
“Al terminar retransmisión con la que seguí emocionante
encuentro y brillantísimo triunfo, os envío mi entusiasta felicitación
por vuestra técnica y coraje en defensa de nuestros colores. ¡Arriba
España!”. Este fue el telegrama que el dictador Francisco Franco mandó al presidente de la Federación Española de Fútbol, Armando Muñoz Calero en 1950 con motivo de una importante victoria frente a Inglaterra en el Mundial de Brasil.
Como otros tantos dictadores, Franco se aprovechó del fútbol para su
propaganda. Un libro recopila esta y otra gran cantidad de historias de fascismo y balón ocurridas tanto en nuestro país como en la Italia de Mussollini, la Alemania nazi o algunas dictaduras latinoamericanas.
Esta misma semana ha salido a la venta Fútbol y fascismo (Altamarea). Su autor, el historiador y articulista Cristóbal Villalobos
ha sintetizado algunos de los episodios más significativos de la
“inquietante simbiosis entre el fútbol y la dictaduras fascistas”. A
saber: “Anécdotas, hazañas, a veces trágicas y otras rocambolescas, en
las que el fútbol ha sido empleado como venda para tapar los ojos del
pueblo o como vehículo de adoctrinamiento en el marco de delirantes
diseños propagandísticos concebidos por megalómanos déspotas de medio
mundo”, según señala su presentación.
El autor señala a cuartopoder
que llevaba tiempo con la idea en mente de publicar un libro de este
tipo. Escribió hace unos años algunos reportajes con estas historias en Jot Down
y decidió investigar un poco más. “Enseguida vi que daba para una
enciclopedia”, afirma. Conoció la editorial Altamarea, que había
publicado un libro parecido, Fútbol y poder en la URSS de Stalin, les propuso la idea y se puso manos a la obra.
La
obra refleja un “panorama global” mediante pequeñas historias que
invitan a una lectura ligera. “Tampoco se trataba de investigar muy
profundamente cada tema, porque entonces me hubieran salido 30 libros”,
afirma. “Quería que a la gente le quedase claro esa manipulación del fútbol por parte de las dictaduras fascistas,
pero que fuera ameno, entretenido y que pudiera leerlo cualquier
persona que no tuviera mucha información sobre el tema”, añade.
La
bibliografía utilizada, eso sí, tiene estudios académicos o libros más
completos para que ya a quien le interese profundizar tenga la
posibilidad de hacerlo. Y con una máxima: el rigor histórico utilizando
fuentes diversas en cada pasaje.
En su capítulo dedicado a nuestro
país, “España o la fallida reconversión al fascismo”, comienza con lo
ocurrido con el balompié en la Guerra Civil y acaba con la famosa ikurriña, todavía ilegalizada, que pasearon los equipos de Athletic de Bilbao y Real Sociedad en 1976.
Sobre el uso del fútbol por parte del franquismo, Villalobos divide el asunto en varias partes. Por un lado, lo estructural. “A la Falange,
cuando se crea el partido único, se le da el control de la sociedad, de
la educación o las actividades juveniles. Se le dan también los
deportes, eso se copia de Alemania”, destaca. Se militarizó la
administración del fútbol. Un ejemplo fue el Atlético Aviación, actual
Atlético de Madrid. Los huérfanos de aviadores entraban gratis al campo,
estaba presidido por un general del Ejército. Otro general también fue
designado al concluir la Guerra como presidente del Real Madrid.
El general Moscardó
llegó a viajar a la Alemania nazi en busca de ideas para la estructura
deportiva. Así se creó el Consejo Nacional de Deportes, copiando
prácticamente la estructura alemana. En todo caso, no había
planificación propagandística todavía. “Lo que se encuentra el
franquismo es con la eclosión del fútbol, eso pasa también con el cine o
con los toros. A la gente le comienza a gustar más, se convirtió en un
deporte de masas, aunque ya era muy importante antes de la Guerra Civil.
Pero claro, ahora se crean periódicos como el Marca, la radio, la quiniela, etc”, destaca.
“El franquismo lo que hace es aprovecharse”,
destaca Villalobos, de victorias importantes como las del Real Madrid
o, algunas pocas, de la selección como la mencionada sobre Inglaterra en
1950. En aquella ocasión, en la que España fue cuarta en el Mundial, el
NO-DO editó una película donde se dijo que ganar a los ingleses fue “un
nuevo episodio en la lucha histórica contra Albión”.
