La verdad verdadera sobre ETA

La dispersión de los presos, y el dolor que genera en sus familiares, sigue sin estar presente en la agenda política ni el relato oficial del terrorismo. Christian García 

  El encuentro cultural Tiempo de contar: Literatura, televisión y cine ante el terrorismo, patrocinado por la Fundación Centro Nacional para la Memoria de las Víctimas del Terrorismo, tiene como objetivo “alentar narrativas veraces”. Y para andamiar el relato artístico correcto han prescindido de ponentes euskaldunes y de abordar el terrorismo de Estado.

La verdad verdadera sobre ETA 
Gessamí Forner

“El Rey Felipe VI es el presidente de honor del Centro Nacional para la Memoria de las Víctimas del Terrorismo, una fundación público estatal adscrita al Ministerio del Interior”, advierte Aitor Merino. El director de cine de Iruñea no ha sido invitado al encuentro cultural Tiempo de contar: Literatura, televisión y cine ante el terrorismo, que patrocina dicha fundación y se celebrará el 10 y 11 de agosto en el Centro Internacional Antonio Machado con un amplio programa de ponentes, ninguno de ellos euskaldun.
 
“Supongo que no ha sido a propósito, es más posible que se hayan olvidado de incluir creadores euskaldunes”, sostiene Aitor Merino, director de la película Asier eta biok, documental que muestra la relación con su amigo de la escuela Asier Aranguren, quien de joven ingresó en ETA. “Lo peor es que en las jornadas no hay ni una sola mención a, por ejemplo, los GAL”, una segunda ausencia llamativa que el cineasta asocia a la identidad de los patrocinadores del encuentro, dado que, como todo el mundo sabe, los GAL nacieron del Estado.

“Las jornadas tienen un objetivo prescriptivo: decir qué está bien y qué es mendaz, en base a un código moral propio”, indica la escritora Katixa Agirre 
 
Las jornadas “tienen como propósito desvelar la mendacidad de algunas ficciones y discursos que tratan del terrorismo y alentar narrativas veraces”, anuncia la web del centro. Mendacidad es “el hábito o costumbre de mentir”, según la RAE. Las jornadas persiguen la verdad suprema y cómo abordarla a través del arte.

“El encuentro tiene un objetivo prescriptivo: decir qué está bien y qué es mendaz, en base a un código moral propio”, indica la escritora Katixa Agirre. “Esto me parece problemático, porque precisamente el arte debe explorar las zonas grises y ambiguas. No me interesa la ficción autoindulgente en la que el malo siempre es muy malo y el bueno muy bueno de principio a fin. Simplemente, porque la vida no es así”, añade la autora de Artetu arte itxaron, cuya protagonista es hija de un miembro de ETA.

El escritor de Donostia Iban Zaldua corrobora esa “concepción instrumental” y atestigua que la idea de “alentar narrativas veraces” se la ha “oído expresar varias veces” al organizador del evento, Gaizka Fernández Soldevilla, “uno de los adalides de la interpretación más nacionalista de la historia contemporánea vasca —nacionalista española, claro está—”. 

“El arte solo tiene sentido en la medida en que refleja la pluralidad. En este caso, de la sociedad vasca”, recuerda el escritor Iban Zaldua 

Hablar de todo, discutir agriamente

Es difícil hablar de ETA sin hablar de bombas, asesinatos, pisos francos y clandestinidad, pero también es difícil hablar de ella sin mencionar el plan ZEN, las torturas, el terrorismo de Estado, la dispersión y, quizá, lo más peligroso de todo: la independencia. En cualquier familia y cuadrilla, durante años fue un tema que si no era tabú, era motivo de grandes debates y agrias discusiones. Y desde los años noventa, ha sido uno de los principales temas de la literatura vasca, como no podría ser de otra manera. 

Patria, de Fernando Aramburu, supuso un punto de inflexión más allá de las ciudades grises y los verdes valles de Euskal Herria. El autor vasco afincado en Alemania desde los años 80 escribió en 2016 este best seller que pronto se erigió en “la verdad literaria única sobre el terrorismo vasco”, según describe Iban Zaldua. Aramburu es uno de los ponentes del encuentro cultural. 

Pero desde antes del fin de ETA y hasta unos años después, el conflicto vasco desapareció significativamente como tema de conversación. “Había muchas ganas de vivir sin esa losa encima”, explica Zaldua, “y la tentación de pasar página y concentrarse solo en el futuro sigue siendo muy grande, y no solo en la izquierda abertzale más oficial, sino también en otros ámbitos, como demuestran algunas reacciones ante los papeles de la CIA”, alerta el autor de Como si todo hubiera pasado, una compilación de cuentos escritos entre 1999 y 2018 donde siempre aparece el conflicto vasco y, sin embargo, cada uno de ellos sitúa al lector en una posición nueva.

