El canciller de Brasil, Ernesto Araújo, cree que la epidemia de coronavirus obedece a un plan premeditado para “implementar el
comunismo en el mundo” a través de organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La capacidad para idear patrañas de la internacional demagógico populista no
tiene límites. El mismo presidente carioca, Jair Bolsonaro, se ha erigido como uno de los dirigentes más
escépticos con la gravedad del covid-19,
un virus al que restó importancia calificándolo de “gripecita” antes de instar
a los brasileños a regresar al trabajo y a romper la cuarentena.
Ahora Araújo, mano derecha de
Bolsonaro, asegura que el nuevo coronavirus ha puesto al descubierto lo que “los
marxistas esconden desde hace 30 años: que el globalismo sustituye el socialismo
como etapa preparatoria al comunismo a
través de la inmensa oportunidad de construir un orden mundial sin naciones y
sin libertades a partir de la pandemia de covid-19”. Por supuesto, en esa
supuesta conjura roja estaría participando la OMS, enfrascada en la “construcción
de una solidaridad comunista planetaria en el marco de un proyecto globalista”.
Queda claro que los líderes
populistas de extrema derecha tratan de desacreditar organizaciones como la OMS
que si no existieran habría que inventarlas. Mucho nos tememos que detrás de la
habitual verborrea neofascista (esta vez le ha tocado el turno de burradas a
los populistas brasileños, pero los españoles de Vox no andan muy alejados de esas tesis) hay un intento por acabar
con todas las organizaciones transnacionales como la que vela por la salud en
el mundo o Unicef, a pesar de que
ambas cumplen un papel destacadísimo en el desarrollo y el progreso de la
civilización humana. Palabras como “climatismo o alarmismo climático”,
“ideología de género”, “inmigracionismo” o “cientificismo” −frecuentemente
empleadas por los demagogos de la ultraderecha mundial− esconden en realidad un
claro y único objetivo: liquidar a todos aquellos organismos que dependen
directa o indirectamente de la ONU. El
mensaje es directo: todo aquel foro de países que suponga un gasto adicional es
considerado por el populismo xenófobo como un “chiringuito comunista”.
Hace solo unos días, el presidente
de Estados Unidos, Donald Trump, anunciaba su intención
de congelar la disposición de fondos a la OMS en plena emergencia sanitaria
global por “gestionar mal y encubrir” la propagación del coronavirus. De esa
manera, y con la excusa de un supuesto trato de favor a China, el magnate norteamericano pretende cancelar la subvención de
unos 500 millones de dólares que Washington
destina a la financiación de este organismo.
Es evidente que la OMS ha cometido
errores en esta crisis sanitaria pero cabe preguntarse qué sería de la
humanidad sin su existencia, sin su poder para ofrecer respuesta a los países
afectados por graves epidemias y sin su capacidad para movilizar a expertos de
reconocido prestigio y una buena cantidad de fondos y material sanitario que
llega allá donde no hay nada. El caos sería total y un buen número de países en
vías de desarrollo quedarían olvidados y abandonados a su suerte. Las intervenciones
de la OMS en los últimos años han resultado cruciales para frenar la expansión
de enfermedades como el brote del
síndrome respiratorio agudo y grave (SARS) de 2003; la emergencia de salud
pública por poliomielitis de 2014; la
epidemia provocada por el virus del zika
en 2016; o las crisis sanitarias generadas por la expansión del ébola en África en 2014 y 2019, entre otras actuaciones.
El auténtico proyecto político de
gente como Bolsonaro en Brasil, Donald
Trump en Estados Unidos y Santiago
Abascal en España es acabar con todos los grandes avances en política
internacional que el ser humano ha cosechado tras el final de la Segunda Guerra Mundial. El primer paso
sería asfixiar económicamente a la OMS. Después llegará el momento de clausurar
otros organismos como Unicef (la agencia que provee ayuda humanitaria y el
desarrollo a niños y madres en países en desarrollo); Acnur (el organismo encargado de proteger a los refugiados y
desplazados por persecuciones o conflictos); o esas cumbres fastidiosas sobre
el cambio climático que no hacen más
que estorbar y poner obstáculos a un desarrollo capitalista desbocado. Finalmente
será el momento de cerrar la ONU o dejarla vacía de contenido hasta su
liquidación final. Entonces habrá llegado la hora de instaurar el Gran Movimiento Fascista mundial del siglo XXI. Pequeños y grandes gobiernos
totalitarios en cada país, en cada continente. Estados aislados, encerrados en
sus froneras, ultranacionalistas y hostiles a cualquier movimiento solidario
considerado comunista. El sueño de Hitler
hecho realidad.
No hay comentarios
Publicar un comentario