El caso Almería, un episodio del terrorismo de Estado durante la Transición

 

Ensañamiento, alevosía y nocturnidad fueron los ingredientes de aquel cóctel mortal

El caso Almería, un episodio del terrorismo de Estado durante la Transición / Luis Ocaña Escolar. Abogado de la Asociación Andaluza de Víctimas de la Transición. Profesor asociado de la Universidad de Sevilla

Jamás debemos cejar en nuestro empeño por la memoria, la justicia, la reparación y la garantía de no repetición. De la vigencia de esos valores depende nuestro futuro.

Ensañamiento, alevosía y nocturnidad fueron los ingredientes de aquel cóctel mortalEl caso Almería, un episodio del terrorismo de Estado durante la Transición Jamás debemos cejar en nuestro empeño por la memoria, la justicia, la reparación y la garantía de no repetición. De la vigencia de esos valores depende nuestro futuro.

A principios del mes de mayo de 1981, tuvo lugar un trágico suceso en el levante andaluz. Tres jóvenes fueron asesinados por miembros de la Guardia Civil. La violencia de Estado golpeaba en esta ocasión a tres jóvenes trabajadores. La denominada por algunos modélica transición manifestaba, una vez más, su cara más tétrica y criminal. En esta ocasión, los tres execrables asesinatos fueron cometidos por funcionarios de la Benemérita en ejercicio de sus funciones. Más concretamente, por el teniente coronel Castillo y sus hombres, que escribieron así una página llena de dolor en la historia del pueblo honrado y trabajador. Una vez más, la Guardia Civil tomó el delito como su bandera. Ensañamiento, alevosía y nocturnidad fueron los ingredientes de aquel cóctel mortal. Así, tomó cuerpo una sinrazón de Estado que segó las vidas de tres inocentes.

Pero lo peor estaba aún por venir. El crimen incluso se multiplicó. Hubo quien denominó error a lo que a todas luces fue una canallada. A la tortura, los disparos y el fuego intencionado para ocultar los hechos, hubo de añadirse el secretismo y la complicidad institucional para con los criminales. La tragedia se situó en la carretera de Gérgal, que se ha convertido así en un lugar para la memoria. Allí terminaron las vidas de Juan Mañas Morales, Luis Montero García y Luis Cobo Mier. Y allí comenzó un calvario para sus familiares, quienes sufrieron el abandono de la administración. Les dieron la espalda cuando pidieron ser considerados como lo que son, víctimas del terrorismo de Estado. Y más aún, ese aparato de Estado tomó partido por los criminales e incluso los recompensó con dinero público procedente de los fondos reservados. Premios a los torturadores y recompensas para los asesinos. La indignidad en su máxima expresión. Demasiados capotes para auxiliar a quién solo merecía un ejemplar castigo y el más profundo rechazo social.


Hoy, quienes no vivimos aquellos momentos, hemos de reconocer en primer lugar el ejemplo cívico que suponen para nuestra sociedad los familiares de las víctimas del terrorismo de Estado. Es un privilegio poder contar con personas que con su comportamiento han llenado de contenido el significado de la palabra dignidad. Nuestra sociedad nunca podrá dejar de reconocer el coraje de enfrentar una situación así. Y en segundo lugar, debemos destacar que algunos comportamientos ejemplares desde la sociedad civil se han ganado un lugar en la historia. En nuestra historia, la de la gente decente, esa historia que hacen los pueblos y siempre será recordada.


Por eso, Antonio Ramos Espejo unió su trayectoria periodística al valor de investigar lo que no tocaba. Era lo incómodo, lo opaco, lo que no gustaba al poder. Y por ello es de justicia reconocer y agradecer a quien fue capaz de priorizar el rigor informativo y el periodismo de investigación por encima de amenazas y presiones. En idéntico sentido, merece igual reconocimiento la labor del letrado Darío Fernández Álvarez. Los obstáculos que encontró durante su ejercicio profesional solo pueden ser comparables a la brillantez con que los sorteó.


El caso Almería. Abierto para la historia, escrito por Ramos Espejo, y La justicia manchada en España, escrito por Fernández Álvarez, son obras de consulta necesaria para quien quiera conocer algunas de las verdades ocultas de nuestra transición. La democracia y la defensa de las libertades encontraron ahí dos puntos de apoyo desde los que avanzar en un terreno nada favorable. Gracias a ellos, entre otros, el caso Almería para siempre permanecerá abierto. Porque no hay justicia posible ante la brutalidad y no existe manera humana de reparar el dolor y el daño causado. Por ello, jamás debemos cejar en nuestro empeño por la memoria, la justicia, la reparación y la garantía de no repetición. De la vigencia de esos valores depende nuestro futuro.



Fuente → mundoobrero.es

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