Cuerpos, vida y movimiento sobre una fosa común

30 alumnas, una fosa común y un pasado por investigar. La historia de cómo descubrir nuestras raíces y poner a danzar el dolor. Tiraña en la Memoria es un proyecto de investigación - acción participativa desarrollado en el marco de un proceso comunitario de educación para la participación, que desemboca en una obra escénica, que aborda la represión en Asturias.

Cuerpos, vida y movimiento sobre una fosa común
Candela Guerrero Suárez

Somos Memoria

En el año 2008, desde un edificio muy alto de Bogotá (recuerdo la altura porque soy pueblerina de mundo), se desarrollaba un encuentro de Hijos e Hijas por la Memoria. En esos días de reconocerse para aprenderse, pudimos escuchar a los compañeros colombianos en su compleja situación de Guerra Sucia, de persecución a líderes sociales, de impunidad total frente a ello y de un Estado que en vez de reparar asesina. Supongo que uno se vincula a las luchas que lo atraviesan desde lo profundo y termina en los lugares a los que tiene que llegar para crecer. Así fue, después de un rato de encuentro, un compañero fijó la atención en nosotras, que estábamos de totales oyentes, y nos lanzó una pregunta completamente inesperada: “Y las compañeras de España, ¿qué tienen que decir acerca de la Memoria Histórica? porque allá también tienen un problema.” Silencio. Miradas, cierta sensación de vergüenza, nerviosismo y más silencio. Como si nos hubiéramos comido las palabras. Y en realidad sí, las teníamos históricamente atragantadas. Y es que los silencios siempre son respuesta, y ese fue un resumen concreto y significativo de nuestra memoria colectiva frente a su pasado reciente de dolor y lucha vencida.  

Y las compañeras de España, ¿qué tienen que decir acerca de la Memoria Histórica? porque allá también tienen un problema. 

Uno de mis amigos reaccionó y me miró: “cuenta lo de tu güelu, lo de la Fosa”. “Ah claro, no se me había ni ocurrido, la Fosa, Tiraña, y el dolor trasmitido de una generación a otra por las mujeres de mi familia.” Pero eso era algo tan íntimo, que yo jamás lo contaba en un espacio que no fuera el de la Fosa y el Homenaje del 21 de Abril a los allí fusilaos. Fue la primera vez que yo hablé de la Fosa Común de Tiraña en público, que conecté la historia de dolor de mi familia con la historia de vencedores y vencidos en mi país, con la historia de los vencidos en el resto del planeta, los nadies. 

Descubrí de pronto, que lo personal era político. En 2008, en Bogotá entendí que éramos semilla, aunque quisieran enterrarnos, aunque quisiéramos enterrarnos a nosotras mismas con las palabras que dejamos de nombrar, éramos memoria, éramos cuerpos atravesados por la Historia de un país sin resolver. Por aquel entonces, aún no había entendido que la Historia es nuestra, pero sí algo sutil y desde dentro había comenzado a caminar.

Somos Cuerpo (frágil) y Movimiento

Un 21 de abril de 1938 en un pequeño pueblo de la cuenca minera asturiana, mi güela Mercedines se despidió de su padre, sabía que no le volvería a ver, sin embargo le dejo las zapatillas en la entrada para cuando volviera (como si de la luz encendida se tratara). Habían ido a buscarle sus vecinos para bajar a prestar declaración. Tras una reunión de las fuerzas militares y civiles vinculadas con la derecha postbelica en Laviana, se creó una lista con más de 20 nombres, de sujetos subversivos, aunque muchos sin militancia expresa reconocida. La Guerra había terminado, la represión no. Arrestadas a la puerta de casa, o en la bocamina, atadas, muchas torturadas, fueron fusiladas un 21 de abril de ese mismo año. Se hicieron llamar las 13 Rosas de Tiraña. Pero no solo ellas, también Blanca, a la que iban a matar pero se salvó por estar embarazada, que murió, algunos dicen, del impacto meses más tarde. Y Alfonso, que su juventud le permitió la vida para servir a una patria de la que huyó al exilio en cuanto pudo. También Isabel, que después de quedarse huérfana de padre y madre, ambos fusilados en la Fosa, fue detenida y torturada. Cuando logro escapar pensó que la mejor forma de terminar con el dolor y la desesperación era dejar su vida de 17 años en la vía del tren.

