Cómo Franco se aprovechó del fútbol y otras historias de fascismo y balón

  • Un libro, "Fútbol y fascismo", recopila gran cantidad de historias ocurridas en España, en la Italia de Mussollini, la Alemania nazi o algunas dictaduras latinoamericanas
  • “El franquismo lo que hace es aprovecharse”, destaca el autor, de victorias importantes como las del Real Madrid o de la selección española
  • La imagen y ejemplo más duro es el Mundial de 1978 en Argentina. “Cuando Kempes estaba marcando los goles, a pocos metros estaban torturando a presos políticos"

Cómo Franco se aprovechó del fútbol y otras historias de fascismo y balón / Miguel Muñoz:

“Al terminar retransmisión con la que seguí emocionante encuentro y brillantísimo triunfo, os envío mi entusiasta felicitación por vuestra técnica y coraje en defensa de nuestros colores. ¡Arriba España!”. Este fue el telegrama que el dictador Francisco Franco mandó al presidente de la Federación Española de Fútbol, Armando Muñoz Calero en 1950 con motivo de una importante victoria frente a Inglaterra en el Mundial de Brasil. Como otros tantos dictadores, Franco se aprovechó del fútbol para su propaganda. Un libro recopila esta y otra gran cantidad de historias de fascismo y balón ocurridas tanto en nuestro país como en la Italia de Mussollini, la Alemania nazi o algunas dictaduras latinoamericanas. 

Esta misma semana ha salido a la venta Fútbol y fascismo (Altamarea). Su autor, el historiador y articulista Cristóbal Villalobos ha sintetizado algunos de los episodios más significativos de la “inquietante simbiosis entre el fútbol y la dictaduras fascistas”. A saber: “Anécdotas, hazañas, a veces trágicas y otras rocambolescas, en las que el fútbol ha sido empleado como venda para tapar los ojos del pueblo o como vehículo de adoctrinamiento en el marco de delirantes diseños propagandísticos concebidos por megalómanos déspotas de medio mundo”, según señala su presentación.

El autor señala a cuartopoder que llevaba tiempo con la idea en mente de publicar un libro de este tipo. Escribió hace unos años algunos reportajes con estas historias en Jot Down y decidió investigar un poco más. “Enseguida vi que daba para una enciclopedia”, afirma. Conoció la editorial Altamarea, que había publicado un libro parecido, Fútbol y poder en la URSS de Stalin, les propuso la idea y se puso manos a la obra.

La obra refleja un “panorama global” mediante pequeñas historias que invitan a una lectura ligera. “Tampoco se trataba de investigar muy profundamente cada tema, porque entonces me hubieran salido 30 libros”, afirma. “Quería que a la gente le quedase claro esa manipulación del fútbol por parte de las dictaduras fascistas, pero que fuera ameno, entretenido y que pudiera leerlo cualquier persona que no tuviera mucha información sobre el tema”, añade.

La bibliografía utilizada, eso sí, tiene estudios académicos o libros más completos para que ya a quien le interese profundizar tenga la posibilidad de hacerlo. Y con una máxima: el rigor histórico utilizando fuentes diversas en cada pasaje.

En su capítulo dedicado a nuestro país, “España o la fallida reconversión al fascismo”, comienza con lo ocurrido con el balompié en la Guerra Civil y acaba con la famosa ikurriña, todavía ilegalizada, que pasearon los equipos de Athletic de Bilbao y Real Sociedad en 1976.

Sobre el uso del fútbol por parte del franquismo, Villalobos divide el asunto en varias partes. Por un lado, lo estructural. “A la Falange, cuando se crea el partido único, se le da el control de la sociedad, de la educación o las actividades juveniles. Se le dan también los deportes, eso se copia de Alemania”, destaca. Se militarizó la administración del fútbol. Un ejemplo fue el Atlético Aviación, actual Atlético de Madrid. Los huérfanos de aviadores entraban gratis al campo, estaba presidido por un general del Ejército. Otro general también fue designado al concluir la Guerra como presidente del Real Madrid.

El general Moscardó llegó a viajar a la Alemania nazi en busca de ideas para la estructura deportiva. Así se creó el Consejo Nacional de Deportes, copiando prácticamente la estructura alemana. En todo caso, no había planificación propagandística todavía. “Lo que se encuentra el franquismo es con la eclosión del fútbol, eso pasa también con el cine o con los toros. A la gente le comienza a gustar más, se convirtió en un deporte de masas, aunque ya era muy importante antes de la Guerra Civil. Pero claro, ahora se crean periódicos como el Marca, la radio, la quiniela, etc”, destaca.

