradójica coletilla de “emérito” que se le añadió, es un hecho insólito. Lo importante no es que fuera inimaginable, sino que es condenable. Veníamos hablando de que el rey emérito podía exiliarse, palabra, sin embargo, que por dignidad y memoria de exiliados, no debe aplicársele. Pero lo decíamos haciendo referencia a la tradición borbónica al respecto y como hipótesis ficcional más que otra cosa. Entraba en lo más probable que dejara la Zarzuela para establecer su residencia en otro lugar, pero no marchando al extranjero en plan de fuga. Situación tan esperpéntica incrementa su larga lista de deméritos.

"Lo llamativo en todo esto es la opacidad de la Casa del Rey y del mismo Gobierno"

Lo llamativo en todo esto es además la opacidad de la Casa del Rey y del mismo Gobierno para encubrir la marcha en secreto del anterior jede del Estado para evitar que las consecuencias de posibles delitos fiscales por su parte afecten, aún más, a la menguada legitimidad de la monarquía y a un mayor deterioro de la imagen de la Corona, repercutiendo sobre quien ahora la ostenta como su sucesor, el rey Felipe VI. No tiene sentido que el mismo Gobierno insista en que es viaje personal y por motivos de índole privada.

Aparte de que en un rey es mucho más difusa la línea de demarcación entre público y privado, no vale ese argumento por cuanto el rey ahora emérito se ha servido de su cargo público en la más alta magistratura del Estado para su enriquecimiento privado, amasando una fortuna con indicios sobrados de corrupción. De ahí que la mencionada marcha al extranjero –parece que por lo pronto viajando para buscar amparo bajo las nada ejemplares monarquías del Golfo, haciendo alarde de “amistades peligrosas”- tenga todos los ingredientes de una huida.

En efecto, el rey emérito huye de la presión de una opinión pública escandalizada por su comportamiento y pone tierra por medio, aunque anuncie compromisos de retorno, ante complejos procesos judiciales que puedan incoarse. Decir, como ha hecho la vicepresidenta Calvo, que no hay huida porque no hay imputación es una filigrana jurídica que obvia la negativa relevancia política y el desastroso impacto social de la imagen de un rey saliendo de su país por la puerta de atrás.

- ¿Cree que veremos a Juan Carlos I sentado en el banquillo de acusados?

"Será más bien la Justicia la que colabore con el monarca"

- La opinión pública, con motivos para ser desconfiada, ha acrecentado su escepticismo respecto a que la Justicia sea igual para todos. Vista retrospectivamente, la afirmación del mismo Juan Carlos I en ese sentido al hilo del “caso Urdangarín”, suena de un cinismo insoportable. A la previsión de que el rey fugado colaborará con la Justicia, volviendo a España si y cuando sea reclamado, tal como van ocurriendo los hechos puede pensarse que será más bien la Justicia la que colabore con el monarca protagonista de lo que la sociedad percibe con razón como chorizadas fiscales. La ciudadanía cuenta con cómo se dilatan ciertos procedimientos y cómo, a través de tal maniobra, el factor tiempo alivia la “pena de banquillo” hasta, quizá, evitar llegar a sentencia firme.

- ¿Cómo cree que le afecta esta situación al actual jefe del Estado, Felipe VI?

"Felipe VI se ve aplastado por una Corona agrietada como institución"

- Me sumo a la opinión de que toda esta situación generada por la impresentable conducta del rey emérito afecta muy seriamente al actual jefe del Estado. Como dije, los hechos que hemos conocido –innegable que sobre ellos había desde mucho tiempo atrás un runrún sobre el cual ni desde el sistema judicial, ni desde la política, ni desde los medios se quiso levantar la alfombra- aumentan la deslegitimación que opera sobre la monarquía.

