Adolf Hitler y Francisco
Franco, general Eugenio Espinosa de los Monteros (centro)
Hablando de terroristas…………..
Fascista: partidario del fascismo.
Fascismo: ideología política corporativista, que exalta la Nación frente al individuo o a la clase, suprime toda discrepancia política en beneficio del partido único y la raza, con un sistema totalitario, represor y genocida frente a la oposición, minorías y las demás etnias no propias.
Esto es en lo que se refiere a la terminología porqué, históricamente, todos sabemos cómo se formaron y qué legado dejaron estos sistemas dictatoriales e imperialistas, y aún fue peor de lo que cabía esperar.
Hacia el final de la Primera Guerra Mundial, en gran parte por una jugada del espionaje alemán que pretendía sacar un beneficio estratégico con ella, se produce la revolución rusa.
Todas las naciones implicadas en el conflicto mundial reconocen, en los ganadores de esta revolución, a un nuevo, y mucho más peligroso enemigo, que los aunaba a todos.
Alemania era la siguiente pieza del tablero internacional que podía caer, por lo que se dio un cierre abrupto a las hostilidades, para frenar la expansión de la revolución, y también, atacar a los soviéticos en su propio país, apoyando a las fuerzas zaristas o “blancas”.
Los dirigentes de los países recientemente enfrentados y las clases empresariales, rápidamente, se pusieron de acuerdo en apoyar a las fuerzas pre-nazis del “freikorps” en Alemania y los fascistas en Italia, amén de una miriada de grupos ultranacionalistas por toda Europa, incluyendo a la Falange Española.
La posición de las democracias occidentales era de apoyo las fuerzas contrarrevolucionarias. Se alimentaba a la bestia anti-democrática para que te defendiera de las “hordas rojas”, esperando que no se volviera contra ti, pero algo salió mal (como tantas veces en la Historia).
La violencia que se desató en el mundo, por parte del pacto fascista del eje, fue inusitada, brutal e inhumana, algo nunca visto la historia del planeta.
Hizo falta la reunión de todos los países anti-fascistas para destruir a esa bestia.
Sin embargo, ahora resulta que los antifascistas, según la extrema derecha mundial, incluida la de la República estadounidense, son terroristas.
No han hecho atentados.
No tienen más ideología común más que la de luchar contra el virus político más destructivo de la Historia.
Así, cabría decir que Churchill, Eisenhower, De Gaulle…encabezarían la lista de los más destacados anti-fascistas y suponemos que, por lógica, ellos también deberían ser tildados de “terroristas”.
El término “memoria histórica” siempre resultado ambiguo y polémico.
Alguna solución de compromiso ha sido ponerle un segundo apellido, “democrática” y está bien traído, pues es lo que propugnaban los protagonistas de nuestra historia reciente, aquellos cuyos nombres e vivencias queremos recuperar socialmente.
Sin embargo, prefiero hablar de memoria “antifascista”; si hay algo que unía a todas las personas perseguidas y represaliadas en nuestro país era eso, el antifascismo.
Ese antifascismo de los brigadistas internacionales.
El antifascismo de los congresos internacionales de escritores. De las Olimpiadas Populares.
El antifascismo del pueblo español que quería una sociedad libre y democrática, con derechos humanos, políticos, sindicales y sociales.
También ese antifascismo lo querían los muchos norteamericanos murieron en las playas del Pacífico o en una Europa que solo conocían por los mapas.
O aquellos británicos que no se dejaron sojuzgar, cuando se quedaron solos ante los nazis.
Franceses libres, ayudados por republicanos españoles que ya habían luchado contra el fascismo.
Partisanos yugoslavos o soviéticos, que habían estado en la guerra de España.
Y tantos y tantos ciudadanos y ciudadanas en el mundo que prefirieron la tortura y la muerte antes que la pérdida de los derechos y libertades tan arduamente conseguidos.
Los republicanos del exilio siempre hablan de “Guerra de España”.
Guerras civiles en este país había habido muchas, pero ésta (ellos lo tenían claro) era diferente, fue un ensayo general con todo del enfrentamiento entre las fuerzas progresistas del mundo y el fascismo.
Aquí sabemos quién triunfo y cómo se abandonó a la República a manos de totalitarismo franquista por causas geopolíticas (un eufemismo para traición y egoísmo internacionales).
Para los nuevos fascistas (como para los antiguos) el terrorismo de Estado que imponían los totalitarismos sobre los ciudadanos del mundo es defensa del orden y la Patria, y quiénes luchan contra esa opresión, son terroristas y subversivos.
Hoy reivindican la memoria del fascismo y denostan a quienes lo combatieron con total impunidad, y lo que es peor, frente a la indiferencia o la ignorancia histórica.
En España, en Estados Unidos y por todo el mundo, un viejo fantasma ha reaparecido, es un fantasma peligroso, pues aprovecha la democracia para destruirla.
Ya lo hicieron el pasado y esto hoy puede volver a pasar.
Contra ese mal solo hay una cura: antifascismo y democracia.
O la defendemos o volvemos a una época de terror y oscurantismo.
Ellos YA están dando la batalla.
¿Seremos capaces de detenerlos?
Por nuestro bien y el de las generaciones futuras espero que sepamos dar el callo, como sucedió en el pasado, no se trata de ganar o perder unas elecciones, se trata de si habrá más o no, con lo que eso supone.
Es mucho lo que hay en juego.
