
Ayer se cumplió un nuevo aniversario de una de las fechas más trágicas de la historia contemporánea española. Ayer fue 18 de julio, y ese mismo día, en el año 1936, se puso en marcha un golpe de estado que desembocó en la Guerra Civil.
De entonces a nuestros días ha llovido mucho, simplificando: la guerra,
la dictadura franquista de 40 años, la Transición de la dictadura a la
democracia y el periodo democrático en el que nos encontramos ahora
mismo. Es mucho simplificar desde luego y, como toda simplificación,
sobre todo en términos históricos, refiere, al fin y al cabo, una
elusión, una cierta amputación de la verdad. ¿Es la verdad histórica la de los hechos?,
o como casi todo, ¿la mera relación de acontecimientos no supone más
que la elusión también de los motivos, de las circunstancias, de la
mirada de todos y cada uno de los que vivieron esa historia?
Hay una corriente que opina que la historia es la historia de los
hechos y que, por tanto, todo lo que sea añadir o interpretar forma
parte de otras disciplinas que, alguna vez me lo han dicho, envenenan la
verdad. Por otra parte están ―y no sé si dentro de este grupo― los que
creen que la evitación del conocimiento de hechos desagradables favorece el porvenir.
Y la guerra y sus consecuencias son hechos, realmente, muy
desagradables, y aunque quisiéramos hacer como los monos esos que se
dibujan y se tapan los oídos, la boca y los ojos, o como los niños
pequeños que se cubren la cara para hacer desaparecer al “monstruo” que
les da miedo, el monstruo no deja de existir, lo que no queremos
escuchar o ver o decir, sigue ahí, porque todo eso ocurrió y fue tan
grave que más nos valiera conocer bien para que no volviera a suceder.
El viernes pasado tuve la oportunidad de asistir a la presentación
del documental realizado por el servicio de vídeo de la Diputación
Provincial, dedicado a la figura del general Varela. Mi
aplauso a los gestores de tan buen material: investigadores,
guionistas, cámara, equipo de producción…porque de eso se trata, no de
hacer un documental donde las tripas, el dolor o eso tan manido y falso
que dicen de “abrir heridas”, más bien al contrario, se trata de un
ejercicio de conocimiento de una figura histórica y muy relevante en el
golpe, en la guerra, en la represión y en definitiva en lo que fue el
franquismo de guerra y posguerra. El documental sobre un militar de La Isla
que fue pieza clave en todo el entramado preparatorio y en las propias
acciones bélicas y de retaguardia (represión). Un documental que nos
sirve para el conocimiento, sin más. Y esa es otra parte de la llamada
Memoria Histórica que muchos no quieren entender, la que nos hace ser
conocedores de una época de este país, de sus protagonistas, y por más
que duela, de los que la sufrieron. Es memoria, es conocimiento.
La guerra, la represión, el franquismo, no son solo hechos históricos
que se cuentan como quién recita la tabla de los reyes godos, se quiera
o no, esa cercana historia de nuestro país es la historia de todos y su
recordatorio, su investigación y su conocimiento no abre heridas, las
cierra. Ayer estuvieron en el Palacio de Diputación ―la antigua Aduana―
algún nieto y otros familiares del general Varela. No
tengo ni idea de qué les pareció el documental; estoy seguro de que
algunas de las cosas que se dicen en el mismo (todo en boca de un
magnífico plantel de historiadores), no debió de gustarles, pero allí
estuvieron, dando una especie de plácet al conocimiento de la figura del
militar bilaureado. De hecho, por voluntad de la propia familia, hoy
día el archivo personal del mismo se encuentra depositado en el Archivo
Histórico Municipal de Cádiz para consulta de cuantos investigadores
quieran.
No se trata de opinar sobre lo conocido, se trata de conocer lo que
no se sabe, y en esto, el documental ofrece una panoplia de opiniones
diversas que nos sirven para hacernos una idea del personaje. Esto es
Memoria Histórica.
Tampoco creo (en realidad no tengo ni idea) que a los familiares del
bilaureado le atraiga la eliminación del monumento ecuestre que luce en
la plaza del Rey en San Fernando, no obstante, es la Ley, y por más que
se quiera buscar elementos sentimentales o ese tan manido de las
heridas, es poco razonable que todavía ese monumento siga donde está,
por lo que espero que más pronto que tarde el Ayuntamiento de San
Fernando haga lo que tiene que hacer y hará. Por otra parte, no voy a
decir ni una palabra más alta que otra sobre Varela o sobre cualquier
otro militar franquista participante en el golpe, guerra y represión,
ayer fue el aniversario del hecho y hoy lo que tenemos que hacer es
sabiendo lo que sabemos, proteger nuestra democracia de los que todavía
insisten en demolerla, como hicieron aquellos fascistas del 36.
Fuente → lavozdelsur.es
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