Ese día, 21 de abril, se instauró el toque de queda. El silencio se impuso en Tiraña, los disparos resonaron en el valle y el miedo se volvió código de supervivencia. La violencia atravesó el territorio como los cuerpos; desde aquel entonces, mi bisabuela Mercedes se volvió una sombra de desolación y pánico. Y así, nació el movimiento. Cuenta mi madre desde que yo era pequeña, que cuando algo le produce tensión cierra los ojos y empieza a fluir un ligero movimiento circular sobre su eje. Así hizo mi abuela años y años, me dijo: miraba a la ventana y giraba despacio, tratando de acunar la pérdida y el miedo, la maldita guerra y la rabia.
 
El movimiento fue su refugio, el cuerpo, su hogar. Mi bisabuela aprendió entonces a acunar las carencias para poder, generaciones mas tarde, revertir y subvertir el eje, y convertirlo en danza. 

El movimiento fue su refugio, el cuerpo, su hogar. Mi bisabuela aprendió entonces a acunar las carencias para poder, generaciones mas tarde, revertir y subvertir el eje, y convertirlo en danza. Recuerdo de niña los movimientos circulares preocupados, pero también el placer por mi madre por bailar libremente ritmos con los que dar palmas de alegría. Sí, somos cuerpos atravesados por la guerra de una generación a otra, pero también somos movimiento; lo somos porque la danza nos salva de la vida, porque permite acunar nuestra intima libertad.

Somos Raíces

Siguiendo con la danza, mi güela Mercedines, tenía dos movimientos propios de ida y vuelta: uno era de indignación infinita y otro de alegría (también infinita). Esa fue para mí su mejor herencia. De ellos se servía para no quedarse paralizada, inmóvil, para no ser otra sombra, para no dejar de pelear jamás por un país que lloraba sus muertos en silencio y a escondidas. Ella fue una de las mujeres que lideró lo que después se constituyó en la Asociación de Familiares y Amigos de la Fosa Común de Tiraña. Un grupo de familias que se negaron a la parálisis, y año tras año, cuando se podía y cuando no, iban a la Fosa a rendir homenaje a los suyos, a trasmitir de una generación a otra el por qué habían sido represaliados, y sobre todo, a recordar por qué habían sido desaparecidos. 

En la Fosa, cuando pudieron recuperarla como espacio de recuerdo, pusieron una placa grande: “El tiempo pasa, el recuerdo no se borra. No os olvidamos” Hay un grupo de familias y descendientes en Tiraña que año tras año forjaron su ternura para siempre, que nos enseñaron a luchar por nuestros muertos (los vencidos del planeta) y nos hicieron comprender que si queriamos volar alto y fuertes, si queríamos ser libres, teníamos que estar conectadas a nuestras raíces.

Somos Palabras, y también Silencio.

En el año 2018 decidimos aprender que la Historia era nuestra y que éramos capaces de construirla desde el trabajo en el barrio. Este año, los discursos de ultraderecha empezaron a calar sobre todo en las clases populares españolas, acompañados de símbolos exaltación nacionales, parecía que todo se había olvidado. De camino al trabajo, miraba a las ventanas de los edificios y temblaba entre el colorido nacional de un montón de personas que nos atacaban por falta de patriotismo, a los que no queríamos pasar por un discurso de exaltación emocional del país, que basaba su apuesta en una unidad homogénea y totalitaria. Un discurso que arrasaba con cualquier idea de diversidad y Libertad, con cualquier idea de vida.