Si ésta presenta un fuerte déficit de legitimidad por su origen en la restauración producida por designio del dictador Franco, por más que luego se incluyera en el paquete total y cerrado de la Constitución sometida a referéndum, ahora se ve muy cuestionada la legitimidad de ejercicio de la Corona en la que encarna institucionalmente la monarquía. La figura de Felipe VI no escapa a tan fuerte erosión de la legitimidad, siendo palpable la pérdida de aceptabilidad social que sufre la Corona, evidente en los vacíos y las formas de desdén a que se enfrenta de continuo el actual jefe de Estado, imposibilitado para un discurso mínimamente creíble. Felipe VI se ve aplastado por una Corona agrietada como institución.

- Hay un gran esfuerzo de los medios y, también, por parte del Gobierno de separar las figuras del padre y del hijo, de Juan Carlos I y Felipe VI.

- El esfuerzo por establecer una clara separación entre Juan Carlos I y Felipe VI tiene mucho de inútil. Al respecto se pueden formular argumentos análogos a la pretensión de diferenciar claramente público y privado en torno a la figura y papel de un rey, con la función simbólica que ha de desempeñar y el papel ejemplar que se espera de su conducta. Ahora, no se perfila como operación exitosa pretender una delimitación rotunda entre padre e hijo cuando hablamos de una institución en la que el desempeño del cargo pasa hereditariamente de uno a otro. Si el argumento de esa diferenciación se lleva hasta el final, aplíquense criterios políticos de rendición de cuentas… Y al final, ese mismo argumento se vuelve contra esos (falsos) fundamentos sobre los que se quiere mantener una monarquía a la que no le acompaña una razón democrática suficiente. Todo lo contrario.

Por lo demás, apartar la figura de Juan Carlos I hasta opacarla tiene el efecto inintencionado pero real de devaluar su tan ensalzado papel en la transición de la dictadura a la democracia, con lo cual más se aligera el valor de lo heredado por Felipe VI. La paradoja del asunto es que efectivamente es así, se pongan como se pongan unos y otros.

- ¿Cómo valora la posición adoptada por el PSOE?

"Todo suena a exculpación de lo injustificable"

- Si por posición del PSOE entendemos la expresada por su secretario general y presidente del Gobierno, no sólo en ruedas de prensa, sino muy especialmente en carta dirigida a la militancia, mi opinión es que tal posicionamiento supone una sobreactuación monárquica que se puede juzgar innecesaria también para un posicionamiento institucional. El presidente del Gobierno, ante los hechos protagonizados por el rey emérito y pretendiendo frenar previsibles consecuencias, ha hecho una encendida defensa del pacto constitucional del 78, lo cual no sería objeto de sorpresa si no fuera por las connotaciones de inmovilismo jurídico-político que han tenido sus declaraciones, con las que ha comprometido al PSOE en su conjunto, por más que Juventudes Socialistas y la corriente Izquierda Socialista hayan elevado tímidamente la voz recordando su memoria republicana, aunque desgraciadamente con incidencia nula a este respecto en los órganos de dirección socialistas.

Dar a entender que defender el pacto constitucional es poco menos que tratar la Constitución como un bloque monolítico, de forma que hasta se obvia el derecho a plantear su reforma y el derecho también a reivindicar referéndum sobre monarquía o república –incluso por partidos en posición de gobierno-, suena a defensa in extremis de una institución que los comportamientos de quienes ostentan su representación han puesto en situación más que delicada. Todo suena a exculpación de lo injustificable.

La verdad es que llama la atención el énfasis del presidente al afirmar que la Corona es “la clave de bóveda de nuestro sistema democrático”. Por una parte, así dicho entraña una defensa a ultranza de un pacto constitucional que se hace gravitar sobre ella, pero a la vez, por otra, revela, sin que fuera esa la intención, el porqué de su intangibilidad incluso por procedimientos democráticos: se está reconociendo que la Corona es la piedra angular que los arquitectos de la “reforma pactada” de la Transición pusieron para asegurar por arriba la estabilidad de un sistema de poder que habría de ser incuestionable y que en “modo monarquía” aseguraba el atado de los cabos económicos, políticos, militares y hasta religiosos que sobre ella confluían.

