“Durante
la II República, un país impregnado de supersticiones, de caciques y
muy analfabeto, debía de ser renovado con la educación y el trabajo.
Especial énfasis tuvo la Educación y la Cultura. Jamás se construyeron
más escuelas en tan poco tiempo y nunca se publicaron y repartieron
tantos libros entre las clases humildes, ni se crearon tantas
bibliotecas o pinacotecas. En el término de Jerez, se puso mucho interés
en los niños, prodigando las colonias escolares, los planes de
alimentación especial o el incremento de pediatras” (J.I. Gómez, M. Ramírez).
El historiador, especializado en memoria histórica, Fernando Romero Romero, acaba de ser entrevistado en el diario Público acerca del proyecto cultural bibliotecario en Prado Libre (prado del Rey, Cádiz) en tiempos de la IIª República: La biblioteca revolucionaria de Prado del Rey que la represión aniquiló en 1936. Por su parte, el historiador José García Cabrera acaba de publicar en lavozdelsur.es
un artículo sobre el mundo del libro en la IIª República en el marco de
Jerez, donde a tantos maestros promotores de la lectura asesinaron los
golpistas: La II República y la promoción de la lectura: La Biblioteca
Circulante de la Agrupación de Editores Españoles visita Jerez en 1935.
Por nuestra parte, también publicamos hace unos años un breve artículo
titulado:
No sé si la primera Fiesta del Libro en Jerez
fue en el otoño de 1926, con motivo de la festividad del Patrón San
Dionisio (véase la Revista del Ateneo de octubre de 1926). En aquella
fiesta del libro, probablemente promovida por el ayuntamiento de la
ciudad, se repartieron libros (como “La viña de Jerez”, escrita por “un
obrero”) entre los alumnos y, entre otras actividades, “El Batallón
de Pavía, invitó a una conferencia al M. 1. Doctor D. Teodoro Molina y
Escribano, Abad de la Colegial, desarrollando el tema elocuentemente”. Un Teodoro Molina de quien ya hemos hablado aquí como un sacerdote muy implicado en las actividades golpistas del ejército aquí en Jerez en 1936 y años sucesivos.
Recordemos
que los golpistas no solo mataron a muchos sindicalistas y militantes
de izquierdas de Jerez, sino que también quemaron sus libros, intentando
así aniquilar los proyectos culturales de progreso social y el núcleo central de aquellas ideologías antifascistas: liberarse por fin del oscurantismo español de teocracia y latifundismo. Veamos una síntesis de todo esto en la conocida obra de Diego Caro sobre la II República en Jerez: “Por
este motivo, el 15 de agosto el mismo alcalde anunciaba que todas las
sociedades obreras se había disuelto, excepto una, de la que decía que
“se le investigará en su manera de actuar”. Clausurada la Casa
Colectiva, a finales de este mismo mes, sus “libros docentes” eran
depositados en la Biblioteca Municipal, mientras que los de “carácter
social” y otra documentación recogida, que ocupan tres camionetas, se
destruían por el fuego en las Hoyancas. Un destino que tres días después
tendrían los libros y documentos de la asimismo cerrada Agrupación
Socialista local”.
También los investigadores Gómez Palomeque y Ramírez López nos ilustran con mucho detalle cómo los golpistas trataron los libros que en Jerez poseían las sociedades obreras: “Esta
unidad era requerida para todo lo relacionado con el orden público,
social y político, siendo este batallón el encargado de cumplir las
órdenes en materia “de censura e incautación de libros pornográficos o
de tendencia social”, revisando para ello librerías, kioscos y
establecimientos donde se expendieran libros, folletos o periódicos,
además de los “domicilios de personas que por ser depositarios
fraudulentos de la más peligrosa literatura que haya podido ser puestos
a salvo de algunos de los establecimientos“. Serían
nombrados responsables de esta labor los miembros más “cultos” de su
organización, como Manuel Chamorro, Fernando Casal y José de Soto
Molina. Sobre este asunto, pasarían la criba en primer lugar, la
librería de la calle Larga 57, propiedad de Ana Fiteni y de José Luis
Díeza, viuda e hijo de Miguel Gener, y la Librería Jerezana, sita en el 8
de la misma calle, de la que era regente José Mª. Jurado, y habiéndose
“practicado en todas ellas un minucioso registro que ha dado por
resultado la incautación de 1.462 volúmenes a más de gran cantidad de
folletos de menor importancia todos los cuales han sido depositados en
la Biblioteca Municipal a disposición y examen del Sr. Bibliotecario”.
