La abdicación de Felipe VI, la última solución para la democracia española

Los escándalos de Juan Carlos I, la forma en que ha amasado su fortuna, el supuesto ocultamiento de las donaciones a la Hacienda Pública ocultándolas al fisco, y un largo etcétera, dejan al actual Jefe del Estado una única salida: abdicar en el pueblo español y que éste decida su modelo de país

La abdicación de Felipe VI, la última solución para la democracia española / José Antonio Gómez:

La herencia que Felipe VI ha recibido de su padre está envenenada. La ciudadanía ve con estupor cómo el hombre a quien se encumbró estaba enriqueciéndose de manera presuntamente ilícita mientras representaba a España, en una especie de pluriempleo en el que, por un lado, realizaba las funciones que tenía conferidas por la Constitución —en algunos casos las excedía, según ha publicado Diario16— y por el otro creaba estructuras financieras para ocultar al fisco el dinero cobrado de donaciones y presuntas comisiones. 

Por más que los partidos del «bloque de la Transición», de la mano de Vox, estén pretendiendo desvincular los comportamientos de Juan Carlos de Borbón de los de Felipe VI, la realidad es que la institución monárquica ha quedado tocada y hundida. No hay más que comprobar los abucheos que están recibiendo el rey y la reina en su gira por España, una serie de visitas que no tienen más intención que la de un lavado de cara de la institución, algo parecido a lo que intentó Ana Patricia Botín con su publirreportaje en Groenlandia. 

La realidad es que, desde el punto de vista institucional, no se pueden separar los comportamientos presuntamente corruptos de Juan Carlos de Borbón de la institución monárquica. Cuando se produjeron los grandes casos de corrupción política, quienes quisieron defender a sus partidos intentaron hacer ver a la ciudadanía que se trataba de casos individuales provocados «la persona de la que usted me habla». Sin embargo, afectaron directamente a las organizaciones y, cuando hubo sentencias condenatorias, llegaron a provocar la caída de gobiernos.
Por tanto, pretender separar las actividades de Juan Carlos I de la Monarquía como institución no es más que buscar una salida desesperada y, en cierta medida, tapar un caso de presunta corrupción. 

Sin embargo, España tiene tal capacidad de superación en lo absurdo que puede llegar al ridículo institucional más asombroso de la historia en el momento en que, por ley de vida, fallezca Juan Carlos de Borbón y se organicen funerales de Estado, con sus salvas de honor y parada militar incluida, a un rey que, de momento, está siendo investigada por presuntos delitos relacionados con la corrupción. 

La única salida digna que tiene la Monarquía en España, ahora mismo, es que Felipe VI tome la iniciativa y abdique en el pueblo español para que sea éste quien, a través del sufragio universal, decida sobre el modelo de Estado, tal y como reclamó la diputada de Unidas Podemos, Gloria Elizo. 

Sin embargo, hasta la fecha, Felipe VI no ha hecho más que guardar silencio y mantenerse de lado ante unos escándalos que implican a su padre pero que afectan tanto al prestigio como a la institución que ocupa la Jefatura del Estado. En el discurso institucional que dio el pasado 18 de marzo, en los primeros días del estado de alarma y tras semanas desaparecido, el rey no hizo ni una sola mención a la investigación suiza ni a las revelaciones que se iban conociendo sobre los negocios de Juan Carlos I. El país se encuentra ante una crisis institucional de dimensiones jamás vistas desde la caída de Alfonso XIII. Felipe de Borbón ha preferido callar a dar la cara ante el pueblo español, afrontar las consecuencias y pedir perdón. Nelson Mandela decía que «los verdaderos líderes deben estar dispuestos a sacrificarlo todo por la libertad de su pueblo». 

Es muy grave que Juan Carlos de Borbón esté siendo investigado por la Fiscalía por el presunto cobro irregular de comisiones y, por extensión, por supuestamente haber escondido ese dinero del fisco español. Es muy grave que esas actividades se produjeran durante el tiempo en que ocupaba la Jefatura del Estado y es muy grave que la impunidad que da la inviolabilidad haya sido utilizada para acumular riquezas y ocultarlas en países con secreto bancario. El New York Times calculó, en base a una información de Forbes, que la fortuna de Juan Carlos de Borbón superaba los 2.000 millones de euros. ¿De dónde sacó todo ese dinero?

Ante una crisis institucional tan grave, Felipe VI ha guardado silencio, hecho que agrava aún más la situación.

Dos días antes, la Casa Real, que no el rey, emitió un comunicado en el que renunciaba a la herencia de su padre tras aparecer como beneficiaron de la Fundación Lucum, lo cual fue un reconocimiento implícito de que la fortuna de Juan Carlos I tiene un origen ilícito. 

Felipe VI debería recordar lo que dijo en 2014, ante los representantes del pueblo: «La Corona debe […] velar por la dignidad de la Institución, preservar su prestigio y observar una conducta íntegra, honesta y transparente, como corresponde a su función institucional y a su responsabilidad social. Porque, sólo de esa manera, se hará acreedora de la autoridad moral necesaria para el ejercicio de sus funciones. Hoy, más que nunca, los ciudadanos demandan con toda razón que los principios morales y éticos inspiren –y la ejemplaridad presida– nuestra vida pública. Y el Rey, a la cabeza del Estado, tiene que ser no sólo un referente sino también un servidor de esa justa y legítima exigencia de los ciudadanos». 

Por tanto, la única salida digna que le queda a la institución monárquica es devolver la voz al pueblo y que sea éste, con la libertad democrática que da el sufragio universal, quien decida, de una vez por todas, el modelo de Estado que quiere. 


Fuente → diario16.com

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