Una tal defensa del pacto constitucional opera como defensa de lo que se ha llamado “régimen del 78”, lo cual, al formularse así, no implica una desvalorización de los esfuerzos individuales y colectivos hechos por quienes trabajaron por traer a esta España la democracia. Ésta, dicho sea de paso, no fue mero resultado de los hilos movidos por el rey Juan Carlos y el presidente Suárez, venido a tal posición desde las entretelas del franquismo, aunque, como el rey, consciente de lo imperioso de la reforma de un régimen dictatorial impresentable en Europa. El caso es que el “reformismo sin ruptura” dio paso a una democracia constitucional, por más que al cabo del tiempo sean más notorios los lastres que entonces, por la correlación de fuerza existente, no pudieron arrojarse, siendo ellos en gran parte los que han alimentado pautas y vicios que han provocado la deriva de nuestra democracia a “régimen del 78”, no siendo menor la corrupción que por décadas ha corroído el sistema hasta verse coronada por la corrupción real que hoy conocemos. Es una pena que el PSOE se sustraiga a sacar conclusiones de todo ello, presentando a tal respecto un cariz más conservador que transformador.

- En la campaña de las primarias entre Pedro Sánchez y Susana Díaz, a los mítines del primero acudía gente con banderas republicanas. ¿Se está olvidando Sánchez de sus orígenes y de las bases socialistas?

"Lo que no debe seguir haciendo el PSOE es mantener su republicanismo como pieza meramente ornamental"

- Que aparezcan o se enarbolen banderas republicanas no es en el PSOE algo exclusivo de actos con Pedro Sánchez como protagonista, también ha habido actos con el mismo protagonista y consigna de que no hubiera banderas republicanas. Ocurre, sin embargo, que tal presencia de banderas republicanas acaba teniendo en el PSOE un carácter más bien ornamental, o retórico si lo republicano se lleva al discurso. Y eso es porque no hay un planteamiento político consistente para incorporar republicanismo a la acción política del PSOE, por más que buena parte de su militancia tenga un fuerte apego sentimental a la II República.

El PSOE ha tenido un compromiso efectivo con la memoria histórica. Éste se ha volcado sobre la justa prioridad de la memoria de las víctimas de la guerra civil y de la dictadura. Y prolongando esa onda hay que situar la encomiable decisión de sacar los restos del dictador Franco del Valle de los Caídos, por razones de dignidad democrática y de respeto a las víctimas, precisamente. A todo ello, falta añadir una acción más decidida para recuperar la memoria de la II República como tal, reivindicando su valor político y su legitimidad democrática. Eso es indispensable ejercicio para dar consistencia a la reivindicación de lo republicano y retomar seriamente el planteamiento acerca del referéndum “aplazado” sobre monarquía o república. Haría muy bien el PSOE de refrescar su propia memoria no echando al olvido la intervención y la consiguiente moción de quien era su portavoz en la Comisión Constitucional del Congreso en la que fraguaba la Constitución del 78, el diputado Luis Gómez Llorente.

Visto todo, lo que no debe seguir haciendo el PSOE es mantener su republicanismo como pieza meramente ornamental para lucir en los rituales de partido. Es verdad que el realismo en el análisis político no ve que el PSOE esté en disposición de asumir en serio la alternativa republicana respecto a la forma de Estado, ¿pero hasta cuándo va a llevar careta republicana para seguir practicando apoyo incondicional a la monarquía, ahora plenamente desvelada como monarquía corrupta? La cuestión es de tal calibre que desborda el oportunismo del que Sánchez pueda hacer gala.

- Por otro lado, vemos una creciente desafección hacia la monarquía, pero, ¿existe una alternativa republicana?

"Es necesario generar adhesiones en torno a lo que significa la república como forma de Estado"

- Esta cuestión es, sin duda, políticamente crucial. La alternativa republicana está en ciernes, esto es, necesita difundirse y construirse con solidez. Y el descrédito de la monarquía da motivos para ello, pero no puede construirse alternativa solo en clave negativa. La propuesta de república, de democracia republicana, no puede basarse solo, en España, en móviles antiborbónicos. Es necesario generar adhesiones en torno a lo que significa la república como forma de Estado, contando además con que lo republicano no se limita a ello, sino que ha de contar a la base con una determinada forma de entender y practicar la democracia como democracia radicalizada en términos de participación política, con ideas de libertad e igualdad más allá de cómo las entiende la tradición liberal, y con un concepto de ciudadanía en el que además de los derechos civiles y sociales se subraya lo que implican los derechos políticos.

