
Hace unos cuantos años un programa de TV preguntaba a adolescentes,
por las calles de España, quién había sido Franco. Se comentó un poco en
la prensa la desconcertante ignorancia juvenil. Tal vez el programa
hizo una criba y mostró las respuestas más ignorantes en aras de crear
polémica (el fruto del preciado jugo de la audiencia), pero no importa
mucho y permítanme hacer un salto con voltereta: la memoria histórica no
es solamente saber qué sucedió en el pasado, cómo y con qué
protagonistas, sino tener suficiente conocimiento para forjarse una
opinión del “porqué”.
Los defensores de la idea de “Nación España”, nos hablan siempre de
la Constitución. De hecho, a los catalanes contrarios a la independencia
no se les llama “unionistas” o “españolistas”, sino
“constitucionalistas”. Y ello no es, simplemente, porque la Constitución
sea la responsable de la unión (garantía que recae en manos del
ejército y no del pueblo) sino porque la Constitución se ha convertido
en la única justificación cuando, ante una pregunta, no hay argumentos o
no se quiere argumentar una respuesta. Así ocurre ante la pregunta del
independentismo catalán o ante la del republicanismo.
La cuestión no es cuánta gente participó en el referéndum del 78, ni
cuántos votaron a favor o en contra de la Constitución. La cuestión es
cuál era el momento presente en 1978 y cuál era su pasado reciente
(Guerra Civil y 40 años de dictadura fascista). La cuestión es si había
alternativas a esa Constitución, si se debatió democráticamente, si la
gente que votaba realmente decidía alguna cosa o solamente se lo
parecía, o si hubieran votado cualquier cosa con tal de salir del
franquismo. La cuestión también es si se propiciaba una democracia como
la alemana para que el gobierno español se responsabilizase de lo que se
hizo en dictadura (como el gobierno alemán indemnizó a judíos
admitiendo su responsabilidad estatal); si, como en esa democracia
alemana, se prohibía el proselitismo del fascismo (franquismo).
En España, tras la muerte natural del dictador y apartado previamente
su posible sucesor (Carrero Blanco), un partido político fue el
heredero de los políticos fascistas, que pasaron a ser demócratas de un
día para otro como si nada. Jueces, policías, continuaron siendo los
mismos, con el mismo poder. El nepotismo (¡comprobable! y no hay espacio
aquí, pero pone los pelos de punta) en la judicatura y altas esferas
del Estado permite ver que, aun con las alternancias propias de estos 40
años de democracia, parte de las estructuras continúan en manos de los
mismos.
La Transición fue el gran engaño al pueblo para que una parte del
poder no cambiase de manos al pasar de la dictadura fascista a la
democracia. ¿Durante cuántos años, absolutamente todos los medios
mayoritarios han insistido en que la Transición era un ejemplo para el
mundo? ¿Tal vez la intención era que nadie del pueblo la pusiera en
duda? ¿Son los mismos medios que siempre cierran filas alrededor de la
Casa Real?
Bajo este “constitucionalismo” se esconde un pueblo sumiso y
aletargado. Un pueblo que permite que, en aras de defender una
constitución (que en nuestro caso es defender el establishment de un
sistema), se vulneren Derechos Humanos o se robe tranquilamente. ¿Creen
que desde otros países se ve normal la vulneración de derechos a Otegui y
que la sociedad española le sea igual por una cuestión ideológica?
¿Creen que toda esta corrupción del rey, su huida con el respaldo y
apoyo de medios y partidos y del mismísimo gobierno, no la contemplan
con estupefacción?
Bastantes piensan que las consecuencias las padecen aquellos que
disienten o que desobedecen, como los presos políticos catalanes (al fin
y al cabo, poco más han hecho aparte de disentir y desobedecer), pero
eso no es del todo cierto. Las consecuencias las sufre toda la sociedad
española, su economía corrupta, el bajo nivel educativo, la
irresponsabilidad de los altos cargos (empezando por la Casa Real),
pero, sobre todo, lo que esta Transición o continuación causó, es que la
sociedad del Régimen del 78 continúe siendo lacaya y súbdita,
aletargada y poco democrática, dando la espalda, incluso, a aquellos que
se atreven a alzarse de una manera pacífica, pues no se puede pretender
que la sociedad no tenga nada que ver con aquel sistema donde está
inmersa.
