Temblor legislativo, antípolítica y fascismo galopante
 
Temblor legislativo, antípolítica y fascismo galopante
Sergio Sánchez

Hace unos meses, cuando el Gobierno planteó una posible Ley para condenar la apología del Régimen Franquista, vi a una cantidad demasiado grande de discrepantes hacia la misma. Llegué a plantearme si mi acuerdo con legislar contra la promoción de enseñas franquistas y otros símbolos de exaltación de un régimen criminal y fascista se debía a un impulso primario de emoción irreflexiva. Han pasado los meses y he llegado a la conclusión de que aquella Ley no sólo era, y sigue siendo, una necesidad en nuestro país, sino que debe ir más allá.

Los motivos que esbozaban quienes disentían de que esta Ley fuese beneficiosa son más que comprensibles, pues decían que esa Ley serviría para que, si algún día la derecha conquistaba el Palacio de la Moncloa, se legislase de la misma manera contra el comunismo. Es evidente que existe una burda intención, avalada incluso por la no menos burda UE, de equiparar ambas ideologías en sus expresiones históricas, amparando con dicha comparación al sentimiento fascista. Supone para ellos un consuelo de que otros fuimos tan criminales como el nazismo, el fascismo italiano o el franquismo en España, se deslegitiman las posturas de quienes combatieron dichos regímenes y se da alas al fascismo que está floreciendo en todo el mundo occidental, al desarmar a su oponente. Esa intención no es inocente, ni meramente historiográfica, es una intención legislativa, que está por encima de que un gobierno de corte progresista quiera condenar legalmente a quienes exaltan el fascismo en su expresión más arraigada en nuestro país.

Planteado de otro modo: ¿creen quienes pretenden dejar el campo abierto a la libertad de combate frente a los fascistas que éstos, una vez conquisten el poder político, exculparán el pecado comunista y no lo perseguirán utilizando todos sus medios, sin importarle un bledo que el Gobierno de Coalición haya legislado, o no, contra ellos? Y, más allá, ¿no creen que la capacidad legislativa de quienes han logrado (con mayor o menor agrado por parte de quien suscribe estas líneas) el Gobierno de España, deba ser usada para cortar las alas del fascismo y todas sus expresiones?

Es cierto, esta vía no acabará definitivamente con el fascismo, también lo es la necesidad de constituir las herramientas precisas: armarnos ideológicamente de manera adecuada y organizarnos debidamente para extirpar el virus fascista de la sociedad española. Lamentablemente, su propagación y las consecuencias derivadas de ésta no van a esperar a que resolvamos ni uno sólo de los miles de problemas de los que adolece el movimiento antifascista, y más allá su rival más efectivo: el movimiento comunista.

En contraposición a los reticentes, tenemos un Gobierno que, si bien no mostraba reparos en impulsar la mencionada Ley, ha decidido abandonar la batalla política al calor de la emergencia sanitaria. Es alarmante ver al fascismo ganar posiciones en la sociedad, aprovechando cualquier situación, y que el Gobierno de España, formando parte de éste el que debería ser el mayor destacamento antifascista, considere que hacer oídos sordos a los exaltados que llaman al Golpe de Estado y a deponer a este Gobierno de manera ilegítima es una buena estrategia para hacer frente al fascismo. Quiero pensar bien, y no ver en esta rienda suelta para con el fascismo en España una estrategia electoral, la que llevó al PSOE a recabar de nuevo unos resultados honrosos en los dos últimos comicios generales, alertando del peligro que suponía VOX si no se apostaba por el PSOE, en otra apelación al voto útil de una cuestionable moralidad política. Ahora bien, habiendo entregado a la masa electoral de izquierdas a esta configuración parlamentaria de espacios, es momento de exigir que no se posterguen las medidas efectivas contra el fascismo. Existen fuerzas y cargos suficientes para desarrollar la actividad parlamentaria necesaria para deslegitimar la peste parda que amenaza con ampliar su influencia, desarrollando una actividad política de combate a la vez que se batalla frente al coronavirus. Dar la callada por respuesta no es una opción, porque mientras se esconden en razonamientos del tipo “esta situación excepcional requiere unidad”, la radicalización del movimiento fascista se extiende, tanto que ya emplean tácticas de la ultraderecha venezolana, con la salvedad de que aquí se ha puesto coto al ejercicio político de la izquierda en un estado prácticamente socioliberal de la misma, mientras que en Venezuela los llamados al golpe de estado se dan frente a un Gobierno orientado al socialismo. Esta limitación impuesta a la izquierda del PSOE-UP, supone el propio retrato delictivo del desarrollo de las posiciones políticas que los comunistas pudiéramos llevar a cabo en un gobierno, si estuviésemos en pleno ejercicio de nuestras facultades. Y ese retrato permitirá que la sociedad quede impregnada de un enemigo claramente identificado: todo aquel que enmiende postulados liberales y desarrolle un programa político verdaderamente de izquierdas, o siquiera lo pretenda.

¿Lo ven? Nos han cercado sin siquiera gobernar, ¿qué cabe esperar que harán cuando gobiernen?

Las preguntas lanzadas en el artículo, y tantas otras que quedan en el tintero, muestran un panorama en el que la pretensión despolitizadora del Gobierno activa la ebullición perfecta del caldo de cultivo perfecto para el surgir del fascismo. Si no actuamos ahora, habremos llegado tarde una vez más, quizá la vez peor.
 

Fuente → elcomun.es

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