
¿Abuso de poder o simples escándalos monárquicos? Su obsolescencia al descubierto / María Luisa Ramos Urzagaste:
Gastos
excesivos y sin control, infidelidades, no rinden cuentas a nadie de
sus actos, acusaciones de recibir coimas y hasta escándalos deshonrosos,
son los titulares que a menudo hacen referencia a algunas monarquías
europeas. No fueron elegidos por el voto popular, pero ostentan un gran
poder. ¿Por qué entonces se sostienen?
Los escándalos
del rey emérito de España, Juan Carlos I, son innumerables y a cual más
vergonzosos, pero eso no ha hecho dudar a la familia, que ha cerrado
filas para protegerle
y protegerse, e incluso han evitado comentar el paradero del padre del
rey, que se vio obligado a escapar de España porque la Fiscalía del
Tribunal Supremo investiga el caso de presunto cobro de comisiones ilegales procedentes de Arabia Saudí.
Entre los más sonados excesos de don Juan Carlos I hay que recordar
que, en 2012, mientras España se debatía en una profunda crisis
económica y social, el entonces rey haciendo gala de sus dotes
depredadoras, se fue a cazar elefantes en Botsuana y si no hubiese sido por el resbalón que le ocasionó que se rompiera la cadera, nadie se habría enterado del hecho.
Algunos cientos de kilómetros más allá, en el Reino Unido, el príncipe Andrés,
hijo favorito de Isabel II, hizo noticia este tiempo no por lo que hace
a favor de su país, sino por su cercanía con el fallecido Jeffrey Epstein,
acusado de cometer varios crímenes sexuales, y que, según alusiones, en
esos actos contra menores se encontraría directamente involucrado el
miembro de la aristocracia británica.
Esas son apenas unas pinceladas de las acciones de algunos miembros
de esas instituciones que ostentan mucho poder pero que, a pesar de que
cuentan con detractores, una importante parte de ciudadanos europeos los
admira y los ama, mientras otra los consiente.
En el caso de Juan Carlos I muchos son los que toleran al macho que no sabe controlar su genitalidad y justifican su machismo y utilitarismo
debido a su "debilidad por las mujeres", peor aún los escándalos pronto
se olvidan, pues predomina al final lo que se cuenta en libros y
documentos oficiales, sobre su rol en la transición democrática de
España.
La familia real y la iglesia
La figura de la reina madre en las actuales monarquías juega un papel
fundamental, como pilar de la familia, que, a pesar de los escándalos
del marido o del hijo, se mantiene incólume. Tanto la reina Isabel II
como la reina Sofía en España, por ejemplo, cumplen a rajatabla su rol
histórico, que ante todo es el de sostener el linaje, el poder de su
monarquía y sus privilegios a cualquier precio.
En la familia que resiste todo, unida en los escándalos maritales o
de tipo financiero e incluso con hechos que involucran delitos contra
menores, todo se perdona o se encubre a fin de sostener el poder. Las mujeres son figuras muy bien elaboradas para llamar la atención.
Porque lo estético importa muchísimo en nuestras sociedades del
consumismo. Con detalles que van desde los sombreros de Kate, los
coloridos vestidos de la reina Isabel II o la figura y ropa de Letizia, todo vale y sirve.
De
pueblo nada tienen, pues históricamente surgieron porque se hizo creer a
la gente que son "los llamados por Dios a dirigir sus súbditos" por su
sangre, su alcurnia y tiene el derecho divino de estar en la punta de la
pirámide, para gobernar.
Las monarquías no son instituciones democráticas, no
las eligió el voto popular y son la forma de gobierno más antigua de la
historia de la humanidad y persisten sin importar el sistema de
producción predominante, ya sea esclavismo, feudalismo, capitalismo.
Es una élite que ha sabido adecuarse, junto a la iglesia, a los grandes cambios. Pero siempre manteniendo sus privilegios
y su rol directriz en los destinos de millones (valga aclarar aquí que
no es lo mismo creencia religiosa, o la creencia en un ser divino,
llámese Dios, respecto de la iglesia, como institución terrenal con sus
estamentos, poder financiero y sus normas).
La iglesia les otorga el aura de seres sagrados y de ese modo se les
posiciona por encima del populacho, como seres intocables, inmunes e
incuestionables. Por eso ambas están estrechamente unidas.