El arte nunca ha pasado la página del conflicto vasco y las obras vascas han seguido nutriéndose de él, “al menos, en la literatura en euskera”. “Tenemos que seguir contando historias, porque si no lo hacemos nosotros, otros lo harán”, resume Zaldua.

 
Aitor Merino y Asier Aranguren durante la manifestación contra el macrosumario 11/13. Gessamí Forner

“Estamos en plena ofensiva de los grandes medios para afianzar un tipo de relato. Series como 'Patria' y 'La línea invisible' no son casualidad: su objetivo es afianzar el relato oficial”, sostiene el cineasta Aitor Merino  

Historias dolorosas

Los tres creadores coinciden en la idea que ya lanzaba Katixa Agirre en una entrevista a El Salto: “Aún hay muchas historias dolorosas que contar”. “Hay tantas historias como personas afectadas por el conflicto y me temo que, en mayor o menor medida, nos ha afectado a todas”, asume Aitor Merino, que contó la suya al desvelar el impacto y el desasosiego ético que le supuso saber que su amigo de la infancia había ingresado en ETA. 

En ese sentido, Iban Zaldua pronostica que las mayores novedades no las espera en el campo de la ficción, “sino en el de la literatura testimonial, donde aflorarán historias personales, parciales y subjetivas que, por miedo, por conveniencia o por lo que sea, aún no han podido contarse. Un material que seguro que aprovecharán los fabuladores, los novelistas, los cuentistas, los cineastas en un futuro más o menos lejano”.

Homenaje

En el día de ayer, el Congreso de los Diputados celebró el homenaje anual a las víctimas del terrorismo. En el acto participó el diputado de EH Bildu Jon Iñarritu. El 27 de junio de 1960 fue asesinada con una bomba la bebé de 22 meses Begoña Urroz en la estación de tren de Amara de Donostia. Un atentado que durante años se atribuyó a ETA, pero que perpetró el Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación, una organización formada en 1959 por exiliados españoles —sobre todo, gallegos— y portugueses para luchar contra las dictaduras salazarista y franquista.

La presidente de la Fundación de Víctimas del Terrorismo —de ETA—, Ángeles Pedraza, criticó la presencia de Iñarritu en el acto de homenaje. Iñarritu reivindicó el compromiso de su partido “por el reconocimiento y reparación de todas y cada una de las víctimas, sin excepciones ni exclusiones, porque todas las violencias merecen verdad, justicia y reparación: las del franquismo, las de ETA, las del terrorismo de Estado y las de tortura”.

Una idea, la de verdad, justicia y reparación, que a Aitor Merino considera “una quimera, el Estado español no está dispuesto a asumir nada”.

Marginación

Cuando a finales de los 90 y principios de los 2000 las tertulias televisivas y radiofónicas versaban semana sí, semana también sobre ETA, el cineasta Julio Medem fue marginado como referente artístico tras filmar en 2003 La pelota vasca, la piel contra la piedra. En su documental, recopiló distintas voces. En 2016, la escritora Edurne Portela publicó El eco de los disparos, “que trata exactamente de lo mismo que las jornadas: la representación de la violencia en la literatura y el cine. Y, aunque está escrito en castellano, ella sí hizo una compilación plural de diferentes miradas sobre el conflicto, que incluían, cómo no, a autores y autoras cuyas obras están escritas o filmadas en euskera y castellano”, indica Aitor Merino. Edurne Portela tampoco figura como ponente.

“Después de una década sin violencia de ETA, estamos en plena ofensiva de los grandes medios para afianzar un tipo de relato. Series como Patria y La línea invisible, que son producciones con un presupuesto importante, no son casualidad: su objetivo es afianzar el relato oficial. Y cualquier obra que se salga de ese enfoque, no va a contar con el apoyo de Movistar ni HBO. Quienes se salgan de ese patrón, están condenados a la marginalidad. Es lo que hay”, concluye el cineasta.

“El arte solo tiene sentido en la medida en que refleja la pluralidad. En este caso, de la sociedad vasca”, recuerda Iban Zaldua. “El mundo de la cultura es muy diverso, también en lo que se refiere a este tema, tanto en castellano como en euskera, y que una parte tan importante del espectro creativo no tenga un solo representante y se vea marginada, repercute en la calidad de las jornadas, porque parte de una marginación previa”, advierte. Quizá, la marginación de siempre.


Fuente →  elsaltodiario.com

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