Respecto al Real Madrid,
el libro da cuenta de cómo las victorias internacionales de los años 50
fueron aprovechadas por las autoridades para mejorar la imagen de
España en el extranjero. “Los ministros de Franco daban discursos
agradeciendo la labor del equipo blanco para con España. Para los
ministros Solís o Castiella, el Real Madrid era la mejor embajada que el
país podía enviar al extranjero”, señala el libro.
El gol de Marcelino
Según
el historiador, el único momento donde sí hay una planificación por
parte del franquismo para hacer y propaganda con el deporte es con la Copa de Europa de Naciones (lo que ahora se conocería como Eurocopa) de 1964.
Primero, el Gobierno de Franco se propone para organizarla en nuestro
país. La fecha coincidía con lo que el régimen llamaba “los 25 años de
paz”, es decir el aniversario de su victoria en la Guerra. “Querían
mostrarse al mundo o a Europa como un país homologable al resto de
países europeos. Lo programaron y planificaron para que la celebración
del evento fuera un input exterior y también interior para los
ciudadanos, de fuerza para el régimen”, explica.
Y
les salió bien. Porque en el campo la selección española ganó en la
final celebrada en Madrid a nada más y nada menos que la URSS. Para la
historia quedó el famoso gol de Marcelino, el más importante en una
competición internacional hasta el que conseguiría Fernando Torres
contra Alemania en la Eurocopa de 2008. Una de las anécdotas
interesantes de aquel evento fue la asistencia del propio Franco al estadio Santiago Bernabeu.
“Muchos pensaban que Franco no acudiría al palco del estadio ese día,
el 21 de junio de 1964. El Gobierno temía que el dictador se viera
obligado a entregarle el trofeo de campeón al capitán de la URSS. Pese
al elevado riesgo de que eso sucediera, Franco decidió asistir al
encuentro”, señala el libro.
El ministro José Solís contaba que
fue él quien tuvo que convencer a Franco durante una cacería para que
presenciara la final. El recibimiento, según las crónicas, fue
“apoteósico”, con todas las voces de los asistentes gritando: “Franco,
Franco, Franco”. El partido lo abrió pronto España con gol de Pereda.
Pero tres minutos después empató la selección soviética. A seis minutos
del final un centro de Pereda para el remate de Marcelino evitaba la temida foto de Franco con el capitán de la URSS.
Según cuenta el historiador inglés Paul Preston, y recoge el libro de Villalobos, la prensa ensalzó el triunfo como la culminación lógica de la victoria militar de Franco en la Guerra Civil.
Eso provocó que, ante tal adulación, el dictador se mostrase contrario a
cualquier posibilidad de reforma. “Al cabo de 25 años de paz, detrás de
cada aplauso sonaba un auténtico y elocuente respaldo al espíritu del
18 de julio”, señalaba el periódico ABC. El locutor Matías
Prats anunció que España había vencido a la “patria del comunismo
criminal”. Y el propio Franco declaró: “Nuestra unidad y patriotismo ha
sido mostrada a los millones de personas que han visto el partido en
todo el mundo”. Un gol, el de Marcelino, que le vino muy bien al
régimen.
Mussolini y Hitler

“Dicen que Benito Mussolini
solo había visto un partido de fútbol en su vida, pero esto no le
impidió percatarse de las posibilidades políticas y propagandísticas que
el juego de la pelota podía brindarle para alcanzar sus objetivos”,
señala el libro. El fascismo italiano promovió la práctica del deporte a
todas las edades. Además, se creó el mito del Duce como deportista.
Mussolini practicaba deporte de forma habitual, esgrima, equitación,
esquí o natación, al contrario que hicieron Hitler o Franco.
Entre las historias concretas que cuenta Villalobos en su libro, se refiere al Inter de Milán.
El equipo, que se fundó anteriormente con ese nombre fue obligado a
cambiar de nombre por la dictadura y fundirse con otro club, dando lugar
a la Societá Sportiva Ambrosiana. A los fascistas, el primer nombre les
recordaba a la Tercera Internacional Comunista. Además, los jugadores
tuvieron que vestir una camiseta blanca con la cruz de San Jorge y el
haz de lictores, escudo fascista. Famosas son también las imágenes de
los jugadores de todos los partidos realizando el saludo fascista antes
de comenzar. La selección italiana ganó los Mundiales de 1934 y 1938,
algo que obviamente utilizó el régimen. “Gracias a sus triunfos se
fomentó la identidad colectiva y se creó un poderoso sentimiento de
pertenencia al proyecto totalitario”, escribe Villalobos.
