
Los
sublevados controlaron rápidamente la provincia de Cádiz: La capital,
San Fernando, Algeciras y Jerez de la Frontera fueron las cabezas de
puente para el traslado del ejército de África. Sólo 48 horas después
del golpe controlaban más de un tercio de los municipios gaditanos. En 2
meses la guerra estaba concluida y los golpistas comenzaron un cruento
proceso de represión por parte de guardia civil, requetés, falangistas o
guardias cívicas organizadas por los oligarcas, reforzadas con tropas
africanas, actuando impunemente siguiendo instrucciones de los militares
golpistas.
En todos los pueblos de la provincia hubo represión fascista,
encaminada a eliminar los poderes, instituciones, personalidades e ideas
del régimen Republicano. La ola de represión y muerte se extendió a
todos los municipios controlados por los sublevados y en septiembre
caería también sobre los pueblos de la sierra. Lo que hubo en 1936 no
fueron odios y venganzas “personales”. La represión tuvo un carácter
netamente político e ideológico. Los sublevados optaron directamente por
el asesinato directo, siguiendo instrucciones de Queipo de Llano. No
hubo juicios ni trámites legales, sino matanzas al amparo del bando del
estado de guerra. Los asesinados en la provincia podrían llegar a 5.000.
En la ciudad de Cádiz,
los franquistas asesinaron a unas 1.500 personas, 600 de ellas durante
el “terror caliente” en 1936: Los paseos nocturnos en los fosos de
Puerta de Tierra, cadáveres que amanecían cosidos a tiros, abandonados
en las tapias del cementerio, las playas de Puntales y Victoria, los
alrededores de la plaza de toros, la carretera a las canteras de Puerto
Real o las tapias de los penales de Cuatro Torres y La Carraca.
En Ubrique
los franquistas fusilaron a decenas de Republicanos. En San Roque
causaron al menos 24 víctimas. Cientos de Republicanos fueron torturados
y asesinados en el valle de la Sauceda y el cortijo del Marrufo (Cádiz). En 1936 los franquistas arrastraron Jerez a un abismo de lágrimas, aflicción y muerte. En San Fernando la corporación municipal Republicana fue masacrada, cerca de 200 vecinos asesinados, más de un centenar de marinos y marineros
de la Armada Republicana Española, que no quisieron sumarse a la
rebelión, fueron fusilados. La primera saca en Sanlucar causó 30
muertos. En Puerto Serrano, tras asesinar al alcalde y varios dirigentes
de izquierda, fueron apareciendo cadáveres cada día. En Tarifa los
Republicanos eran fusilados a un ritmo de 3, 4 ó 5 diarios. El 22 de
agosto fueron fusilados 18 vecinos de Algar. Tanto en Trebujena como en Villamartín fueron asesinados mas de un centenar de Republicanos Y en Grazalema los franquistas asolaron el pueblo con un vendaval de terror.
En San Fernando se fusilaba en los alrededores de la Casería.
En Chiclana, en Pino Gordo, el Polvero, el arroyo del Toro y el
cementerio. Amanecían cadáveres ensangrentados en la salida de Rota; en
la sierra, “el camión de la carne” recorría periódicamente la carretera
de Villamartín a Arcos, recogiendo los muertos que encontraba en las
cunetas y los descargaba en el cementerio de cualquiera de ambas
localidades; en Puerto Serrano el encargado del cementerio recogió y
enterró más de 40 “cadáveres desconocidos” diseminados por el término
municipal; en Espera hubo cuerpos abandonados en el campo parcialmente
comidos por los cerdos. En el cruce de Casas Viejas fueron fusilados 22
de Alcalá de los Gazules y Paterna, en las proximidades de Prado del Rey
se mató a gente de Puerto Serrano y Villamartín, en Benamahoma a los de
Grazalema y El Bosque. En el cementerio de El Bosque hay 5 fosas
comunes con víctimas procedentes de Ubrique, Grazalema, Benamahoma y
Prado del Rey. En la fosa de Benamahoma los franquistas arrojaron a decenas de Republicanos de agosto a septiembre de 1936. En la fosa de Puerto Real, ejemplo del terror franquista, han aparecido 185 fusilados marcados por la barbarie y la crueldad.
En 1937 las ejecuciones ya eran dictadas por la “justicia
militar”, el nuevo giro represivo eran los consejos de guerra contra la
población civil. Los sublevados juzgaron a sus adversarios políticos por
injurias y manifestaciones contra el movimiento, por insulto a la
fuerza armada, traición, espionaje, y sobre todo por rebelión militar,
“la justicia al revés”, los sublevados juzgaron por rebeldía a quienes
se opusieron a la rebelión. La Auditoría de Guerra de Sevilla instruyó
que todos los milicianos rojos “debían ser procesados y fusilados”.
Muchos presos murieron de hacinamiento, enfermedad y hambre en las
prisiones. En el penal del Puerto, al que eran destinados los
considerados incorregibles, reincidentes e inadaptados, en 1940 sólo 233
de los más de 5.000 prisioneros eran de la provincia. Allí se
contabilizaron 318 muertes no violentas entre abril de 1939 y julio de
1942, un crudo exponente de la altísima mortalidad que el hacinamiento,
la falta de higiene, las enfermedades y la dieta insuficiente causaban
en las cárceles franquistas.
Continúa en Parte 2: Las Víctimas
Documentos: Represión y muerte en la provincia de Cádiz. Del olvido a la recuperación de la Memoria Histórica. (Fernando Romero Romero). El Blog del Milano. La represión golpista en Cádiz y el castillo de San Sebastián, (José Luis Gutiérrez Molina). Y el libro La represión franquista de la guerra y la postguerra en Cádiz 1936-1945 (Alicia Domínguez Pérez)
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