
Coincidiendo con la pandemia del virus de la corona, se ha
sabido -gracias a la prensa extranjera- que el rey emérito, que ha
sustentado la Corona de España durante casi cuarenta años, hizo pasar el AVE a La Meca por Suiza
-según enunció El Roto en una reciente viñeta-, con pingües resultados
para su patrimonio personal. El propio soberano transportaba en sus
maletas miles de euros en billetes, que luego recontaba con una máquina
al efecto ubicada en su palacio. La imagen encajaría en aquella Corte de
los Milagros descrita por Valle-Inclán en tiempos de Isabel II. Fue don Ramón quien dijo de Alfonso XIII que no lo echaron los españoles por rey, sino por ladrón.
Como es de sobra sabido, la mayor parte de la prensa de este país no ha dejado de encomiar a Juan Carlos I durante su reinado. Hoy sabemos de nuestro ex Jefe del Estado lo bastante como para sentirnos avergonzados de la inviolabilidad con la que fue amparada su real persona. Hace tan solo unos días hemos leído que para frenar el desgaste institucional
de la monarquía y alejarse de las actuaciones del rey emérito, el
Gobierno abrirá el debate sobre el fin de la inviolabilidad del monarca,
que le exime de cualquier responsabilidad penal por todo lo que haya
hecho antes de su abdicación.
Si se observa atentamente el proceder de la derecha extremada
y la extrema derecha en los últimos tiempos, sobre todo a partir del
conflicto de Cataluña y el discurso de Felipe VI del 3 de octubre de
2017, pareciera que, además de la bandera nacional,
ambos partidos pretenden apropiarse de la corona y hacerla suya,
vinculando la democracia con una institución cuyo desprestigio no ha
dejado de crecer en los últimos años y que, puestos a someterla a
referéndum, posiblemente fuera derrotada en la urnas,
como lo fue en el pasado. Entonces también se pretendió mantener a un
Borbón a toda costa, recurriendo incluso a la dictadura (Primo de
Rivera), cuando el desgaste del régimen de la Restauración a lo largo de más de medio siglo era más que ostensible.
Dos reyes y una regencia
se sucedieron entre 1875 y 1931, y dos también están siendo los
monarcas entre 1975 y nuestros días. Creo que cada vez que un diputado
de la extrema derecha gana un escaño -como acaba de suceder en Euskadi- ,
la democracia se debilita, pues aparte del virus de corrupción que
afecta a la corona, el de la extrema derecha es otro patógeno que puede resentir nuestros derechos y libertades. Si a esa extrema derecha se le une la derecha asilvestrada
de un líder provisorio haciendo al rey suyo y con el rey dejándose
querer por una y otra, debería el actual Gobierno hacer factible que el
referéndum aquel (monarquía o república) que Adolfo Suárez no acometió
en su día porque se hubiera perdido -según confesión propia-, se
celebrara en un inmediato porvenir.
Es muy probable que el
resultado de esa consulta fuese el mismo que hace más de cuarenta años.
Eso reforzaría nuestra democracia, como hubiera ocurrido posiblemente en
los inicios de aquella nada modélica transición. Quizá
así podríamos tener finalmente acceso a los documentos secretos que se
nos siguen debiendo sobre el papel jugado por Juan Carlos I en el intento de golpe de Estado de 1981
y que la historia oficial define hasta ahora como defensor y garante
del régimen constitucional de 1978, y no como una copia del jugado por
su abuelo con el general Primo de Rivera en el verano de 1923.
Si el AVE a La Meca pasó por Suiza con ese tan ominoso rastro de oprobio -unido a los precedentes-, la monarquía borbónica debería pasar por las urnas ya.
Fuente → laultimahora.es
No hay comentarios
Publicar un comentario