Se cumplían los 80 años del fusilamiento de mi bisabuelo ese año, mi güela hacia años que nos había dejado por una enfermedad que poco a poco le quito el aire, pero no la pena que escondía en esa seguridad alegre y echada pa lante que la hacía única. Habíamos realizado en 2016 el experimento de crear una pequeña coreografía con 3 jóvenes sobre el movimiento de mi bisabuela, para representar en el cementerio durante el Homenaje. Había sido un éxito de aprendizaje para ellas, y para las familias. Así que decidimos hacer algo nuevo y experimentar: crear una obra escénica a partir de esa intervención con el alumnado de nuestra Escuela Social de Circo y Danza y sus familias. La Caracola, es un espacio social comunitario que cree que entre el Arte, la Participación y la Educación Emocional se pueden crear otros mundos posibles. La Escuela Social de Circo y Danza es un proyecto que contiene todas esas claves y lleva ya 6 años creando barrio y esperanza para muchas, poniendo a la gente a mirarse a los ojos para aprender desde el tú a tú a cuidar el barrio y las personas que lo habitan.

Había sido un éxito de aprendizaje para ellas, y para las familias. Así que decidimos hacer algo nuevo y experimentar: Crear una obra escénica a partir de esa intervención con el alumnado 
 
  Nadie entendió nada al principio: ni el equipo, ni las familias, ni las alumnas, ni el realizador, ni si quiera los familiares de la Fosa. No importó mucho, todos se lanzaron de cabeza a poner manos y corazón en este trabajo, porque el equipo humano que formamos se mueve desde la infinita confianza, el apoyo mutuo, la ternura y la creencia firme en que allá donde vayamos aprenderemos cosas importantes para todas nuestras vidas. Así iniciamos el proceso, sin una línea ordenada a seguir, pero con muchas claves en la maleta. Se realizó una parte que documentaba y generaba aprendizajes de lo macro a lo micro sobre la Historia de España, la Fosa y los familiares represaliados, y paralelamente se creaba un guion escénico de manera negociada entre profesorado, alumnado y familias. Ambos espacios se fueron nutriendo de unos y otros.

Por esos días, en lo personal, me volví un poco sombra, abría los guiones y libretas sobre la mesa móvil de mi cama para llorar. Tenía pesadillas donde alguien me gritaba imperativamente que dejara en paz a los muertos. Había momentos que simplemente era incapaz, la mayoría de momentos. Avancé, porque mientras bailábamos y creábamos en equipo sentí a la danza y a mis compañeros arroparme tiernamente, y ya se sabe que donde cabe el amor no entra el miedo. En la fase de trabajo documental se contó con investigadores de la universidad expertos en el tema, con los que diseñamos varios talleres que desgranaran los hechos históricos generales en el país: textos, poemas, imágenes. Había que explicarles a las alumnas y sus familias (ya que la mayoría no conocía los hechos) que en España sus abuelos y abuelas habían vivido una guerra y una dictadura que paralizó el desarrollo de muchos sueños. Partimos de cero, del silencio en pacto.

Una vez contextualizada la Guerra Civil y la represión durante el franquismo, comenzamos a lanzar preguntas, y lo hicimos con la herramienta del video; Javier Lueje, realizador, partiendo de la pedagogía de la pregunta, fue recogiendo todo el proceso de aprendizaje: ¿Dónde estaban tus abuelos durante la Guerra y la Represión? ¿Qué pasaría si de pronto hubiera un Golpe de Estado? ¿y si tuvieras que huir? ¿qué sentirías? ¿Qué cosas te están llamando más la atención? ¿Qué emoción te producen estos hechos? El alumnado comenzó a preguntar en sus familias, y empezaron a generar por respuesta otra serie de preguntas: La primera sorpresa indignada por parte del alumnado (de entre 7 y 20 años) fue no conocer nada: ¿Por qué no se habla en los medios de esto? ¿Dónde está este tema en el libro de Historia del colegio? Si se parece al holocausto nazi, y eso sí que lo estudiamos ¿Por qué no sabemos nada de nuestros muertos? ¿Por qué nunca me habían contado nada en mi casa? ¿ Por qué se empeñan en que recordemos fechas y no como se sentían las mujeres cuando les rapaban el pelo en señal de humillación? 

