La Monarquía espejo de la transición
 
 
La Transición es tan falsa y corrupta como la propia Monarquía, no ha traído la regeneración democrática y cultural tan necesaria en cualquier estado que pretenda dotar a sus ciudadanos de bienestar tanto económico como social y romper con el lastre de un rancio y triste pasado
 
La Monarquía espejo de la transición

Dice el acervo popular –que lo que no puede ser no puede ser y además es imposible–, viene a confirmar y desmontar una vez más que lo que intentaron vendernos, han seguido vendiéndonos e intentan seguir haciéndolo; que no es otra cosa que las bondades de lo que dieron por llamar «transición modélica», diseñada e ideada por los que de la noche a la mañana se transformaron en demócratas de toda la vida y además se otorgaron la potestad de repartir el label de demócratas a los que les viniera en gana con una única condición, que no incordiaran ni refrescaran sus conciencias.

Pues bien, como expresa el dicho: «aquellos polvos traen estos lodos», por cierto origen de controversias debido a la falta de acuerdo en su paternidad y contexto, aunque parece ser que la que cobra más relevancia es la atribuida a un famoso auto de fe que la Inquisición celebró en Madrid en 1784 condenando a la hoguera por brujería a ciudadanos imputados por la elaboración de polvos afrodisíacos, que no polvos reales. Una más de las muchas atrocidades que ejecutaron en aquella época siniestra la iglesia en comandita con el monarca de turno, por cierto, ¿alguien pidió o ha pedido perdón?

Pero volviendo al meollo de la cuestión, su idolatrada transición del 78 necesitaba ser vestida, vamos un icono, y hele ahí que los demócratas de toda la vida diseñan una Constitución, ese tótem sagrado inamovible excepto cuando los asuntos dinerarios lo requieren, y que la teoría dice que debiera ser un conjunto de principios, normas y reglas que pretenden establecer un Estado de Derecho... Pero, diseñan una Constitución que ya nace viciada en sus orígenes solo con ver su título preliminar en su artículo 1 punto 3: –la forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria– (sic).

Una Constitución donde en su titulo ll lo dedica integro a la Corona, desde el articulo 56 al 65, y donde nos dice entre otras muchas más zarandajas que: –El rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad... donde asume la más alta representación del Estado español–, –Su título es el de Rey de España–, –La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad–, –La corona de España es hereditaria en los sucesores de SM D. Juan Carlos de Borbón l legítimo heredero de la dinastía histórica–.

Estas son solo unas perlas de todo un articulado que no tiene desperdicio al objeto de legitimar y homologar a un monarca que, no nos olvidemos, fue impuesto por un Dictador y blanqueado por unos personajes de lo más sombríos de la dictadura en consenso con otros a los qué reconociendo su oposición al régimen y su lucha no exenta de sacrificios personales, con consecuencias trágicas en algunos casos y penales en otros fruto de la enorme represión dictatorial contra la disidencia, renunciaron a sus principios y valores republicanos a cambio de recompensas que colmaran sus ambiciones individuales y políticas en los más, y por falta de confianza en las reivindicaciones de la sociedad en los menos.

Con estos mimbres diseñaron una transición a su medida e intereses, más con vocación de parche temporal que dé solución definitiva a los problemas y conflictos que mantenía, y sigue manteniendo el Estado español con las diferentes naciones integradas por la fuerza de las armas dentro de su ficticio imperio. Las analogías de la monarquía con lo que llaman espíritu de la transición son más que evidentes: anacronismo, negación de derechos, machismo, clasismo y escaso por no decir nulo perfil democrático. Lo vemos a diario con las sentencias y políticas de venganza contra todo aquel que ose cuestionar los principios sacrosantos de su Constitución, no nos olvidemos que los tribunales que en el franquismo se llamaban de orden público solo cambiaron el nombre no su ideología, estructura ni su poso inquisitorial. ¿Alguien todavía cree en tan manoseada independencia judicial?

Y de esos polvos estos lodos, una constitución tan falsa y tan corrupta como los discursos del emérito, al que ahora todos critican e intentan sacar sus trapos sucios como si ello fuera nuevo y no viniera de estirpe de siglos atrás. Son los mismos que justificaban y reían sus gracias considerando su «campechanía» como el mayor activo para ser el jefe del Estado, por supuesto sin entrar nunca en su antidemocrático cargo ni oscuro pasado, 23F, política exterior, etc. Lo que uno no se explica es porque por las mismas razones no escogieron para el cargo a un Manolo del bombo cualquiera, hubiera salido mucho más económico, con amortización más rápida en él tiempo y menos gravosa.

Tampoco hay que olvidar, para lo cual no debemos cansarnos en recordarlo, que esta constitución que se utilizó como ariete y sostén legitimador de la tramposa transición, no fue aprobada ni aceptada en Euskal Herria al no recoger los derechos legítimos que como nación le corresponden y por suponer una continuidad más o menos edulcorada del anterior régimen impregnado de nacionalcatolicismo.

La conclusión es clara, la Transición es tan falsa y corrupta como la propia Monarquía, no ha traído la regeneración democrática y cultural tan necesaria en cualquier estado que pretenda dotar a sus ciudadanos de bienestar tanto económico como social y romper con el lastre de un rancio y triste pasado.

Sin más dilación es el momento por una parte de prescindir de personajes ociosos y sin ningún tipo de valor más propios de comedias que de jefaturas de estado y por otra de reformar una constitución que cercena derechos individuales y colectivos, a la vez que perpetúa parásitos. Y no nos confundamos no se trata de monarquía o república, aunque algunos pensemos que este es un sistema más justo y democrático, sino de libertad, pluralismo, igualdad, tolerancia y decencia.


Fuente → naiz.eus

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