
En el año 2016, se cumplieron 80 años del
golpe de Estado que dio origen a la guerra civil española y que
desencadenó en algunos territorios de la península una auténtica
revolución social que cuestionó todas las bases del orden establecido,
pasando a gestionar la economía y el resto de la vida al margen de las
instituciones del Estado. Para conmemorar ese aniversario, el año pasado
publicamos un artículo sobre estas experiencias colectivizadoras ,
este año trataremos cómo la organización obrera previa al alzamiento
militar hizo fracasar el golpe y posibilitó esas experiencias
autogestionarias que aún siguen siendo un ejemplo para todos/as los/as
que anhelamos un mundo nuevo sin gobernantes ni gobernados/as. Para
ello, publicamos estos extractos del libro de Hans Magnis Enzensberger, El corto verano de la anarquía,
que a través de la vida y muerte de Buenaventura Durruti, y con
testimonios de los/as protagonistas de los hechos, nos cuenta la
historia del primer tercio del siglo XX del anarquismo en nuestro país.
En
casa hablaba poco de sus actividades. Había muchas cosas que todos,
menos yo, sabían. Por ejemplo, el entrenamiento militar antes de julio
de 1936, la instrucción para el manejo de las armas. Le aseguro que
ellos preveían desde hacía tiempo el golpe de Estado de Franco, y se
preparaban para ello. Tenían un campo de tiro en las afueras. Sólo yo no
sabía nada. Para mí era un gran misterio, pero los vecinos estaban al
corriente. La mujer es siempre la última en enterarse. Siempre el mismo
silencio, el mismo misterio. ¡Sí, también puede parecer romántico si uno
lo prefiere! Émilienne Morin
La
primera cuestión que se planteó en las conversaciones entre los
anarquistas y el gobierno de Companys fue el armamento. Se entabló una
lucha tenaz. Cada vez que los anarquistas reclamaban (y en realidad no
exigían lo que realmente necesitaban, o sea 20.000, sino sólo 10.000
fusiles), el gobierno les respondía que no tenía armas en existencia.
Los políticos temían al fascismo, pero al pueblo en armas lo temían más
aún. Diego Diego Abad de Santillán
Tres
días antes del 19 de julio, el 14 o el 15, asaltamos un barco cargado
de armas en el puerto de Barcelona. El gobierno de Cataluña, la
Generalitat, quería las armas para sí; pero Durruti y los otros las
llevaron al sindicato del transporte. Al día siguiente se presentó allí
la Guardia de Asalto. Allanamiento de domicilio. Pero Durruti ya estaba
en la calle. “¡Una camioneta, rápido!” Se consiguió entonces una
camioneta para el reparto de leche y allí se despacharon las armas. El
gobierno encontró cuatro o seis escopetas viejas. El resto lo teníamos
nosotros, la CNT. Eugenio Valdenebro
Lo
primero que han exigido los anarquistas son armas, pero tanto Escofet
como el presidente y el consejero de Gobernación, saben muy bien lo
peligroso que sería entregar armas a los hombres de la CNT, gente
arrojada en la lucha callejera. Si se produce el golpe militar y se
enfrentan en lucha armada el ejército y la policía, uno como enemigo y
el otro como defensor de la República, se debilitarán ambos, y la ciudad
quedará a merced de los anarcosindicalistas. Esto sería tan peligroso
para la estabilidad política y social de Cataluña como el propio golpe
militar. Luis Romero

Los reunidos han trabajado durante semanas y meses
para llegar a esta noche. Ya antes de las elecciones de febrero estaban
convencidos de que la Guerra Civil era inminente. Muchos militantes de
la CNT tendieron a revisar su actitud tradicional con respecto a las
elecciones (es decir, el boicot), y votar excepcionalmente por los
partidos de la izquierda burguesa y los socialistas. La dirección no lo
aconsejó ni lo desaconsejó, dejó que cada uno decidiera por su cuenta.
Al fin y al cabo sería igual si ganaba las elecciones la derecha o la
izquierda. Si el fascismo hubiese llegado legalmente al poder a través
de la abstención de los obreros anarquistas, ésa habría sido la señal
para la insurrección armada. En cambio, según preveía la CNT, una
victoria electoral de la izquierda habría inducido a los fascistas a
tratar de subir al poder mediante el habitual golpe de Estado militar.
En todo caso habría que enfrentarse a ellos con las armas en la mano.
Los acontecimientos han confirmado la corrección de este cálculo; el
análisis de los anarquistas era más realista que el de los políticos
profesionales de los partidos. Luis Romero

A lo lejos se escucha un prolongado ulular: la primera sirena de las fábricas. La gente calla. El silbido crece
y se aproxima, cada vez se incorporan más sirenas. La gente se lanza a
los balcones. Los miembros del comité y su escolta suben a los camiones.
-¡Viva la FAI!
-¡Viva la CNT!
-¡En marcha!
Los camiones arrancan, los ocupantes levantan las armas.
La
bandera roja y negra, izada en un listón de madera, se despliega al
viento. Pasan en primera por las Ramblas de Pueblo Nuevo. Se incorporan
más y más camiones. Los dirigentes muestran las ametralladoras a la
multitud, que impresionan a los espectadores como símbolos de decisión.
Durruti, Ascaso, García Oliver, Jover y Sanz son aclamados desde los
tejados y los balcones. Las sirenas siguen sonando, sus voces provienen
de las barriadas pobres del cinturón industrial de Barcelona, es una voz
proletaria que arrastra a la movilización a los obreros. Luis Romero
Puedes descargarte el libro en pdf aquí
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