La radio en el exilio republicano. La Pirenaica
Daniel Fernández Abella
En España sólo a partir de los años 30 se generalizó la construcción de
viviendas con instalación eléctrica incorporada, generalmente en medios
urbanos. La prensa llegaba a casi todas partes pero requería de cierto
nivel cultural para ser disfrutada. La radio, sin embargo, se desarrolló
virtualmente como un medio interclasista, una moderna tecnología de
transmisión de la cultura oral, inherente al ser humano.
Su capacidad para llegar de forma simultánea a millones de personas la hacían perfecta como instrumento político de propaganda e información, pero también de entretenimiento y publicidad. El cambio más profundo que introdujo su difusión fue el de estructurar la vida personal y social según un horario riguroso, incluyendo las horas de tiempo libre. Por otra parte, junto al ámbito individual y familiar se añadía una proyección pública del fenómeno. Cada uno en su casa, la mayor parte de la ciudadanía había escuchado lo mismo y podían comentarlo en sociedad.
Su capacidad para llegar de forma simultánea a millones de personas la hacían perfecta como instrumento político de propaganda e información, pero también de entretenimiento y publicidad. El cambio más profundo que introdujo su difusión fue el de estructurar la vida personal y social según un horario riguroso, incluyendo las horas de tiempo libre. Por otra parte, junto al ámbito individual y familiar se añadía una proyección pública del fenómeno. Cada uno en su casa, la mayor parte de la ciudadanía había escuchado lo mismo y podían comentarlo en sociedad.
La radio en el exilio republicano
La radio del exilio republicano fue una prolongación de la guerra de las ondas iniciada en julio de 1936. Aquella «Numancia errante», en palabras del socialista Luis Araquistáin, creía que la derrota definitiva no había llegado todavía y puso sus esperanzas en el poder de la palabra radiofónica, una nueva trinchera contra la iniquidad y a la espera de un mañana sin Franco.
La radio del exilio constituyó una fuente informativa indispensable para la media España republicana que desde el interior escuchaba en la clandestinidad los mensajes procedentes de Radio Moscú, Radio Toulouse, Radio París, la BBC de Londres, Radio España Independiente (La Pirenaica), Radio Euskadi, o las emisiones galleguistas de Radio Carve en Montevideo, Radio Libertad y Radio Rivadavia en Buenos Aires, y la mexicana XEMC-XESC,«la más española del mundo», por citar sólo algunos de los ejemplos más significativos. Las voces de los mejores periodistas, científicos, funcionarios, escritores y poetas del exilio inundaron las emisiones de un marcado acento republicano, contra la propaganda de«Radio mentiras»(RNE). La II Guerra Mundial abrió un nuevo frente para la esperanza. La derrota del nazi-fascismo se convirtió en un objetivo común para las fuerzas aliadas y la España republicana, y ello podía contribuir a la llegada de una Tercera República. Así lo manifestaba Eusebio Cimorra, locutor-periodista de las emisiones en español de Radio Moscú: «La Radio sería la vanguardia en la lucha por las mentes, por las conciencias, por la solidaridad a favor de la causa antifascista, a favor de la liberación y la independencia de los pueblos [...] Y, en el caso de la redacción española, sonaba la hora de denunciar, de atacar al régimen franquista, como criatura de Hitler, como reserva del fascismo en los Pirineos, en la nuca de Francia.
La radio del exilio continuó siendo una radio de propaganda, con la misión de cohesionar la diáspora republicana y fortalecer el espíritu de los vencidos. La palabra ante el micrófono conectaba rápidamente con el sufrimiento por la pérdida de los seres queridos. La radio actuó de altavoz psicoterapéutico, con la función de atenuar los desgarradores efectos del shock postraumático. Tras la victoria aliada en la II Guerra Mundial y el principio de la Guerra Fría en 1947, las presiones diplomáticas redoblaron sus esfuerzos para obligar a la radio del exilio no comunista (Radio París y la BBC, principalmente) a suavizar su mensaje antifranquista. Desde Moscú, Praga o Bucarest, sin embargo, la radio continuó en su apuesta más beligerante, haciendo llegar al interior la denuncia contra la dictadura, animando a la resistencia, dando noticia de lo que los medios españoles ocultaban, y abriendo en sus espacios de Correo del oyente, a través de la comunicación epistolar, una línea directa con la voz de los vencidos. Los episodios de violencia que los oyentes relataban en sus cartas impidieron el triunfo de la desmemoria y de los que querían hacer ver que la República nunca había existido. La radio del exilio contribuyó a que la amnesia colectiva programada por el régimen de Franco no tuviera unos efectos tan devastadores.
