
Tommy Dolan tiene 24 años. Finales de 1936. Vive en Sunderland, al
norte de Inglaterra, y trabaja en los astilleros. Trabajaba, más bien,
porque hace poco se quedó en paro. Más tiempo para dedicarlo a sus dos
pasiones. De un lado, lucha obrera. De otro, bicicleta. Solo que en
aquel tiempo Tommy siente que la encrucijada nace en su interior.
Renunciar. España llama. Tommy, Tommy Dolan, decide. Para poder
costearse el viaje a esa tierra en llamas vende el velocípedo y las
ropas con las que sale a rodar junto a sus compañeros. En el pecho del
maillot tres palabras. Clarion Cycling Club.
(Tommy Dolan murió en febrero de 1937, durante la Batalla de El
Jarama. Ir a España era, para él, “la manera definitiva de expresar mi
odio al fascismo”).
No fue el único que llegó aquí siguiendo los mismos ideales. De los
Clarion, digo. Pero, ¿cómo? ¿no saben qué son los Clarion? Esperen un
poco y se lo cuento.
Febrero de 1894. Un fantasma recorre Europa, y además viene en bici.
El velocípedo se extiende entre las clases populares británicas, que
encuentran en las dos ruedas no solamente medio de transporte, sino
también una forma de evasión. Así las cosas no es extraño que empiecen a
aparecer aquí y allá clubes que organizan y promocionan el naciente sport.
Uno de ellos se funda en Birmingham. En la segunda asamblea sus
miembros lo van a rebautizar como Clarion Cycling Club. Pero el nombre
original, el de su acta fundacional, resulta esclarecedor.
Socialists´Cycling Club.
The Clarion era un periódico de tendencia socialista que
había aparecido poco antes, llegando a tirar casi 75.000 copias con el
tiempo. Se ocupaba de todos esos asuntos sobre la lucha de clases, el
movimiento obrero, las reivindicaciones… pero siempre con toque
literario. Que allí escribía George Bernard Shaw, nada menos. Y crearon
un club ciclista. Éxito absoluto, no se crean. En menos de cinco años
había más de setenta sedes. Para 1936 tendremos 233 Clarion Cycling
Clubs por toda Inglaterra, con más de 8.000 socios. Hombres y mujeres
unidos por ideología y pedales.
Todo tenía cabida en las reuniones del Clarion. Incluso las llamadas Clarion´s Vans, caravanas con las que recorrían el país para hablar con la gente y repartir libros, panfletos, periódicos, comida y bebida
“Fellowship is life”, reza el emblema del Clarion. Siempre la doble
función. Salir a andar en bici, sí, qué divertido y qué sano es. Pero,
sobre todo, lo otro. Lo otro. Charlas sobre derechos sociales, apoyo a
las sufragistas, debates en torno la siguiente huelga en minería y
metalurgia. Todo tenía cabida en las reuniones del Clarion. Incluso las
llamadas Clarion´s Vans, pequeñas caravanas donde hombres y mujeres
recorrían el país durante dos, tres, cuatro meses llegando hasta el
último de los pueblos, hablando con todos sus habitantes. Imaginen las
carracas de la feria, solo que en vez de vender el bálsamo que de
Fierabrás pontifican sobre sus derechos como ciudadanos. Llevaban
libros, panfletos, periódicos, también comida y bebida. Aquello era más
un vagón antiguo atestado de baratijas que un moderno mitin político,
pero lo cierto es que su efecto se dejó notar en la conciencia social de
la época.
En fin, que Clarion era toda una institución en Inglaterra. Lo sigue
siendo. Tampoco nos vamos a detener demasiado en los detalles, porque
para eso hay un magnífico libro escrito por Dennis Pye que lleva por
título… sí, lo han adivinado, Fellowship is Life.
Tranquilos, que vamos llegando.
En 1936 iban a tener lugar dos eventos deportivos contrapuestos.
Enfrentados desde su propia naturaleza. De un lado el COI, simpático él,
había encargado la organización de los Juegos Olímpicos a Berlín. No
veas qué risas allí, todos con su “Triunfo de la Voluntad”, su Hitler de
bigotín y su Goebbels contentísimo. Que oigan… para esas fechas el tío
Adolf ya había dictado sus leyes raciales y ocupado militarmente
Renania. Vamos, que venía asomando la patita más que de sobra, no se
vayan a creer.
La
cosa es que hubo individuos e incluso asociaciones que dijeron ‘oye
mira, yo no voy a Berlín, es un dislate, me voy a echar encima una
vergüenza imposible de limpiar’. En marzo de 1936 los Clarion celebran
una conferencia en Chester, muy cerca de Liverpool. “Hacemos un
llamamiento para que las olimpiadas se celebren en otra capital, y nos
negamos a participar en ningún acto celebrado por la Alemania de
Hitler”. Rotundo. No fueron pocos quienes se adhirieron a esta
mentalidad. Y de esa negativa surgió la posibilidad de hacer algo
paralelo, unos Juegos que sí mantuviesen el espíritu de concordia entre
naciones que tanto le gustaba cloquear a Coubertin.
Se llamará Olimpiada Popular de Barcelona, y habría de celebrarse a
partir del día… 19 de julio de 1936. Fue imposible, como comprenderán.
Los más de 5.000 atletas que iban a desfilar en el Estadio de Montjuïc
se despertaron aquel día con cambio de planes: no hay Olimpiada Popular,
pero nos ponemos manos a la obra con lo de la Guerra Civil. Hombres y
mujeres de 23 estados abandonan rápidamente la ciudad. Los extranjeros
en dirección a casa. Los españoles, muchos, al frente.