Además de vencer las inercias conservadoras presentes en la sociedad, reforzadas por el antirrepublicanismo difundido con ahínco desde los tiempos de la dictadura, es necesario trabajar en torno a un republicanismo puesto al día, que con carácter cosmopolita, amén de ser antimonárquico, sea capaz de hacer frente a los nuevos imperialismos y colonialismos de la época de la globalización, generando nuevas estructuras políticas metanacionales e interculturales.

Para avanzar en alternativa republicana es imprescindible generar en nuestra sociedad conciencia republicana. Y, por otra parte, dar concreción a una estrategia que ponga la república en el horizonte de manera efectiva, máxime cuando estamos inmersos en una crisis institucional fuerte de nuestro Estado. No es de recibo estar constantemente diciendo que no es el momento adecuado para hablar de república o poner por delante un futuro referéndum. Aunque sea en medio de otras crisis –sanitaria, económica y social, con sus impostergables urgencias-, no se puede aparcar la crisis del Estado también en lo que afecta su jefatura y su modo de ser y estructurarse. Lo que ahora mismo desestabiliza no es ofrecer alternativa republicana, sino el derrumbarse de la credibilidad de la Corona y el hundimiento de la legitimidad de la monarquía, lo cual tiene causas y culpables. Y poderes económicos, fuerzas políticas y medios de comunicación conniventes con ellos.

- ¿En base a qué elementos de debería articular una alternativa republicana en un estado tan plural y con las izquierdas tan divididas por distintos temas?

"En un país de pluralidad de naciones y diversidad de culturas, la solución política y convivencial ha de ser federal"

- Recientemente he mencionado en algunos escritos tres vectores para construir alternativa a una monarquía sin crédito –y a un desgastado “régimen del 78”, a ella vinculado en España-. Esos tres vectores, entrelazados en sus dinámicas, son laicidad, federación y república. En realidad pueden verse contrapuestos a aquellos tres polos del conservadurismo monárquico, “Dios, Patria y Rey”, que en España fueron recogidos con énfasis tradicionalista por los carlistas frente a la rama del borbonismo isabelino, luego fracasado como monarquismo liberal; pero a la postre esos polos tradicionalista han impregnado la cobertura ideológica de una monarquía no desprendida del nacional-catolicismo, atada a un nacionalismo españolista con nostalgias imperiales e hipotecada por una concepción de la Corona no liberada de resabios absolutistas. Diremos que, salvo excepciones, las derechas españolas, sea en la versión PP o en la ultra de Vox, permanecen adictas –habrá quien diga que también por intereses- a ese conservadurismo monárquico, con esas referencias en su imaginario.

Pues bien, necesitamos no solo Estado que sea por fin efectivamente laico, sino un principio de laicidad que empape la vida democrática de nuestra sociedad, lo cual además no tiene que ver sólo con separación entre Estado e iglesias, y con libertades e igualdad de ciudadanos y ciudadanas, sino también con una idea laica de soberanía que acompañe a una efectiva desacralización del poder y desmitificación de lo nacional.

Igualmente, en un país de pluralidad de naciones y diversidad de culturas, la solución política y convivencial ha de ser federal: Estado federal plurinacional, donde pueda articularse el “pluriverso” de las realidades políticas hispanas en torno a un renovado pacto constitucional –tarde o temprano, y mejor si no nos demoramos-; puede decirse que necesitaremos proceso constituyente. Y con mimbres madurados en esas direcciones podemos articular alternativa republicana que implique, ciertamente, la república como forma de Estado. Muchos dirán que es imposible. Otros decimos ya que lo que parece imposible es necesario.


Fuente → cuartopoder.es

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