ENRIQUE GÓMEZ ARNAS PRESIDENTE ARMHA
Fascista: partidario del fascismo.
Fascismo: ideología política corporativista, que exalta la Nación frente al individuo o a la clase, suprime toda discrepancia política en beneficio del partido único y la raza, con un sistema totalitario, represor y genocida frente a la oposición, minorías y las demás etnias no propias.
Esto es en lo que se refiere a la terminología porqué, históricamente, todos sabemos cómo se formaron y qué legado dejaron estos sistemas dictatoriales e imperialistas, y aún fue peor de lo que cabía esperar.
Hacia el final de la Primera Guerra Mundial, en gran parte por una jugada del espionaje alemán que pretendía sacar un beneficio estratégico con ella, se produce la revolución rusa.
Todas las naciones implicadas en el conflicto mundial reconocen, en los ganadores de esta revolución, a un nuevo, y mucho más peligroso enemigo, que los aunaba a todos.
Alemania era la siguiente pieza del tablero internacional que podía caer, por lo que se dio un cierre abrupto a las hostilidades, para frenar la expansión de la revolución, y también, atacar a los soviéticos en su propio país, apoyando a las fuerzas zaristas o “blancas”.
Los dirigentes de los países recientemente enfrentados y las clases empresariales, rápidamente, se pusieron de acuerdo en apoyar a las fuerzas pre-nazis del “freikorps” en Alemania y los fascistas en Italia, amén de una miriada de grupos ultranacionalistas por toda Europa, incluyendo a la Falange Española.
La posición de las democracias occidentales era de apoyo las fuerzas contrarrevolucionarias. Se alimentaba a la bestia anti-democrática para que te defendiera de las “hordas rojas”, esperando que no se volviera contra ti, pero algo salió mal (como tantas veces en la Historia).
La violencia que se desató en el mundo, por parte del pacto fascista del eje, fue inusitada, brutal e inhumana, algo nunca visto la historia del planeta.
Hizo falta la reunión de todos los países anti-fascistas para destruir a esa bestia.
Sin embargo, ahora resulta que los antifascistas, según la extrema derecha mundial, incluida la de la República estadounidense, son terroristas.
No han hecho atentados.
No tienen más ideología común más que la de luchar contra el virus político más destructivo de la Historia.
Así, cabría decir que Churchill, Eisenhower, De Gaulle…encabezarían la lista de los más destacados anti-fascistas y suponemos que, por lógica, ellos también deberían ser tildados de “terroristas”.
El término “memoria histórica” siempre resultado ambiguo y polémico.
Alguna solución de compromiso ha sido ponerle un segundo apellido, “democrática” y está bien traído, pues es lo que propugnaban los protagonistas de nuestra historia reciente, aquellos cuyos nombres e vivencias queremos recuperar socialmente.
Sin embargo, prefiero hablar de memoria “antifascista”; si hay algo que unía a todas las personas perseguidas y represaliadas en nuestro país era eso, el antifascismo.
Ese antifascismo de los brigadistas internacionales.
El antifascismo de los congresos internacionales de escritores. De las Olimpiadas Populares.
El antifascismo del pueblo español que quería una sociedad libre y democrática, con derechos humanos, políticos, sindicales y sociales.
También ese antifascismo lo querían los muchos norteamericanos murieron en las playas del Pacífico o en una Europa que solo conocían por los mapas.
O aquellos británicos que no se dejaron sojuzgar, cuando se quedaron solos ante los nazis.
Franceses libres, ayudados por republicanos españoles que ya habían luchado contra el fascismo.
Partisanos yugoslavos o soviéticos, que habían estado en la guerra de España.
Y tantos y tantos ciudadanos y ciudadanas en el mundo que prefirieron la tortura y la muerte antes que la pérdida de los derechos y libertades tan arduamente conseguidos.
Los republicanos del exilio siempre hablan de “Guerra de España”.
Guerras civiles en este país había habido muchas, pero ésta (ellos lo tenían claro) era diferente, fue un ensayo general con todo del enfrentamiento entre las fuerzas progresistas del mundo y el fascismo.
Aquí sabemos quién triunfo y cómo se abandonó a la República a manos de totalitarismo franquista por causas geopolíticas (un eufemismo para traición y egoísmo internacionales).
Para los nuevos fascistas (como para los antiguos) el terrorismo de Estado que imponían los totalitarismos sobre los ciudadanos del mundo es defensa del orden y la Patria, y quiénes luchan contra esa opresión, son terroristas y subversivos.
Hoy reivindican la memoria del fascismo y denostan a quienes lo combatieron con total impunidad, y lo que es peor, frente a la indiferencia o la ignorancia histórica.
En España, en Estados Unidos y por todo el mundo, un viejo fantasma ha reaparecido, es un fantasma peligroso, pues aprovecha la democracia para destruirla.
Ya lo hicieron el pasado y esto hoy puede volver a pasar.
Contra ese mal solo hay una cura: antifascismo y democracia.
O la defendemos o volvemos a una época de terror y oscurantismo.
Ellos YA están dando la batalla.
¿Seremos capaces de detenerlos?
Por nuestro bien y el de las generaciones futuras espero que sepamos dar el callo, como sucedió en el pasado, no se trata de ganar o perder unas elecciones, se trata de si habrá más o no, con lo que eso supone.
Es mucho lo que hay en juego.
ENRIQUE GÓMEZ ARNAS PRESIDENTE ARMHA
Fuente → armharagon.com
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