“El franquismo lo que hace es aprovecharse”, destaca Villalobos, de victorias importantes como las del Real Madrid o, algunas pocas, de la selección como la mencionada sobre Inglaterra en 1950. En aquella ocasión, en la que España fue cuarta en el Mundial, el NO-DO editó una película donde se dijo que ganar a los ingleses fue “un nuevo episodio en la lucha histórica contra Albión”.
Respecto al Real Madrid, el libro da cuenta de cómo las victorias internacionales de los años 50 fueron aprovechadas por las autoridades para mejorar la imagen de España en el extranjero. “Los ministros de Franco daban discursos agradeciendo la labor del equipo blanco para con España. Para los ministros Solís o Castiella, el Real Madrid era la mejor embajada que el país podía enviar al extranjero”, señala el libro.

El gol de Marcelino

Según el historiador, el único momento donde sí hay una planificación por parte del franquismo para hacer y propaganda con el deporte es con la Copa de Europa de Naciones (lo que ahora se conocería como Eurocopa) de 1964. Primero, el Gobierno de Franco se propone para organizarla en nuestro país. La fecha coincidía con lo que el régimen llamaba “los 25 años de paz”, es decir el aniversario de su victoria en la Guerra. “Querían mostrarse al mundo o a Europa como un país homologable al resto de países europeos. Lo programaron y planificaron para que la celebración del evento fuera un input exterior y también interior para los ciudadanos, de fuerza para el régimen”, explica.

Y les salió bien. Porque en el campo la selección española ganó en la final celebrada en Madrid a nada más y nada menos que la URSS. Para la historia quedó el famoso gol de Marcelino, el más importante en una competición internacional hasta el que conseguiría Fernando Torres contra Alemania en la Eurocopa de 2008. Una de las anécdotas interesantes de aquel evento fue la asistencia del propio Franco al estadio Santiago Bernabeu. “Muchos pensaban que Franco no acudiría al palco del estadio ese día, el 21 de junio de 1964. El Gobierno temía que el dictador se viera obligado a entregarle el trofeo de campeón al capitán de la URSS. Pese al elevado riesgo de que eso sucediera, Franco decidió asistir al encuentro”, señala el libro.
 
El ministro José Solís contaba que fue él quien tuvo que convencer a Franco durante una cacería para que presenciara la final. El recibimiento, según las crónicas, fue “apoteósico”, con todas las voces de los asistentes gritando: “Franco, Franco, Franco”. El partido lo abrió pronto España con gol de Pereda. Pero tres minutos después empató la selección soviética. A seis minutos del final un centro de Pereda para el remate de Marcelino evitaba la temida foto de Franco con el capitán de la URSS.

Según cuenta el historiador inglés Paul Preston, y recoge el libro de Villalobos, la prensa ensalzó el triunfo como la culminación lógica de la victoria militar de Franco en la Guerra Civil. Eso provocó que, ante tal adulación, el dictador se mostrase contrario a cualquier posibilidad de reforma. “Al cabo de 25 años de paz, detrás de cada aplauso sonaba un auténtico y elocuente respaldo al espíritu del 18 de julio”, señalaba el periódico ABC. El locutor Matías Prats anunció que España había vencido a la “patria del comunismo criminal”. Y el propio Franco declaró: “Nuestra unidad y patriotismo ha sido mostrada a los millones de personas que han visto el partido en todo el mundo”. Un gol, el de Marcelino, que le vino muy bien al régimen.

Mussolini y Hitler

 

“Dicen que Benito Mussolini solo había visto un partido de fútbol en su vida, pero esto no le impidió percatarse de las posibilidades políticas y propagandísticas que el juego de la pelota podía brindarle para alcanzar sus objetivos”, señala el libro. El fascismo italiano promovió la práctica del deporte a todas las edades. Además, se creó el mito del Duce como deportista. Mussolini practicaba deporte de forma habitual, esgrima, equitación, esquí o natación, al contrario que hicieron Hitler o Franco.

