

A la vista de
algunas críticas sobre mis artículos, donde pongo en duda si Juan Carlos I
tiene o no derecho a la inviolabilidad, permítanme que les muestre el artículo
titulado: Borbones,
bolsillos y braguetas, cuyo autor y editor es José Mari
Esparza Zabalegi, que se publicó en Las
Noticias de Guipúzcoa en fecha
17(03/2020. Creo que la gente tiene derecho a saber su historia reciente y así
poder opinar.
Los reyes
puteros salen caros a sus súbditos. Más aún si son de la saga reinante, que
tiene dos focos insaciables debajo de la cintura: los genitales y los
bolsillos. En España se accede a la Jefatura del Estado por vía vaginal y de
ahí su obsesión por ser sementales y ricos. Así que, igual que los caballos de
raza, hay que estudiar su pedigrí histórico para entender, por ejemplo, el
reciente lío del cobro de comisiones por Juan Carlos y el desvío de 65 millones
a una amiguita alemana. Es un Borbón y basta. Lo lleva en los genes.
Su
ancestro, Fernando VII, hijo vete a saber de quién, vista la confesión de su
madre antes de morir, se casó cuatro veces, con una prima primero, con una
sobrina después y con otra sobrina finalmente, de la que nació Isabel II. Ésta,
que era pellejo de mancebía que tanto
ridiculizaran los hermanos Bécquer en Los Borbones en Pelotas, se casó al final con un doble primo,
apodado Paquita por homosexual. Uno de sus 10 hijos, nacidos de diferentes
amoríos, fue Alfonso XII, llamado el Puignontejo por ser hijo de Puig Moltó, un
teniente catalán que, aunque cortó la trasmisión de la supuesta sangre real, si
aportó algo de prestancia física a una familia tarada de endogamia.
Alfonso XII
se casó con una prima primero, y con una monja después. Se afamó entre las
bambalinas de los teatros, persiguiendo actrices, cantantes y cabareteras. Los
agentes del Estado no daban abasto para encubrir, con la manta del talonario,
los escándalos de su desaforada pilila. Las citas con la cantante italiana Adelina
Borghi, llegaron a suponer tal problema de Estado que el presidente Cánovas la
puso en la frontera francesa con una generosa jubilación. Aquellas meretrices
reales costaron caras al vasallaje.
Alfonso
XIII, abuelo de Juan Carlos, tuvo seis hijos y al menos otros tres bastardos.
Más que mujeriego, era adicto a la pornografía, sobre todo al cine porno, hasta
el extremo que se creó una productora para abastecer a la casa real, la Royal
Films. En el libro Hasta la coronilla.
Autopsia de los borbones de Iñaki
Errazkin, se cuenta que Anita Loos, la guionista de Hollywood famosa por su
película Los caballeros las prefieren rubias, fue invitada por Alfonso XIII y
en la conversación salió el caso de Fatty Arbuckle, el conocido cómico del cine
mudo, caído en desgracia cuando en una orgía sexual dicen que violó a una
chica, Victoria Rappe, con una botella de champán y murió dos días después.
“¡Qué mala suerte, eso le puede pasar a cualquiera!” dijo el Borbón, comentario
que Anita incluyó en sus memorias (Adiós a Hollywood con un beso) y que dice
todo de la vida privada del Borbón y de su ideal del sexo.
En 1931 el
rey y su familia salían al exilio, echados a patadas por un pueblo harto de sus
borbonadas. Con el rey iba su hijo Juan, padre de Juan Carlos. “Un rey solo
puede estar en el trono, en el cadalso o en el destierro”, dijo en 1978 a la
revista Interviú. A él le tocó el destierro pero muchos se arrepintieron de no
haber puesto a trabajar la guillotina en aquella primavera republicana.
En el
destierro, Juan de Borbón, hijo de Alfonso XIII, se casó con una prima (¡prima
otra vez!) y de esta unión nació Juan Carlos. Don Juan se ofreció a Franco en
1936 para “salvar a España”, consumió mares de güisqui y siguió la tradición
lujuriosa de la saga, aunque al estar fuera de España no tuvo que andar el
Estado tan pendiente de lavarle las sábanas.
Vean a
continuación el juramento que hizo Juan Carlos reconociendo lealtad a Franco y
a los principios del movimiento nacional y demás leyes del reino.
Franco
prefirió a su hijo como sucesor suyo y le hizo jurar, varias veces sobre la
Biblia, que seguiría fiel a su régimen. Y ahí lo hemos tenido, un perjuro. Rey
de la democracia a “la española”. Todos hemos sido testigos de su trayectoria:
en cuanto al bolsillo, en pocas décadas se hizo con una de las más grandes
fortunas de Europa, con oscuras gestiones y tráfico de influencias. En cuanto a
la bragueta, es inmensurable lo que costó al erario público. Cuentan que desde
joven osciló entre el glamour y la sordidez. Ergo, entre la nobleza y los
prostíbulos, señoritas de compañía y aves de paso. Buena parte de ellas
cobraron sus tarifas, acrecentadas por la necesidad del Estado de socapar los
escándalos.
Una de
ellas, la vedette Bárbara Rey, negoció su silencio y en lugar de la asignación
mensual que ya disfrutaba, entregó el material sensible que tenía a cambio de
cantidades al alza, que se cifraron en cuatro millones de dólares. Marta Gayá
se llevó dos millones. A Corinna le
investigan 65 millones, que según dice “los recibió del rey Juan Carlos por el
cariño que le profesaba”. Me alegro por ellas. Se lo han ganado. Ha tenido que
ser muy desagradable tener encima a ese mata elefantes.
Seríamos
igualmente republicanos si los borbones tuvieran la talla de filósofos griegos
o sabios renacentistas. Aunque fueran austeros y honrados, no dejaríamos de
proclamar que la monarquía es rémora medieval, antítesis de democracia. Pero
soportar a estos borbones ha sido la peor de las humillaciones.
Por eso, ser
republicano e independentista no es una mera opción política: es una actitud
vital, pura higiene moral. Cuando en una nueva versión del “¡Vivan las cadenas!”, hasta el PSOE proclama que en esta monarquía
están representados los valores republicanos, está claro que con España no hay
futuro. Nuestro mundo no es de ese reino. Quédense ellos con sus amados
borbones, sus insaciables bolsillos y sus voraces braguetas.
Vean las
afirmaciones del catedrático de Derecho Constitucional, D. Javier Pérez Royo,
sobre la monarquía española.
Dos apuntes
para terminar, primero: Si Fernando VII no era hijo de Carlos IV ¿Qué garantía
hay para afirmar que el ADN de los Borbones subsiste? ¿No es una monarquía
hereditaria? La duda existe pero es difícil de comprobar, a excepción claro
está, de que se obtenga el ADN de Fernando e Isabel, cuyos restos se encuentran
en el monasterio del Escorial.
Segundo: ¿No
resulta curioso que Juan Carlos se beneficie, nada más y nada menos, que de la
propia Constitución que jamás prometió o juró obedecer? ¿Qué opina el Supremo,
el Constitucional y los letrados del Congreso sobre el tema? ¿Puede la
Constitución proteger a quien no se comprometió con ella?
Fuente → diario16.com
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