De aquel repaso, no escaparía ni la Biblioteca del Cuerpo de Telégrafos.
En el expurgo se hallaban obras de todas las materias, épocas y
autores, como por ejemplo Doctrinal, de Quevedo, Ensayo sobre poesía de
Voltaire, Tratado cosas intimas Jesús, del Padre Mariana, entre una
interminable lista. Sin embargo, hubo establecimientos que se libraron
de la inquisitorial cruzada, pues los “informes obtenidos respecto a las librerías Jerez Gráfico, Don Manuel Bellido la Calle o Hijas de Justo Martínez
me han decidido a no realizar inspección a dichos establecimientos por
cuanto todos los informes coinciden en la seriedad de sus propietarios y
en la idoneidad de sus existencias“.
En Diario de Jerez de 17 de marzo de 1935 puede leerse una nota anunciando la Fiesta del Libro, de la que destacamos lo siguiente: «Conforme
estaba anunciado, ayer llegó a Jerez el camión biblioteca que viene
recorriendo toda España con motivo de la Fiesta del Libro. Como jefe de
la expedición figura D. Miguel Ruiz Castillo, publicista, el Sr.
Lugoriñas, escritor y representante de «Diario Madrid»; D. Eduardo
Ortiz, abogado, y D. Isidoro Apuendi. A la expedición se ha incorporado
como invitada la notable escritora cubana señorita Ofelia Rodríguez
Acosta. El Alcalde Sr. Narváez Ortega estuvo acompañando a la expedición… »
Pero
por supuesto que la ley de Alcoholes, los problemas salariales de los
trabajadores y las discusiones entre radicales, socialistas y CEDA
acaparan la atención de los jerezanos aquel domingo quedando la difusión
y eco de la Fiesta del Libro un tanto descalabrada.
En el Guadalate de 16 de marzo de 1935 uno lee: «Un buen libro puede ser un guía desinteresado, un amigo leal, del que cabe espera; advertencias saludables y consejos nobles.
Depende del acierto en la elección y del gusto que distinga al
adquiriente. Si es que lo hay. Porque es enorme el tanto por ciento que
mira con indiferencia a los volúmenes impresos y existen también, en esa
lamentable proporción, quienes consideran de buen tono hacer alarde de
aburrirles la lectura». Esta carta editorial sugiere bien en qué
condiciones de alfabetización se encontraba la población en general,
igual que lo hace Sebastián Argudo al día siguiente también en El
Guadalete: «Pero ahora el libro español sufre tremenda penuria. Las
ediciones se quedan sin salir, estancadas. Sobre todo para dentro de
España. En España no se lee. No lee nadie. ¡Qué triste que un pueblo no
lea! El libro español, nuestro libro, no merece tal desprecio. Los
españoles les deben un desagravio. Nuestra raza se debe al libro, se
formó en el libro. No le olvidemos … ! ¡libro español! ¡Libro de la
lengua señora del mundo! En estas horas tristes en que te tenemos
relegado, que no perdurarán, porque el pueblo español te hará justicia,
te envía un saludo cordial».
Estos textos son una muestra de la penuria editorial de un país en crisis,
de la falta de «adquirientes», de la indiferencia general por los
libros… en una España enfrentada y a punto de estallar en pedazos en
nuestra reciente Guerra Civil. Quién sabe si con más y mejores ferias
del libro colaboramos hoy a evitar, ya para siempre y por la vía del
diálogo y la cultura, todas las guerras.
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