El hecho de vivir en un Sistema (en este caso, “Régimen 78”) debería
implicar reconocer que, dentro de este, todo está relacionado. No hay
hechos o sucesos sociales que estén aislados los unos de los otros, pues
la definición de Sistema implica algún tipo de vínculo o unión de los
constituyentes (¡!) del mismo. Por ejemplo, no hay que pensar que la
monarquía o la Casa Real son un ente aparte sin causas o consecuencias
en el resto del sistema social, y tampoco son hechos aislados las
sentencias de cáliz político del Tribunal Superior o del Tribunal
Constitucional. Pretender, tal como hacen los políticos de los partidos
constitucionalistas, que se puede desligar una cosa de la otra es contra
natura. Y eso es lo que ocurre cuando Pedro Sánchez asegura que el
exilio o fuga de Juan Carlos I refuerza a Felipe VI, o el PP da las
gracias a Juan Carlos I por “defender” la democracia durante tantos
años. No solamente es ridículo en un momento que todos sabemos que es un
presunto ladrón, sino que es ofensivo la consideración que tienen sobre
la talla intelectual del pueblo, sea afín a su partido o no. Lo mismo
referente a no considerar todas las sentencias políticas del Tribunal
Supremo y no escandalizarse cuando un tribunal internacional te dice que
no se han respetado los Derechos Humanos, como si las sentencias de
Tribunal Supremo fueran en Madagascar.
Estos meses estamos viendo como bastantes países europeos son
reticentes a ayudar económicamente a España. Los medios y políticos
españoles transmiten la opinión que esos países son insolidarios,
egoístas, incluso supremacistas (¿les suena?). No vamos a considerar si
esto es cierto o no, pues me parecería una hipocresía hacerlo sin tomar
en cuenta nuestra posición respecto a nuestra solidaridad con los
migrantes sirios o las necesidades de Senegal, por ejemplo, pues la
moral no se circunscribe solamente a aquello que nos interesa. Lo que es
un engaño es extraer esas reticencias de ayudar a España del lugar
donde se producen: el sistema europeo, donde los hechos también se
relacionan los unos con los otros. Me explico: dentro del sistema
europeo existe el conocimiento del derroche de fondos en líneas del AVE y
aeropuertos innecesarios, existe el conocimiento que PP y PSOE (por
ende, la estructura del Estado) son dos de los partidos más corruptos de
Europa sin prácticamente consecuencias, existe el conocimiento que el
exjefe de Estado (Juan Carlos I) robaba y era corrupto y evasor fiscal y
que casi se le aplaude y se le facilita una huida. Todo esto (y mucho
más) es parte de los vínculos existentes entre España y el resto de
Europa, y no pueden ignorarse, porque los otros países no lo ignorarán a
la hora de valorar si se ayuda a este país con su dinero.
Me he referido al “Sistema Régimen del 78”, pero esto no es
exactamente cierto: con Régimen del 78, más bien me refiero a la
estructura del sistema, que no es lo mismo. Por ello, a veces se puede
tener una visión moderna, demócrata, liberal y culta de España, sin que
tal visión sea falsa y contradiga todo lo anterior. La estructura es
algo que queda más oculto, tras esta piel que a veces es moderna y a
veces tradicional, a veces liberal a veces reaccionaria, como en tantos
otros países con una sociedad diversa… pero que no tienen los restos de
40 años de dictadura fascista inseridos en su estructura. La Transición
pretendió cambiar el sistema dictatorial por el sistema democrático,
pero manteniendo una gran parte de su estructura (el poder judicial,
gran parte del policial y ejército, gran parte de la élite económica y
funcionarial). Pretender que esto no afecte a la sociedad, es de ilusos.
A ustedes les puede caer mal o bien Otegui, pero que el Tribunal
Supremo tenga que anular su condena a instancias del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos, no puede ser que se asuma como algo normal. De hecho,
no se asume como algo normal o anormal, simplemente no se tiene en
consideración, igual que todas las asociaciones internacionales que
condenan la prisión de los presos políticos catalanes (en especial la de
los Jordis). Pero en España no pasa nada. ¿Por qué? Porque todo el país
sabe que estas sentencias del TS poco tienen que ver con impartir
justicia o no, sino que son decisiones políticas. Y a la mayoría, ya les
está bien. En el fondo, el TS decide (políticamente) por ellos, algo
muy parecido al sistema monárquico que decide por ellos quién es el jefe
del estado. Díganme si no creen que todo esto está relacionado con 40
años de dictadura, díganme si no creen que esto no se cambia si no es
rompiendo con el régimen del 78 y cambiando y renovando sus estructuras
(y, espero, los catalanes intentándolo por nuestro lado, sin reyes ni
princesas ni dragones, pero con Jordis rosas y libros).