En paralelo, la Alemania de Hitler,
hizo del deporte uno de sus pilares para reafirmar sus teorías de la
superioridad de la raza aria. Los clubes que tenían algún tipo de
relación con la comunidad judía fueron sancionados o eliminados. Los
judíos fueron expulsados de los clubes, como le pasó al Bayern de
Munich, que tuvo que deshacerse de su entrenador y presidente. En la
memoria colectiva se encuentran sin duda los Juegos Olímpicos de Berlín
en 1936, “un éxito propagandístico para los nazis” al mostrar una
Alemania “fuerte, moderna, cohesionada y capaz de cualquier cosa”, según
recuerda Villalobos.
Una de las anécdotas relatadas en el libro es el primer y único encuentro de fútbol al que asistió Hitler.
Fue en Berlín en aquellos Juegos Olímpicos. Eran los cuartos de final y
la selección alemana jugaba contra Noruega. “Hitler renunció a la
competición que realmente quería ver, la de remo, y apareció dispuesto a
un baño de multitudes en el Poststadion, en el que ya había dado algún
discurso para las juventudes hitlerianas”, señala el libro. Los jerarcas
nazis estaban convencidos que Alemania ganaría pero Noruega se impuso
por 2-0. “El Fuhrer está muy nervioso, yo apenas puedo controlarme. El
público está realmente furioso”, dejó escrito el ministro nazi Joseph
Goebbels.
Argentina, la imagen más dura
El libro termina con un capítulo dedicado a las dictaduras en América Latina.
Se cuentan ejemplos de historias en Honduras y El Salvador (“la guerra
del fútbol”), de Brasil y Pelé, de Chile y su Estadio Nacional como
centro de detención de Pinochet o de Uruguay. Pero la imagen y ejemplo
más duro, según Villalobos, es sin duda el Mundial de 1978 en Argentina. No por conocidos con el paso del tiempo los sucesos dejan de ser menos significativos.
“Cuando Kempes estaba marcando los goles en la final, a pocos metros estaban torturando a los presos políticos de la Escuela Mecánica de la Armada.
Obligaron a varios presos a festejar la victoria en la calle, personas
que luego iban a morir en los famosos vuelos de la muerte o iban a ser
torturados”, sintetiza Villalobos.
Argentina disputaba la final de
su Mundial contra Holanda. En el campo, los goles de Kempes derrotaron a
los holandeses por 3 a 1. La selección recibió el trofeo de manos del
presidente de la Junta Militar, Jorge Rafael Videla.
Los holandeses se negaron a estrechar las manos de las autoridades
militares. Previamente desde diferentes sectores sociales y políticos
europeos se había llamado a boicotear el mundial por las torturas y
detenciones arbitrarias del régimen militar. La mayoría, excepto algunos
jugadores suecos que apoyaron in situ una de las marchas de las Madres
de la Plaza de Mayo, miraron para otro lado. “Mientras se gritan los
goles, se apagan los gritos de los torturados y los asesinados”, señaló Estela de Carlotto, de las Abuelas de la Plaza de Mayo.
Con
el paso del tiempo, una gran cantidad de futbolistas argentinos y el
propio seleccionador, César Luis Mennotti, se refirieron al tema. “Fui
usado. Lo del poder que se aprovecha del deporte es tan viejo como la
humanidad”, dijo Menotti. “El caso del seleccionador argentino ilustra
el cinismo que mostraron muchos de sus compatriotas. Hombre de
izquierdas reconocido, no quiso renunciar a la oportunidad de ganar un
título que la calidad del combinado y los tejemanejes de la dictadura lo
hacían probable”, escribe Villalobos. “Nos usaron para tapar las 30.000 desapariciones.
Me siento engañado y asumo mi responsabilidad individual, yo era un
boludo que no veía más allá de la pelota”, declaró recientemente el
jugador Ricardo Villa. Una victoria con sabor amargo. O como cantó
Andrés Calamaro: “Me parece que soy de la quinta que vio el Mundial 78.
Me tocó crecer viendo a mi alrededor paranoia y dolor”.
Fuente → cuartopoder.es
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