Septiembre de 1936: la República tiene perdida la guerra (y VII)

Septiembre de 1936: la República tiene perdida la guerra (y VII)

Frente al chorro de ayudas a los sublevados a que he aludido en el post anterior y que se materializaron inmediatamente en el transporte masivo de hombres y material de guerra a la península y la participación de pilotos y avianos extranjeros en operaciones de combate, ¿qué pudo oponer la República? Poco. ¿Cuál fue, pues, la orientación tomada desde el primer momento por los historiadores franquistas? En aplicación de la estrategia de proyección que había ido formulándose a lo largo de los años anteriores, se trató de invertir las tornas y de atribuir al enemigo los comportamientos propios. 

De forma drástica este mecanismo se puso en marcha en dos direcciones fundamentales: la primera consistió en disminuir la importancia del apoyo material, político, material y propagandístico de los amigos nazis y fascistas. En paralelo, se cargaron las tintas en el tema opuesto: inflar la ayuda a la República. Esto se hizo desde el primer momento. Propaganda de guerra. Ya se sabe que, según la fórmula clásica, en una guerra la primera víctima es la verdad. Así que, para el historiador, esta propaganda es significativa como representativa de los tiempos de contienda, sangre y venganzas. Lo que es curioso, aunque tampoco demasiado sorprendente, es que ambas direcciones de los mitos caros a la dictadura se mantuvieran hasta los momentos actuales. 

Sería interesante que algún joven historiador escribiera una tesis sobre la plasmación de estas dos direcciones de la propaganda de los vencedores, pero en este modesto post me permitiré subir a la cúspide: es decir, de aquel de quien emanaban todos los poderes del Estado y vencedor en las mil y una batallitas de la guerra civil. Me refiero al sumo sacerdote: Francisco Franco, es decir, con la debida pleitesía con que se le trataba, Su Excelencia el Jefe del Estado, para abreviar, SEJE. Ya me he referido a ello hace años en alguno otro post de este blog.

Con la experiencia que le dieron veinte o treinta años de estar sentado en el machito, no cabe olvidar que cuando Franco se decidió a pergeñar unas cuantas notas sobre el pasado no olvidó incidir en las dos direcciones que hemos indicado. La ocasión la encontró a la hora de escribir sus recuerdos (sus fantasías o sus ilusiones) sobre los funestos años republicanos. Hay dudas razonables sobre cuál fue el momento en que lo hizo. Personalmente, por algunas referencias que en sus notas se encuentran, creo que debió de ser a principios o mitad de los años sesenta (hay en ellas una alusión al papel de los economistas del cual se congratuló recordando que había creado la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas en los años cuarenta). Esto me lleva a situar la redacción de sus notas una vez constatado ampliamente el éxito del plan de liberalización y estabilización de 1959. 

Tras aludir a los años republicanos -que aquí no interesan- también rozó, mucho más brevemente, los momentos iniciales de la guerra. Al hacerlo, no se le ocurrió otra cosa que evocar el apoyo del “ángel de la guarda” (sic) hacia él y hacia sus mesnadas (cabe utilizar esta expresión arcaica, dada una situación en la que, gracias al cielo, se hicieron “milagros en el armamento”, porque “carecíamos de municiones”). [Todo lo que entrecomillo es copia del texto de SEJE]. Incluso el Señor, al parecer, intervino ya que de lo contrario no se comprende su afirmación sobre la “ayuda escandalosa de Dios”. [En mi opinión, casi blasfema].Ya se sabe, no obstante, que cuando escribió estas notas la Santa Madrie Iglesia Católica española poco menos que lo había acogido bajo su amplio manto y, sin duda, perdonado todos sus pecados. 

Tampoco podría decirse que Franco elogió demasiado la benevolencia nazi (¿quién era aquel insensato de Hitler que había perdido la guerra?) y al referirse al período preciso de julio/agosto de 1936 comprimió experiencias ulteriores: “exigencias alemanas: 50% divisas y 50% mercancías a pagar (poca capacidad de pago). Italia más generosa” (Apuntes, p. 41)

Si esta fue la primera dirección de la propaganda que tras referirse a tan elevadas autoridades plasmó Franco, su referencia a la segunda muestra la selección cognitiva que ya embargaba al ilustre dictador. No fue muy preciso en cuanto la ayuda francesa a la República (las exageraciones al respecto se las había dejado a sus turiferarios). A SEJE lo que siempre le “moló” fueron los malvados bolcheviques. “2.000 comunistas voluntarios por la frontera catalana. Los tanques rusos (…) Ante [la] avalancha admisión de voluntarios más simbólicos (sic)” ¡Caramba! Unos 18.000 alemanes y casi 80.000 italianos, ¿simbólicos? Claro que, escribió contra toda evidencia, que “evitábamos a Italia y Alemania”, pero “demostrábamos al mundo que no estábamos solos” (Apuntes, p. 43). (En este año de gracia -o de desgracia- de 2020, periodistas avezados han escrito loores a la supuesta “necesidad” del 18 de Julio sin ocurrírseles mencionar la ayuda fascista contratada semanas antes). 