Hay una serie de estructuras del Estado que impiden la evolución
social del Sistema. De nuevo, no me refiero a algo teórico o abstracto:
véase las innumerables leyes de protección social del gobierno de
Cataluña (aprobadas por su parlamento) que han sido anuladas por el
Tribunal Constitucional (desconozco hasta qué punto, en el resto de
España, es sabido este dato y la gran cantidad de leyes sociales
anuladas). Las estructuras del Estado funcionan mediante mecanismos, los
cuales no interfieren de la misma manera en el Sistema. Por ejemplo, la
policía como mecanismo para aplicar la ley, puede funcionar mal (el
ejemplo de los policías racistas en USA) y eso afecta el sistema social,
pero lo hace de una manera superficial (por ello las revueltas
antirracistas en USA contra estas actitudes policiales nunca acaban de
tener consecuencias profundas). En cambio, el mal funcionamiento del
mecanismo judicial sí tiene consecuencias profundas: desde tantos años
permitiendo el proselitismo de la Fundación Franco a destituir un
gobierno legítimo como el de Puigdemont y evitar que tantos candidatos
puedan presentarse. Fíjense que Puigdemont sí pudo presentarse a las
europeas porque la estructura judicial europea (Alemania, Bélgica,
Suiza, Escocia) no tiene un mal funcionamiento (utilizar el mecanismo
judicial como defensor de una idea política).
Un pueblo que no tiene acceso a la supervisión de tales mecanismos
sufre un distanciamiento democrático, cosa que comporta un desinterés y,
a la larga, un deterioro de la democracia. Se aplica la transparencia a
la vida privada (por ejemplo, un reportaje filmando una cena de Felipe
VI con su familia) y se mantiene la opacidad de lo que debería tener una
visión pública (por ejemplo, las cuentas de la Casa Real a todos los
niveles). Es decir, se entretiene con la superficie para que no se vea
el fondo. Otro ejemplo sería que se precipitó la dimisión de Cifuentes
centrando toda la atención pública en que robó dos cremas en el súper…
Referente a la huida, viaje, exilio o lo que deseen del anterior Jefe
de Estado, el presidente del Gobierno Pedro Sánchez, soltó: <<no
se juzga instituciones, se juzga personas>>, en aras de proteger
la Casa Real y a Felipe VI. No obstante, la persona Juan Carlos ha
realizado supuestos delitos no solamente al amparo de la institución,
sino gracias a esta, condición indispensable de cobertura y privilegios.
Añadiendo que tal persona no ha accedido al cargo institucional
mediante concurso meritorio o el voto, sino por ser quién es, así que
“la persona es la institución y la institución es la persona”. Y aquí
quedan desnudos los que se han pasado años diciendo “yo no soy
monárquico, soy Juancarlista” y que ahora pretenden defender la
monarquía evitando al tal Juan Carlos. Todo es lo mismo: el problema es
que te represente alguien que no ha votado nadie y que, encima, tenga
enormes privilegios por encima de los demás. El problema es que el
comportamiento corrupto está inserido en gran parte de las estructuras
del Estado y, los que se nutren de ello, la mejor manera de continuar
haciéndolo es protegiendo este régimen.
En el fondo, son (somos) todos rehenes del Régimen del 78. Casi toda
la clase dirigente política, funcionarial, policial y judicial viven de y
por este Régimen. Por ello no van a mover ni un dedo por cambiarlo si
no se ven obligados por el pueblo. Pero este pueblo, aletargado y
sumiso, acostumbrado a que decidan por él, difícilmente hará nada. Como
catalán, pues, apenas queda la esperanza que el movimiento
independentista se sacuda algunos vividores y, abrazando el máximo de
sociedad, se atreva a la revuelta (condición, hoy por hoy,
indispensable, y a tratar en el siguiente artículo).
Fuente → diario16.com
No hay comentarios
Publicar un comentario