La Iglesia, el Poder más oscuro

La Iglesia, el Poder más oscuro
María José Sánchez Soria

La Iglesia desde siempre ha sido el poder en la sombra, la que por medio de sus gobernantes, manejaba el poder a través de las confesiones y asesoramiento a los feligreses más importantes: reyes y nobles. Y todo ello, con el falso adorno de una pátina de bondad.


Siempre ha estado unida intrínsecamente al poder de este país. Ya Isabel, la primera reina de Castilla, más conocida como Isabel la Católica, gobernaba con mano firme, con la ayuda de su confesor. Por la existencia de Torquemada, se supo en España lo que era la falta de humanidad, de piedad, de misericordia de esa Iglesia, que tan lejos estaba del pueblo que sufre, que pasa miserias y hambre. El mismo pueblo con el que se ensañó la “Santa Inquisición”, uno de los pasajes más oscuros de nuestra historia.

No descubro nada sobre los tejemanejes de la Iglesia en la época de los todopoderosos Borgia, que igual entronaban reyes, que cortaban cabezas de todo aquel que les molestase para obtener sus fines. No ha perdido la Iglesia desde entonces su maestría en manejar a sus fieles, en manipular y hacer del Poder un mero trámite para conseguir todo lo que ha querido. Si bien ahora, son más sutiles en muchas ocasiones y en otras, el paradigma del descaro, utilizando los púlpitos y las aulas de la enseñanza privada y concertada para adoctrinar en cuestiones políticas.

La ciudadanía ha despertado de un largo letargo, ya no es ignorante como en la Edad Media. Todos hemos madurado como seres humanos libres, en pensamientos, ideas y creencias. Es verdad que hay honrosas excepciones dentro de la Iglesia actual, de hombres y mujeres comprometidos con los más desfavorecidos, con los que más sufren, con los desamparados. Excepciones que merecen nuestro elogio y nuestra admiración, pero no por ello debemos dejar que se inmiscuyan en la política de este país.

Pues bien, si la Conferencia Episcopal decide convocar un funeral por las víctimas del COVID, es cuestión sólo de los creyentes de la Iglesia Católica, no de toda la población española, y aún con mayor motivo, cuando no se permite la entrada en el templo a familiares que querían asistir al acto. Por si aún no se han enterado, estamos en un país aconfesional, en el que se respeta a todos los españoles por igual, sea cual sea su creencia.


Fuente → diario16.com

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