Evidentemente el Clarion Cycling Club envió representantes a esta
Olimpiada Popular. Roy Watts, William Elliot, F. Parnelk, Jack Taylor,
Jeff Jackson y G. Hamilton. Ciclistas todos. En total fueron unos 80 los
británicos que iban a competir en fútbol, natación, tenis, ajedrez,
atletismo, boxeo y bicicleta. Retornaron a las islas, sí, pero algunos
llevaban dentro sentimiento de pérdida. Iban a volver. Ayudar, luchar
contra el fascismo. Los Clarion combatirán por la República en la Guerra
Civil Española.
Clarion tomó posición activa en aquella época de templar gaitas con Hitler animando a sus miembros para que se sumasen a las Brigadas Internacionales
Quizá el que tuvo una epopeya más llamativa fue Jeff Jackson, que
también estuvo en Barcelona. Natural de Glasgow, Jackson retornó a
Escocia impactado por lo que había visto aquellos días de julio. En
España nos jugamos la primera parte de una lucha mayor, decía a sus
amigos. Manos a la obra, intentaré ayudar. Escocia, Inglaterra, Francia,
España. En bicicleta, claro, un viaje para recaudar fondos junto a Ted
Ward, otro miembro del club. Prepararon incluso un cartel. “Una de las
peores calamidades de la guerra es ver sufrir a niños inocentes. (…) No
dejen que los niños pasen más hambre. Pedaleando hasta España”. Paraban
en todos los sitios donde el Clarion Cycling Club tenía sedes y daban
una pequeña charla antes de pasar la cesta. En cada etapa multitudes de
ciclistas locales los acompañan, dan ánimos, pedalean junto a ellos
unidos por un destino común. Creo que podemos recaudar unas 70 libras
esterlinas, dijo Jackson al principio de la epopeya. Cuando meses
después, en Barcelona, realizaba la donación a las autoridades
republicanas, esa cifra era mucho mayor. Hasta 450 libras. Unos 25.000
euros.
Pero Clarion hizo algo más. Tomó posición activa. Que no es poco, en aquella época de templar gaitas con Hitler, mire usted monsieur Blum, no es tan malo el alemán, tiene usted toda la razón míster
Baldwin, si hasta resulta simpaticote con ese mostachín, ¿verdad?
Conferencia celebrada en Durham, principios de 1937. El Clarion Cycling
Club anima a sus miembros para que se sumen a las Brigadas
Internacionales, con el objetivo de ayudar al “pueblo de España en su
heroica lucha por la libertad contra las fuerzas del fascismo
internacional”.
El equipo sigue existiendo en la actualidad. Con la misma naturaleza, los mismos ideales. Hoy pedalean por España recordando a los que perdieron su vida recaudando dinero para los más necesitados
Al menos cinco de ellos encontraron aquí su final. De Tommy Dolan ya
hablamos al principio. Ray Cox, un joven de Southampton, había caído aun
antes, el 20 de diciembre de 1936, cerca de Boadilla. Fue uno de los
primeros voluntarios ingleses en alistarse, dentro de la Brigada Tom
Mann. “Creo que luchando desde España estoy ayudando a preservar la paz
en Europa”, escribió a su madre. Cuando la carta llegó a destino él ya
estaba muerto. Tom Oldershaw cuenta 24 años en marzo de 1938. Frente de
Aragón, XV Brigada Washington-Lincoln. Carpintero en Clapham, ciclista,
hombre político. Ni siquiera sabemos cómo fue el fin. Malherido en la
Batalla de Caspe, se refugió en un túnel del ferrocarril que comunica
Zaragoza y Barcelona. Nadie volvió a verlo nunca. Roy Watts, por su
parte, cayó en el Ebro, septiembre de 1938. Tenía 29 años. “Siendo la
guerra que es uno no puede hacer pronósticos con certeza, pero espero
estar de vuelta a casa por Navidad”, pudo leer semanas más tarde el
amigo a quien dedicó su última misiva. Incluso consta un tal Tom Durban.
Miembro del Clarion. No poseemos más datos. Solo que su cuerpo quedó en
España.
(Los hubo que volvieron, claro. El doctor Colin Bradsworth, por
ejemplo, que estuvo durante dos años integrado como médico en el
Batallón Canadiense Mackenzie-Papineau. O Joe Maiden, preso cerca de
Palencia en abril de 1938 antes de ser repatriado a Inglaterra, el 28 de
octubre de ese año. O, en suma, Lionel Poxon, un chico de Sutton, que
pisó de nuevo las islas por el puerto de Sunderland el día 7 de ese
mismo mes).
El Clarion Cycling Club sigue existiendo en la actualidad. Con la
misma naturaleza, con los mismos ideales. De vez en cuando incluso
pedalean por España recordando a aquellos de los suyos que dejaron su
vida acá. En esas ocasiones recaudan dinero para los más necesitados,
paran en todos los pueblos para explicar sus intenciones y, por qué no
decirlo, a veces se atacan en las subidas (un poco de pique nunca viene
mal). Incluso los hay que beben más vino de la cuenta en la cena, aunque
al día siguiente lo queman, como buenos deportistas que son. Ah, en
esas ocasiones llevan maillot especial. Colores llamativos. Rojo,
amarillo, morado. Y, en el pecho, aparece el escudo del Clarion Cycling
Club. Con su mensaje en grande.
Fellowship is life.
Fuente → ctxt.es
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