
“El Rey Felipe VI es el presidente de honor del Centro Nacional
para la Memoria de las Víctimas del Terrorismo, una fundación público
estatal adscrita al Ministerio del Interior”, advierte Aitor Merino. El
director de cine de Iruñea no ha sido invitado al encuentro cultural Tiempo de contar: Literatura, televisión y cine ante el terrorismo,
que patrocina dicha fundación y se celebrará el 10 y 11 de agosto en el
Centro Internacional Antonio Machado con un amplio programa de
ponentes, ninguno de ellos euskaldun.
“Supongo
que no ha sido a propósito, es más posible que se hayan olvidado de
incluir creadores euskaldunes”, sostiene Aitor Merino, director de la
película Asier eta biok, documental que muestra la
relación con su amigo de la escuela Asier Aranguren, quien de joven
ingresó en ETA. “Lo peor es que en las jornadas no hay ni una sola
mención a, por ejemplo, los GAL”, una segunda ausencia llamativa que el
cineasta asocia a la identidad de los patrocinadores del encuentro, dado
que, como todo el mundo sabe, los GAL nacieron del Estado.
“Las
jornadas tienen un objetivo prescriptivo: decir qué está bien y qué es
mendaz, en base a un código moral propio”, indica la escritora Katixa
Agirre
Las jornadas “tienen como propósito desvelar la
mendacidad de algunas ficciones y discursos que tratan del terrorismo y
alentar narrativas veraces”, anuncia la web del centro. Mendacidad es
“el hábito o costumbre de mentir”, según la RAE. Las jornadas persiguen
la verdad suprema y cómo abordarla a través del arte.
“El encuentro tiene un objetivo prescriptivo: decir qué está bien y qué es mendaz, en base a un código moral propio”, indica la escritora Katixa Agirre.
“Esto me parece problemático, porque precisamente el arte debe explorar
las zonas grises y ambiguas. No me interesa la ficción autoindulgente
en la que el malo siempre es muy malo y el bueno muy bueno de principio a
fin. Simplemente, porque la vida no es así”, añade la autora de Artetu arte itxaron, cuya protagonista es hija de un miembro de ETA.
El
escritor de Donostia Iban Zaldua corrobora esa “concepción
instrumental” y atestigua que la idea de “alentar narrativas veraces” se
la ha “oído expresar varias veces” al organizador del evento, Gaizka
Fernández Soldevilla, “uno de los adalides de la interpretación más
nacionalista de la historia contemporánea vasca —nacionalista española,
claro está—”.
“El arte solo tiene sentido en la
medida en que refleja la pluralidad. En este caso, de la sociedad
vasca”, recuerda el escritor Iban Zaldua
Hablar de todo, discutir agriamente
Es difícil
hablar de ETA sin hablar de bombas, asesinatos, pisos francos y
clandestinidad, pero también es difícil hablar de ella sin mencionar el
plan ZEN, las torturas, el terrorismo de Estado,
la dispersión y, quizá, lo más peligroso de todo: la independencia. En
cualquier familia y cuadrilla, durante años fue un tema que si no era
tabú, era motivo de grandes debates y agrias discusiones. Y desde los
años noventa, ha sido uno de los principales temas de la literatura
vasca, como no podría ser de otra manera.
Patria, de
Fernando Aramburu, supuso un punto de inflexión más allá de las
ciudades grises y los verdes valles de Euskal Herria. El autor vasco
afincado en Alemania desde los años 80 escribió en 2016 este best seller
que pronto se erigió en “la verdad literaria única sobre el terrorismo
vasco”, según describe Iban Zaldua. Aramburu es uno de los ponentes del
encuentro cultural.
Pero desde antes del fin de ETA y
hasta unos años después, el conflicto vasco desapareció
significativamente como tema de conversación. “Había muchas ganas de
vivir sin esa losa encima”, explica Zaldua, “y la tentación de pasar
página y concentrarse solo en el futuro sigue siendo muy grande, y no
solo en la izquierda abertzale más oficial, sino también en otros
ámbitos, como demuestran algunas reacciones ante los papeles de la CIA”,
alerta el autor de Como si todo hubiera pasado, una compilación
de cuentos escritos entre 1999 y 2018 donde siempre aparece el conflicto
vasco y, sin embargo, cada uno de ellos sitúa al lector en una posición
nueva.