Entre las historias concretas que cuenta Villalobos en su libro, se refiere al Inter de Milán. El equipo, que se fundó anteriormente con ese nombre fue obligado a cambiar de nombre por la dictadura y fundirse con otro club, dando lugar a la Societá Sportiva Ambrosiana. A los fascistas, el primer nombre les recordaba a la Tercera Internacional Comunista. Además, los jugadores tuvieron que vestir una camiseta blanca con la cruz de San Jorge y el haz de lictores, escudo fascista. Famosas son también las imágenes de los jugadores de todos los partidos realizando el saludo fascista antes de comenzar. La selección italiana ganó los Mundiales de 1934 y 1938, algo que obviamente utilizó el régimen. “Gracias a sus triunfos se fomentó la identidad colectiva y se creó un poderoso sentimiento de pertenencia al proyecto totalitario”, escribe Villalobos.

En paralelo, la Alemania de Hitler, hizo del deporte uno de sus pilares para reafirmar sus teorías de la superioridad de la raza aria. Los clubes que tenían algún tipo de relación con la comunidad judía fueron sancionados o eliminados. Los judíos fueron expulsados de los clubes, como le pasó al Bayern de Munich, que tuvo que deshacerse de su entrenador y presidente. En la memoria colectiva se encuentran sin duda los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936, “un éxito propagandístico para los nazis” al mostrar una Alemania “fuerte, moderna, cohesionada y capaz de cualquier cosa”, según recuerda Villalobos.

Una de las anécdotas relatadas en el libro es el primer y único encuentro de fútbol al que asistió Hitler. Fue en Berlín en aquellos Juegos Olímpicos. Eran los cuartos de final y la selección alemana jugaba contra Noruega. “Hitler renunció a la competición que realmente quería ver, la de remo, y apareció dispuesto a un baño de multitudes en el Poststadion, en el que ya había dado algún discurso para las juventudes hitlerianas”, señala el libro. Los jerarcas nazis estaban convencidos que Alemania ganaría pero Noruega se impuso por 2-0. “El Fuhrer está muy nervioso, yo apenas puedo controlarme. El público está realmente furioso”, dejó escrito el ministro nazi Joseph Goebbels.

Argentina, la imagen más dura

El libro termina con un capítulo dedicado a las dictaduras en América Latina. Se cuentan ejemplos de historias en Honduras y El Salvador (“la guerra del fútbol”), de Brasil y Pelé, de Chile y su Estadio Nacional como centro de detención de Pinochet o de Uruguay. Pero la imagen y ejemplo más duro, según Villalobos, es sin duda el Mundial de 1978 en Argentina. No por conocidos con el paso del tiempo los sucesos dejan de ser menos significativos.

“Cuando Kempes estaba marcando los goles en la final, a pocos metros estaban torturando a los presos políticos de la Escuela Mecánica de la Armada. Obligaron a varios presos a festejar la victoria en la calle, personas que luego iban a morir en los famosos vuelos de la muerte o iban a ser torturados”, sintetiza Villalobos.

Argentina disputaba la final de su Mundial contra Holanda. En el campo, los goles de Kempes derrotaron a los holandeses por 3 a 1. La selección recibió el trofeo de manos del presidente de la Junta Militar, Jorge Rafael Videla. Los holandeses se negaron a estrechar las manos de las autoridades militares. Previamente desde diferentes sectores sociales y políticos europeos se había llamado a boicotear el mundial por las torturas y detenciones arbitrarias del régimen militar. La mayoría, excepto algunos jugadores suecos que apoyaron in situ una de las marchas de las Madres de la Plaza de Mayo, miraron para otro lado. “Mientras se gritan los goles, se apagan los gritos de los torturados y los asesinados”, señaló Estela de Carlotto, de las Abuelas de la Plaza de Mayo.

Con el paso del tiempo, una gran cantidad de futbolistas argentinos y el propio seleccionador, César Luis Mennotti, se refirieron al tema. “Fui usado. Lo del poder que se aprovecha del deporte es tan viejo como la humanidad”, dijo Menotti. “El caso del seleccionador argentino ilustra el cinismo que mostraron muchos de sus compatriotas. Hombre de izquierdas reconocido, no quiso renunciar a la oportunidad de ganar un título que la calidad del combinado y los tejemanejes de la dictadura lo hacían probable”, escribe Villalobos. “Nos usaron para tapar las 30.000 desapariciones. Me siento engañado y asumo mi responsabilidad individual, yo era un boludo que no veía más allá de la pelota”, declaró recientemente el jugador Ricardo Villa. Una victoria con sabor amargo. O como cantó Andrés Calamaro: “Me parece que soy de la quinta que vio el Mundial 78. Me tocó crecer viendo a mi alrededor paranoia y dolor”.

Fuente → cuartopoder.es

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