La radio del exilio republicano fue una prolongación de la guerra de las ondas iniciada en julio de 1936. Aquella «Numancia errante», en palabras del socialista Luis Araquistáin, creía que la derrota definitiva no había llegado todavía y puso sus esperanzas en el poder de la palabra radiofónica, una nueva trinchera contra la iniquidad y a la espera de un mañana sin Franco.
La radio del exilio constituyó una fuente informativa indispensable para la media España republicana que desde el interior escuchaba en la clandestinidad los mensajes procedentes de Radio Moscú, Radio Toulouse, Radio París, la BBC de Londres, Radio España Independiente (La Pirenaica), Radio Euskadi, o las emisiones galleguistas de Radio Carve en Montevideo, Radio Libertad y Radio Rivadavia en Buenos Aires, y la mexicana XEMC-XESC,«la más española del mundo», por citar sólo algunos de los ejemplos más significativos. Las voces de los mejores periodistas, científicos, funcionarios, escritores y poetas del exilio inundaron las emisiones de un marcado acento republicano, contra la propaganda de«Radio mentiras»(RNE). La II Guerra Mundial abrió un nuevo frente para la esperanza. La derrota del nazi-fascismo se convirtió en un objetivo común para las fuerzas aliadas y la España republicana, y ello podía contribuir a la llegada de una Tercera República. Así lo manifestaba Eusebio Cimorra, locutor-periodista de las emisiones en español de Radio Moscú: «La Radio sería la vanguardia en la lucha por las mentes, por las conciencias, por la solidaridad a favor de la causa antifascista, a favor de la liberación y la independencia de los pueblos [...] Y, en el caso de la redacción española, sonaba la hora de denunciar, de atacar al régimen franquista, como criatura de Hitler, como reserva del fascismo en los Pirineos, en la nuca de Francia.
La radio del exilio continuó siendo una radio de propaganda, con la misión de cohesionar la diáspora republicana y fortalecer el espíritu de los vencidos. La palabra ante el micrófono conectaba rápidamente con el sufrimiento por la pérdida de los seres queridos. La radio actuó de altavoz psicoterapéutico, con la función de atenuar los desgarradores efectos del shock postraumático. Tras la victoria aliada en la II Guerra Mundial y el principio de la Guerra Fría en 1947, las presiones diplomáticas redoblaron sus esfuerzos para obligar a la radio del exilio no comunista (Radio París y la BBC, principalmente) a suavizar su mensaje antifranquista. Desde Moscú, Praga o Bucarest, sin embargo, la radio continuó en su apuesta más beligerante, haciendo llegar al interior la denuncia contra la dictadura, animando a la resistencia, dando noticia de lo que los medios españoles ocultaban, y abriendo en sus espacios de Correo del oyente, a través de la comunicación epistolar, una línea directa con la voz de los vencidos. Los episodios de violencia que los oyentes relataban en sus cartas impidieron el triunfo de la desmemoria y de los que querían hacer ver que la República nunca había existido. La radio del exilio contribuyó a que la amnesia colectiva programada por el régimen de Franco no tuviera unos efectos tan devastadores.