 ¿Dónde está este tema en el libro de Historia del colegio? Si se parece al holocausto nazi, y eso sí que lo estudiamos ¿Por qué no sabemos nada de nuestros muertos? 

Paralelamente a las grabaciones hicimos la primera visita a la Fosa, y el primer encuentro con los familiares directos de los allí fusilaos. Un espacio inolvidable para todas las personas que participaron. Esta fue, según el alumnado y sus familias, la experiencia más significativa del proceso: crear un puente del silencio a las palabras, era la primera vez que el grupo de familiares se exponía a un grupo grande de personas para hacer caminar la palabra. Estaban delante de 30 jóvenes y sus familias que jamás olvidarían ese momento, que lo acunaron desde el cariño, y que lo convertirían en movimiento. Así se construyó la obra, con parte de proyección documental de este proceso, y las palabras desenterradas convertidas en danza. 

En todo el camino hubo un ejercicio de escucha entre familias desde lo humano, de permitir sin miedo los distintos discursos que se generan, de admitirlos en el debate y trabajarlos. De diferenciar hechos de opiniones y respetar ambas, de no generar ningún tipo de homogeneidad en el pensamiento, sino distintas voces más y menos afines a algunas reflexiones, que descubrían juntas; un camino diverso y complejo por el que, de una forma u otra, todas comenzaron, sin duda a preguntarse dónde estaban sus muertos y dónde su futuro.

Somos Resistencia

El 14 de abril de 2018 se estrenó por primera vez la obra. No han pasado dos años y podemos decir este proyecto ha cambiado el camino de muchas de las familias y del Equipo de La Caracola. Un recorrido que continúa, y no se acaba. Hemos generado muchas vivencias y aún nos quedan por vivir juntas muchas otras. 

Hemos compartido de lo personal a lo colectivo, la intimidad y la identidad enterrada de nuestros antepasados, hemos desenterrado palabras y silencios, provocando en los cientos de personas que han ido a ver la obra cierto dolor al que atender, al que mimar. Eso, y cierta esperanza por la que pelear. 

Hemos interconectado vivencias con aprendizajes, con personas y sucesos, con arte y lógica, para pararnos fuertes frente a los discursos imperantes de odio, y decidir caminar por la cultura de paz. 

Hemos aprendido que una Guerra Civil es desconfiar en tu vecino, y vivir en constante miedo, y eso aquí o allá, en cualquier parte del planeta, nos va a hacer temblar de rabia.  

Hemos aprendido a identificar el Fascismo y el terror, cuando se disfraza de opinión libre que pide ser respetada; también la necesidad de resistir entre la guerra mediática y la incapacidad humana para entendernos. 

Hemos aprendido a identificar el Fascismo y el terror, cuando se disfraza de opinión libre que pide ser respetada; también la necesidad de resistir entre la guerra mediática y la incapacidad humana para entendernos.

Hemos apostado por no esconder la tristeza ni la rabia, porque escondida es imposible repararla, y sin reparación no hay país. 

Caminamos, nos acompañan miles de aprendizajes significativos, cosas chiquitas, cosas como que en Asturias hay un grupo de alumnas y familias que resiste al olvido, que resiste a los discursos de odio y a la soledad, que resiste al individualismo, y que hacen temblar sus cuerpos de indignación o de ternura, desde sus raíces y desde la memoria, para articular las palabras justas o el silencio, para articular siempre la resistencia hacia otro mundo posible.


Fuente → elsaltodiario.com

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