Leyendo, tal vez, lo que sus sumisos historiadores escribieron sobre las ayudas a los “rojos separatistas” probablemente a SEJE no se le habría ocurrido pensar que, por ejemplo, los británicos interceptaban los telegramas de la Komintern y también los de los militares italianos y que los servicios de inteligencia de la rubia Albión, más los franceses, seguían muy de cerca la evolución de los acontecimientos españoles. El “mundo”, es decir, las potencias que se interesaban por lo que pasaba en España, tenía una idea bastante clara de lo que ocurría, aunque la defensa de los propios intereses y/o de la posición se recubriera con toneladas de argumentos marcados tanto por una interpretación sesgada de la Realpolitik. Ciertamente el Reino Unido y sobre todo Francia lo pagaron muy caro después.

Franco hizo lo que pudo. No mucho, salvo entregarse de pies y manos a sus protectores. Esto parecerá un horror a sus turiferarios, pero como ya señaló en un diario privado su primer “ministro” de Asuntos Exteriores, Francisco Serrat, la política hacia el mundo circundante del “jefe” consistió en “pegarse” a las potencias fascistas y en poner a caldo a las democráticas. Ni que decir tiene que militares ilotas y “parvenus” falangistas, que tenían en sus manos la propaganda en la época, se dedicaron a ello con fruición. Sus ecos retumban todavía.

En consonancia con las direcciones que afloran brevemente en los Apuntes del Generalísimo lo que los historiadores afines habían hecho hasta los años sesenta, y continuaron después, fue abultar todo lo posible la ayuda francesa y, como ya he indicado en un post anterior, presentar la italiana y la alemana como reacciones a la misma. ¿Por qué ninguno de los periodistas que ha escrito sobre el 18 de julio echa un vistazo a las publicaciones sobre los antecedentes publicados en 1945 y a finales de los años sesenta del Servicio Histórico Militar?

Obsérvese, con todo, la “trampa saducea” implícita. En julio y agosto de 1936 los sublevados eran una panda de fueras de la ley en términos del Derecho Internacional de la época. No representaban nada. Se trataba de rebeldes por antonomasia. El Gobierno republicano estaba reconocido por todos los Estados (incluso existían relaciones diplomáticas con la Unión Soviética, aunque todavía no se habían intercambiado embajadas). Y, sin embargo, a iniciativa francesa -con el rechinado entre dientes de diversos sectores de la política y sociedad galas- se puso en marcha la propuesta que conduciría rápidamente a la adopción de una política de no intervención en los “asuntos de España”.

Es decir, Francia puso a rebeldes y gubernamentales a la misma altura. París ante todo y Londres después ni se molestaron en guardar las formas. La prohibición de exportación de armas a España entró en vigor casi desde el primer momento. El Gobierno de Frente Popular que encabezaba Léon Blum (y que, al decir de testigos fiables, había derramado abundantes lágrimas de cocodrilo) se había preocupado, eso sí, de salvar antes la posibilidad de enviar aviones (de destino aciago, sin armas, sin sincronización de armamento, sin combustible adecuado). En paralelo, los portugueses, los italianos y los alemanes se pasaron la sugerencia de no intervención por el arco de triunfo desde antes del momento de su aceptación generalizada. 

Esta divergencia esencial de actitud con la aplicación a España de un tipo de comportamiento agravado (muy agravado) en comparación con el que los países democráticos habían mostrado ya en los casos de China (¡cielos!, ¿dónde estaba China?) y Abisinia (“negros despreciables”), se utilizó con mayor contundencia hasta 1939. Los análisis contables comparativos (de los se ha escrito mucho) pasan por alto la dinámica política, diplomática y de suministros que fue la fuente de tantas frustraciones para la República durante toda la guerra. Con relevantes excepciones en la literatura, como hace tiempo Gerald Howson. La revalidará con documentación española y extranjera, añadiendo una masa de información absolutamente desconocida hasta el momento (la EPRE de turno), Miguel I. Campos. Cuando se reanude la próxima temporada, estos posts, picotazos sobre temas de historia, la iniciaré con la referencia a un libro, que se habrá puesto a la venta a finales de agosto. En él figuran, además de otros artículos muy interesantes, un anticipo de investigaciones en curso. 

Con este post concluyo “mi” curso 2019-2020. Ha sido muy especial para todos. La pandemia no ha dejado indemne ningún aspecto de nuestras vidas, en los planos personal, familiar y colectivo. Ha alterado nuestra existencia. Se ha llevado por delante (lo más doloroso) a millares de personas. Bélgica, donde vivo, ha sido uno de los que, en términos relativos y comparativos, más ha sufrido. De España no necesito hablar. 

Por el momento me mantengo en un encierro escasamente aligerado. Desde hace un mes paseamos los fines de semana por los campos de cereales y los bosques de la periferia sur bruselense. Todas las noches, andamos media hora por calles prácticamente desiertas. Y no dejo de “dar” a la bicicleta estática. He trabajado sin descanso. El año que viene se verán los resultados (espero verlos también). Quizá entonces los lectores comprendan por qué los posts de esta última parte han tenido ciertas fijaciones: Franco, la República, los inicios de la guerra civil. He procurado no revelar nada de lo que se avecina. El curso que viene trataré de ser menos monotemático, aunque no puedo prometer maravillas.

Para todas y todos los amables lectores mis mejores deseos de cara a las vacaciones. Volveré a estas páginas el 8 de septiembre. Laus Deo.
FIN

Referencias
Francisco Franco: “Apuntes” personales del Generalísimo sobre la República y la guerra civil, Fundación Nacional Francisco Franco, Madrid, 1987.

Francisco Serrat Bonastre: Salamanca. 1936, Barcelona, Crítica, 2016.


Fuente → angelvinas.es

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