Papaíto Felipe
 
Papaíto Felipe
Arturo del Villar

La revista digital española Vanitatis da cuenta este 3 de junio de 2020 del último número de la revista en papel mexicana Vanidades, porque publica lo que tiene todo el aspecto de ser un publirreportaje pagado. En la cubierta aparecen como las estrellas invitadas el rey católico Felipe VI y sus dos hijas, ambas con la perpetua sonrisa impostada que les hace parecer anuncios de dentífrico. La misma que luce su abuela Sofía, para intentar convencernos a los vasallos de su felicidad por estar casada con un putañero que la ha ridiculizado desde antes de la boda, con el que ya no se habla, pero mantiene el paripé para seguir reinando.

El titular es poco afortunado, pero en los publirreportajes suele ocurrir: “El rey de la casa”, refiriéndose a Felipe. Esa frase generalmente se aplica cuando nace el primer hijo de una pareja, al que se le ofrecen todos los mimitos y regalos por parte de padres, abuelos y demás familia. En este caso resulta impropia, porque Felipe de Borbón es el rey de toda España, y no solamente del palacio que le pagamos los vasallos con todos sus servilones y lacayos, una inmensa vinoteca (al decir de su primo David Rocasolano), muchos libros sin abrir, uniformes variopintos, automóviles y demás gajes inherentes al oficio de reinar. Es disminuir su papel en el reino de una manera irreverente, igualarlo a cualquiera de sus vasallos con casa propia en la que impone su máxima autoridad indiscutible. Aunque hay quienes discuten si en este pareja la autoridad la ejerce el rey o su consorte, la que intentó estrangular públicamente a su real suegra.

Los británicos han hecho suya una frase escrita en el siglo XVII por el jurista Edward Coke, y convertida en algo así como su código: For a man’s house is his castle. Con ella quiso significar que el dueño de una casa es tan importante como el propietario de un castillo, que en ese tiempo solamente podía poseerlo un noble, y por lo tanto su hogar, por modesto que sea, es inviolable incluso para los agentes del rey, policías o recaudadores de impuestos, los intermediarios habituales entre los monarcas y sus vasallos.

Poco vale el rey católico de España para la revista mexicana. Es como cualquier manito que posea un lugar en el que cobijarse. Su autoridad queda limitada a los habitantes de su casa. Fuera de ella no posee ninguna. Es verdad que a los forzosos vasallos la familia irreal nos importa menos que un comino, pero no es como para pregonarlo por esos mundos.

Un padrazo coronado

Bajo ese titular se añade esta frase extraña: “Felipe VI de España, el papá más amoroso de la corona.” ¿Qué quiere decir? La única corona existente en el reino de España es la que simbólicamente lleva Felipe sobre sus reales sienes, así como otros llevan los cuernos, personajes muy honorables, al decir de Quevedo. Si él es el único coronado, no cabe comparación con otro, puesto que no existe, de manera que es impropio asegurar que es “el papá más amoroso de la corona”.
A no ser que la revista mexicana se refiera a la popular marca de cerveza Corona, una de las señas de identidad del país, que, dicho sea de paso, anunció el 3 de abril pasado que dejaba momentáneamente de fabricarse. El motivo alegado para tan drástica determinación consiste en que sus ventas habían caído en picado, a causa, se sospecha, de una identificación errónea de la cerveza con el coronavirus. Están mal informados los mexicanos.

Como si en España fuéramos a comparar la corona de Felipe con el virus y acabar con ella. Qué cosas se les ocurren a los mexicanos. Claro que ellos despreciaron al rey de España hace ya dos siglos, cuando Miguel Hidalgo proclamó la independencia en Guanajuato en 1810, mientras los españoles combatían a las tropas napoleónicas para dar la corona de España al indeseable Fernando VII. En aquel tiempo los mexicanos se hallaban mucho mejor informados que los españoles.

En el reportaje de Vanidades se afirma que Leonor, la triprincesa de Asturies, Girona y Viana, duquesa de Montblanc, condesa de Cervera, señora de Balaguer y dama de la Insigne Orden del Toisón de Oro es la “consentida de papá”: parece natural con tantos títulos como acumula, mientras su hermana la infausta Sofía no es más que una alteza real cualquiera.

Frente a esa idílica afinidad paternofilial actual, la revista hace historia de las malas relaciones habidas entre Felipe y su padre, el todavía rey decrépito, pero privado de autoridad desde el 27 de mayo de 2019 por propia decisión, según afirma él, aunque no se lo cree ni la Corinna con la que cazaba elefantes y hacía negocios secretos y otras suciedades que tampoco se debían hacer públicas, en evitación del escándalo.

Cuenta la revista que la falta de sintonía borbónica entre padre e hijo se debe a tres motivos: los continuados desprecios públicos de Juan Carlos I a su consorte y madre de Felipe, que no se los perdona él por estar muy unido a ella; la prohibición de continuar los amores con la modelo Eva Sannum, que al parecer era más que un capricho de niño rico, y el escándalo internacional provocado por la revelación de las cuentas milmillonarias de origen inexplicable ocultas en bancos suizos.

Precisamente en la cubierta de la revista, debajo de los titulares reseñados, aparece este otro: “Multiplica tu dinero con el método konmari.” ¿Será tal vez el seguido por Juan Carlos I para acumular ese fortunón diligentemente guardado en las cajas fuertes de los bancos suizos, con el propósito de legárselo a su hijo y sucesor ya en el trono, y a su nieta la triprincesa, si algún día llegase a reinar? Continuará.

Arturo del Villar, presidente del colectivo republicano tercer milenio.


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