El arte nunca ha pasado la página del conflicto vasco y
las obras vascas han seguido nutriéndose de él, “al menos, en la
literatura en euskera”. “Tenemos que seguir contando historias, porque
si no lo hacemos nosotros, otros lo harán”, resume Zaldua.
Aitor Merino y Asier Aranguren durante la manifestación contra el macrosumario 11/13.
Gessamí Forner
“Estamos en plena ofensiva de los grandes medios para afianzar un tipo
de relato. Series como 'Patria' y 'La línea invisible' no son
casualidad: su objetivo es afianzar el relato oficial”, sostiene el
cineasta Aitor Merino
Historias dolorosas
Los tres creadores coinciden en la idea que ya lanzaba Katixa Agirre en una entrevista a El Salto:
“Aún hay muchas historias dolorosas que contar”. “Hay tantas historias
como personas afectadas por el conflicto y me temo que, en mayor o menor
medida, nos ha afectado a todas”, asume Aitor Merino, que contó la suya
al desvelar el impacto y el desasosiego ético que le supuso saber que
su amigo de la infancia había ingresado en ETA.
En ese sentido,
Iban Zaldua pronostica que las mayores novedades no las espera en el
campo de la ficción, “sino en el de la literatura testimonial, donde
aflorarán historias personales, parciales y subjetivas que, por miedo,
por conveniencia o por lo que sea, aún no han podido contarse. Un
material que seguro que aprovecharán los fabuladores, los novelistas,
los cuentistas, los cineastas en un futuro más o menos lejano”.
Homenaje
En
el día de ayer, el Congreso de los Diputados celebró el homenaje anual a
las víctimas del terrorismo. En el acto participó el diputado de EH
Bildu Jon Iñarritu. El 27 de junio de 1960 fue asesinada con una bomba
la bebé de 22 meses Begoña Urroz en la estación de tren de Amara de
Donostia. Un atentado que durante años se atribuyó a ETA, pero que
perpetró el Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación, una
organización formada en 1959 por exiliados españoles —sobre todo,
gallegos— y portugueses para luchar contra las dictaduras salazarista y
franquista.
La presidente de la Fundación de Víctimas del
Terrorismo —de ETA—, Ángeles Pedraza, criticó la presencia de Iñarritu
en el acto de homenaje. Iñarritu reivindicó el compromiso de su partido
“por el reconocimiento y reparación de todas y cada una de las víctimas,
sin excepciones ni exclusiones, porque todas las violencias merecen
verdad, justicia y reparación: las del franquismo, las de ETA, las del
terrorismo de Estado y las de tortura”.
Una idea, la de verdad,
justicia y reparación, que a Aitor Merino considera “una quimera, el
Estado español no está dispuesto a asumir nada”.
Marginación
Cuando a finales de los 90 y principios de los
2000 las tertulias televisivas y radiofónicas versaban semana sí, semana
también sobre ETA, el cineasta Julio Medem fue marginado como referente
artístico tras filmar en 2003 La pelota vasca, la piel contra la piedra. En su documental, recopiló distintas voces. En 2016, la escritora Edurne Portela publicó El eco de los disparos,
“que trata exactamente de lo mismo que las jornadas: la representación
de la violencia en la literatura y el cine. Y, aunque está escrito en
castellano, ella sí hizo una compilación plural de diferentes miradas
sobre el conflicto, que incluían, cómo no, a autores y autoras cuyas
obras están escritas o filmadas en euskera y castellano”, indica Aitor
Merino. Edurne Portela tampoco figura como ponente.
“Después de
una década sin violencia de ETA, estamos en plena ofensiva de los
grandes medios para afianzar un tipo de relato. Series como Patria y La línea invisible,
que son producciones con un presupuesto importante, no son casualidad:
su objetivo es afianzar el relato oficial. Y cualquier obra que se salga
de ese enfoque, no va a contar con el apoyo de Movistar ni HBO. Quienes
se salgan de ese patrón, están condenados a la marginalidad. Es lo que
hay”, concluye el cineasta.
“El arte solo tiene sentido en la
medida en que refleja la pluralidad. En este caso, de la sociedad
vasca”, recuerda Iban Zaldua. “El mundo de la cultura es muy diverso,
también en lo que se refiere a este tema, tanto en castellano como en
euskera, y que una parte tan importante del espectro creativo no tenga
un solo representante y se vea marginada, repercute en la calidad de las
jornadas, porque parte de una marginación previa”, advierte. Quizá, la
marginación de siempre.
Fuente → elsaltodiario.com
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