Radio España Independiente: La Pirenaica
La Pirenaica nació el 22 de julio de 1941 en Moscú bajo la dirección de Dolores Ibárruri, la Pasionaria. Uno de sus primeros objetivos editoriales fue el ataque sistemático a Franco y Falange. En 1955, dirigida por Ramón Mendezona, trasladó su sede a Bucarest. Finalizó sus emisiones en julio de 1977, tras la constitución del primer parlamento democrático, con Santiago Carrillo y la Pasionaria sentados en el Congreso de los Diputados. Fue una radio de partido y consigna. Pero no fue hasta 1962, con las primeras huelgas de Asturias, cuando La Pirenaica se convirtió en un auténtico medio de comunicación de masas, la voz más eficaz de la España antifranquista. La movilización popular conseguida por la emisora en solidaridad con los mineros asturianos y en protesta también por la ejecución de Julián Grimau en 1963 tuvo tal envergadura que muchos oyentes confiaron en que la 593 La radio del exilio republicano, voz de la resistencia Armand Balsebre emisora del PCE convocaría la huelga general definitiva que derribaría al régimen franquista. Las emisiones de La Pirenaica abordaron la problemática de los dos millones de españoles que emigraron a Europa entre 1960 y 1973 (España fuera de España); las reivindicaciones de los presos de Burgos, con textos enviados clandestinamente por los mismos reclusos (Antena de Burgos); las penurias de los hombres del campo(Almanaque campesino); los asuntos que preocupaban a la mujer, desde una perspectiva feminista (Página de la mujer y Charlas femeninas); la divulgación de las obras de los artistas, escritores, poetas y cineastas comprometidos (Domingos culturales), y la voz de los oyentes, con la lectura de fragmentos de sus cartas (Correo de la Pirenaica).
La emisora convirtió en himno de la resistencia las canciones de Chicho Sánchez Ferlosio («Gallo rojo, gallo negro») y Raimon («Diguem no»). La redacción dirigida por Ramón Mendezona («Pedro Aldámiz»), periodista y locutor de dicción perfecta, estaba compuesta, entre otros muchos, por Luis Galán en la subdirección («Bernardo Ávila»), Josefina López Sanclemente(«Pilar Aragón»), Federico Melchor, Victòria Pujolar («Montserrat Canigó»), Jordi Solé Tura («Alberto Prats», «Mateo Oriol»), Roberto Carrillo, José Antonio Uribes, Pedro Felipe, Gregorio Aparicio, Melquesidez Rodríguez Chaos, Baudelio Sánchez («Jorge del Prado», quien dio la noticia de la muerte de Franco), Esperanza González y María Luisa Moreno (controlando lo que se decía por RNE), Teresa Pàmies («Núria Pla») desde París o Praga, Eusebio Cimorra («Ezequiel Cámara») desde Moscú, y la colaboración de muchos corresponsales que actuaban clandestinamente desde España, como los miembros de las redacción de Madrid: Armando López Salinas, Antonio Ferres, Carlos Álvarez o Andrés Sorel («Manuel Castilla»), dirigidos por Francisco Barrio («Jacinto Mestres»).
Las emisiones bisemanales en catalán tuvieron un apartado preferente en La Pirenaica, junto a las emisiones semanales en euskera («Antena de Euzkadi») y gallego («De Ribadeo a Tui»). La canción de Raimon «Al vent» fue la sintonía que abría en los años sesenta el espacio en lengua catalana, inaugurado unos años antes por Emili Vilaseca. Le sucedieron, hasta 1970, las voces de Victòria Pujolar, Jordi Solé Tura, Marcel Plans («Pere Sabater») y Esther Berenguer. El exseminarista vasco y extrabajador de la empresa Orbegozo José María Juaristi («Mikel Antía»), en las emisiones en euskera, informó en 1970 de muchos detalles del proceso de Burgos, con grabaciones realizadas desde la misma sala del juicio, algo imposible de escuchar en la radio española. Las emisiones en gallego tuvieron como responsable a partir de 1970 al vigués Roxelio Gómez Pousa. Los más veteranos pertenecían al exilio comunista de 1939, como Mendezona, Melchor, Cimorra o Josefina López. Mendezona, antiguo director de Mundo Obrero, fue reclutado para La Pirenaica tras su paso por las emisiones en castellano de Radio Moscú. Algunos, como Melchor y su esposa, Victòria Pujolar, se incorporaron a Bucarest en 1959, tras su exilio en Toulouse y Praga. Pujolar se había fugado de la cárcel de mujeres de Barcelona en 1945.
El éxito de las campañas de REI a favor de los mineros asturianos en 1962 motivó la reestructuración del Servicio de Interferencia Radiada (SIR), dependiente del ministro Luis Carrero Blanco, con el objetivo de que ningún español en el interior pudiera escuchar la emisora. Los equipos de interferencias hicieron más difícil la escucha de la radio del exilio en los grandes centros urbanos, una tarea en la que colaboraron eficazmente las trece antenas de la emisora de la CIA, Radio Liberty, erigidas en la playa de Pals (Gerona)como un muro infranqueable para la señal de la emisora comunista de Bucarest.
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