El Régimen del 78 gana tiempo propiciando la fuga borbónica
 
El Régimen del 78 gana tiempo propiciando la fuga borbónica

Resuena en estos días la “indignación” por los mangoneos del Borbón. Y comprendemos que entre el pueblo crezca la indignación justamente por ello. Pero en este reino un militante revolucionario, o sencillamente progresista, debería estar sobre todo preocupado por los retrasos en cuestionar en origen al régimen del 78, mucho más allá de sumarse a esa (bienvenida, pero demasiado tardía) actual indignación generalizada. Así que nos conviene resaltar de esa ridícula y pactada fuga lo que supone de suma debilidad política que -como nos enseñaba un tal Lenin cuando nos decía que solo podemos ganar aprovechándonos de la debilidad política del enemigo- nos anime a ajustar cuentas por fin con el dichoso régimen que nos dictaron hace demasiado tiempo y que tanto dolor silenciado ha causado en quienes desde el origen se mantuvieron firmes en la ruptura con el franquismo.

Porque, sí, lo sucedido es síntoma de debilidad. Y a varias bandas. Incluso ellos lo admiten. Baste ver el reciente editorial de su órgano de prensa de referencia cuando versa sobre el contexto de crisis diversas en que se da la operación de “alejamiento” del ex-emérito. Pero no es suficiente con que los de arriba estén débiles… Los de abajo deben darse por enterados de la verdadera esencia y extensión de su debilidad. Y desde luego que no colabora con ello el que los de Iglesias nos recuerden que, aunque estaría muy bonito y juvenil eso de acabar con la monarquía, la aritmética parlamentario-institucional del régimen lo hace imposible; en definitiva, no nos viene bien que, más allá de gestos, se esté avalando y enfriando de facto la indignación con el consabido y paralizante “todo está atado y bien atado”. Como tantas otras veces, es el centroizquierda el que mejor trabaja por la estabilidad del poder, sobre todo en tiempos de… inestabilidad. ¡Qué bien lo sabe el propio Fugado desde los años largos del felipismo!

Ciertamente es tanta la debilidad en términos de legitimidad de este régimen, más aún ante el cruce de las mencionadas crisis varias de las que se lamentaba El mismísimo País, que incluso los postureos críticos internos no complacen (ver su editorial de este 5 de agosto subtitulado “La profundidad de las crisis que afronta España no permite complacencias”). Así, hasta el discurso republicano de un Podemos que no puede olvidar (también para seguir colocado institucionalmente) que se sirvió de la movilización popular para auparse, hasta ese discurso, molesta y granjea los odios del búnker del 78; un búnker que, ante la gravedad de esas crisis que vienen, no quiere ni siquiera cierta inestabilidad política que cuestione de boquilla la forma de Estado y pueda desbordarse en la calle.

Pero precisamente a nivel de calle lo que realmente debemos remarcar es que Podemos hace esto alimentando algo contraproducente e inaceptable: la impotencia. ¿A qué viene aludir a “mayorías y aritméticas parlamentarias”, cuando es esa misma aritmética lo que precisamente debe ser cuestionado en origen? El búnker (ampliado) del 78 ha ganado tiempo propiciando la fuga borbónica; ¿acaso los recién llegados de Podemos no nos lo hacen perder aludiendo a las aritméticas parlamentarias? Por cierto, unas aritméticas que les permiten calcular cuándo pueden (y cuándo no) distanciarse de su socio de gobierno sin cuestionar… la gobernanza a toda prueba de tragasapos.

Una izquierda revolucionaria no se dedicaría a constatar una y otra vez lo que evidentemente “no se puede” cambiar, sino a hacer evidente la necesidad ineludible de cambiarlo. Y un verdadero liderazgo popular aprovecharía la debilidad actual para sumarse al bando de los que suman fuerza por la impostergable ruptura tanto tiempo… postergada. Pero ya vemos que los hay que han elegido decirnos que todavía “no Podemos”. Tras tanta soflama inicial, van haciéndose -no sin codazos- su hueco en el régimen (eso sí, con buenas intenciones y porque “no puede hacerse otra cosa”).

Ellos verán. Por nuestra parte, aprovechemos la protesta popular contra el enjuague borbónico y formemos parte de ella, pero avisando de que no podemos acogernos a las aritméticas del sistema si de lo que se trata es justamente de superarlo. Y de que lo que realmente preocupa a los poderes fácticos no es un debate o un referéndum para elegir entre monarquía o república. La oligarquía ha amasado capital (e incluso ha practicado las más bananeras de las corruptelas) en regímenes republicanos como Italia, EE UU o como en esa Francia de la Françafrique que tanta podredumbre adosó a los currículos de los presidentes (muy republicanos pero poco eméritos) Mitterrand o Chirac.

A estas alturas el quid de la cuestión vital no atañe a la forma de Estado… sino al sistema. ¿O hablando solo de los mangoneos del emérito nos van a “mangonear” otros el verdadero debate, como hicieron en el 78? Ya que llegamos décadas tarde a lo que debió ser cuestionado en origen, al menos tengamos la inteligencia de matar a dos pájaros de un tiro y luchemos para que los banqueros-parásitos y su cohorte del Ibex tengan que salir corriendo detrás del Borbón y su corte. La que se avecina, efectivamente, a varias bandas así lo exige. ¿Verdad que sí, señores de El País?
 

Fuente → insurgente.org

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