En varios países, fundamentalmente en los europeos, se mantienen
varias formas de monarquía, como la monarquía parlamentaria que es un
híbrido bastante extraño entre democracia y monarquía, que le permite al
rey o reina, su familia y toda su corte, disfrutar de muchos
privilegios.
¿Cómo y por qué son aceptados?
Se utiliza una serie de recursos históricos, simbólicos y culturales para lograr el sometimiento de sus súbditos. El poder, según el filósofo francés Michel Foucault, no es algo que se posee, sino que es algo que se ejerce, es una estrategia.
El poder manipula a las masas, utilizando varios instrumentos, como
la educación, que no es neutra ni mucho menos. En el proceso de
formación de los ciudadanos cuenta mucho lo que se enseña y la forma en
que se cuenta la historia, pero también es vital lo que no se relata.
Así, el
imaginario colectivo se forma por la influencia de acciones deliberadas,
mayormente sutiles, a las que contribuyen la educación en la escuela,
la universidad, la transmisión oral, los distintos medios electrónicos,
el cine, la publicidad, etc. mediante los cuales se destruyen,
reconstruyen o construyen ideas, imágenes, que luego se vuelven íconos.
Algunos hechos incluso son manipulados de tal manera que luego quedan
como verdades absolutas que raramente se cuestionan.
Bajo ese influjo, mucha gente ve en ellos (la familia monárquica) la imagen de lo que quisieran ser, ociosos, bellos, deseables, en sus palacios e incluso con sus excentricidades.
Las monarquías, para muchos ciudadanos, son los impulsores y
herederos de la historia de esos países, historia de guerras,
conquistas, dominio y cambios sociales. No solo en los textos, sino
también en el imaginario popular se instalan como necesarios factores de
unidad y estabilidad e incluso neutralidad.
Se dice que son apenas símbolos sin poder, pero no es cierto. Vale aquí por ejemplo recordar el caso del rey Balduino de Bélgica,
quien hace unos años atrás se vio en la necesidad a renunciar al trono
durante 36 horas aduciendo objeción de conciencia porque era contrario a
despenalizar el aborto en su país, que había sido aprobado mediante ley
en el Parlamento y el Senado belga.
En el caso de España, su constitución
define que el rey es el jefe del Estado, símbolo de su unidad y
permanencia. Asume la más alta representación del Estado español en las
relaciones internacionales y dispone que la persona del rey es
inviolable y no está sujeta a responsabilidad, pero además ejerce el
mando supremo de las Fuerzas Armadas y le corresponde declarar la guerra
y hacer la paz, previa autorización de las Cortes Generales.
Fueron innumerables los escándalos y desmanes de don Juan Carlos I
que le llevaron, primero, a hacerse a un lado y a ceder el espacio a su
hijo don Felipe VI y, ahora, a esfumarse del territorio español. El rey y
la monarquía en general resisten la actual situación, pero habrá que
ver por cuánto tiempo.
Pablo Iglesias, el partido del vicepresidente segundo de España, Podemos, tiene claro que por ahora no puede apostar por la eliminación de la monarquía,
porque la actual coyuntura política no favorece el cambio, pero está
decidido encaminar algunas medidas tales como la transparencia de las
cuentas de la Casa Real, retirar la condición de rey emérito a Juan
Carlos I, se conozca el patrimonio de sus miembros y que el país sea
informado sobre cualquier viaje privado.
Por ahora el Gobierno español de Pedro Sánchez descartó un hipotético referéndum
sobre la monarquía, mientras que su socio principal, Podemos, es
víctima de un inusitado ataque por supuesta corrupción. El partido de
Pablo Iglesias ha denunciado
que las acusaciones en su contra solo buscan sacarlos del Gobierno y
evitar que sigan hablando de los escándalos de la monarquía.
Ojalá esos escándalos monárquicos no pasen a ser simplemente
titulares de la prensa rosa, pues el pueblo español y británico ameritan
más que eso, más aún cuando se habla de delitos penados por ley.
Mientras tanto, Europa, con esas sus monarquías parlamentarias
incluidas, a menudo levantan la voz para darnos dizque lecciones y
cátedra de democracia e incluso no les tiembla la mano para castigar
financiera y económicamente a países, donde a su criterio no hay
democracia.
Fuente → mundo.sputniknews.com
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