El anarquista Francesc Sabaté Llopart, alias ‘el Quico’, máximo exponente de la guerrilla maquis en Catalunya, nace en L’Hospitalet de Llobregat. Su lucha contra Franco le valió el calificativo de ‘Enemigo Público número uno del régimen’
1956 es el último año en que el maquis realizó acciones de envergadura en Barcelona, todas protagonizadas por el grupo de Francisco Sabaté Llopart, el Quico.
El guerrillero anarquista, nacido en L’Hospitalet de Llobregat, el 30
de marzo de 1915, se había pasado desde el final de la Segunda Guerra
Mundial luchando contra el régimen franquista. A caballo entre Francia
–donde vivía en Mas Casenove, en el término de Coustouges, a menos de un
kilómetro de la raya fronteriza– y Barcelona, principal escenario de
sus acciones. Su presencia en la Ciudad Condal fue intermitente,
debido a que en 1949 y 1957 fue detenido por la gendarmería francesa
tras huir de Barcelona por la presión policial. Acusado de posesión
de armas tuvo condenas cortas y largos confinamientos en ciudades
alejadas de los Pirineos. Tras cumplir las penas o escapar del destierro
volvía a la acción, cada vez más solo, más aislado, sin apoyo de las
organizaciones libertarias en el exilio. Aferrado a una lucha
desesperada, a un fatalismo personal entreverado con la sed de venganza
por la muerte de dos de sus hermanos a manos de la policía y la justicia
de la dictadura.
Su última etapa de presencia en Barcelona fue el bienio 1955-56.
Lejos quedaban sus primeras y exitosas incursiones entre 1945 y 1949,
cuando la actividad de los diferentes grupos del maquis catalán se
convirtió en un importante problema para el régimen franquista, acosado
también desde la esfera internacional. 1949 fue un año decisivo. El 26
de enero el grupo de Sabaté atracó el Banco Hispano Colonial de
L’Hospitalet de Llobregat; el 26 de febrero dieron muerte, en la puerta
del cine Condal, al
inspector Oswaldo Blanco , quien les sorprendió durante una cita. Pocos días después, el 2 de marzo, junto a su hermano Josep y el grupo de
Los Maños
atentaron contra el coche oficial del comisario jefe de la Brigada Social, Eduardo Quintela
en la calle Marina, entre Mallorca y Provenza, pero el comisario no
viajaba aquel día en el vehículo. Lo ocupaban el secretario del jefe del
Frente de Juventudes, Manuel Piñol y el delegado de Deportes de la misma organización, José Tella, quien resultó herido. El chofer y Piñol murieron.
El 15 de mayo colocaron sendas bombas en los consulados de Perú (Muntaner 273) y Brasil (Rambla de Catalunya 88),
mientras el grupo de Facerías lo hacía en el consulado de Bolivia
(Girona 148). Los tres países habían votado a favor del reconocimiento
de la España por la ONU. En junio, Sabaté regresó a Francia, donde fue
detenido y encarcelado un año. Allí, en prisión, se enteró de la
aniquilación de la resistencia libertaria en Barcelona entre el verano
de aquel año y principios de 1950. Fueron detenidos decenas de
cuadros del movimiento libertario y eliminados muchos integrantes del
maquis, tanto en enfrentamientos con la policía como fusilados en el
Camp de la Bota. Entre ellos, sus dos hermanos, Josep, el mayor, abatido por la policía el 17 de octubre de 1949, y Manuel, el pequeño, fusilado el 24 de febrero de 1950 tras un Consejo de Guerra.
Quico Sabaté volvió a Barcelona en abril de 1955, tras permanecer
cinco años en Francia. Acompañado de otros cuatro compañeros a los que
había convencido de seguir la lucha, se dedicaron a editar y distribuir
el diario
El combate
–tres números hasta octubre–, y a atracar bancos (ellos lo llamaban expropiaciones), como el del 6 de mayo a la oficina del Banco de Vizcaya en la calle Mallorca, donde obtuvieron más de medio millón de pesetas.
El 29 de septiembre realizó una de sus acciones más espectaculares. Con motivo de la visita del general Franco a Barcelona, buscó
un taxi con apertura en el techo, consiguió engañar al taxista con la
excusa de que se trataba de propaganda franquista y gracias a una
especie de bazoka artesanal, fabricado por el mismo, inundó de
octavillas el centro de la ciudad. Los taxis fueron el sistema de
transporte que empleaba Sabaté en muchas de sus acciones, incluso en
algunos atracos, dejando a alguno de sus camaradas junto al taxista, con
el vehículo en marcha, delante de la puerta del propio banco.
El 21 de marzo de 1956, Quico y otro compañero fueron reconocidos por el inspector José Félix Gómez, que los siguió hasta Montjuïc, pero Sabaté, con su temeridad característica le hizo frente y le disparó. La muerte del veterano policía devolvió la foto de Quico a las páginas de los diarios. La policía identificó erróneamente al acompañante de Sabaté con José Luis Facerías, otro de los históricos cabecillas del maquis urbano en la Barcelona de los años 40 y 50.
Aquel año Facerías estaba en Italia, cuando volvió clandestinamente a
Catalunya el 17 de agosto de 1957 acompañado de un anarquista murciano y
otro italiano, con la finalidad de matar a un traidor, pero fue abatido
por la policía en una emboscada, tras la delación de uno de sus
compañeros detenido, en el cruce entre el paseo Verdún y la calle Pi i
Molist en Nou Barris. Tras la muerte del inspector, Sabaté tuvo que
escabullirse a su refugio francés. Regresó de nuevo en noviembre con dos
nuevos compañeros para realizar la última de sus impactantes acciones.
El 22 de diciembre, aprovechando que se pagaba la extra de Navidad, realizaron un atraco a la empresa Cubiertas y Tejados de la calle Lincoln. Sabaté,
con su temple y audacia característica, sin importarle el considerable
número de personas que se encontraban en las dependencias, llegó junto
al cajero y se hizo con casi un millón de pesetas de botín. En los
días posteriores, la policía estrechó el cerco, consiguió detener a uno
de sus compañeros y Sabaté tuvo que permanecer escondido en un piso
durante más de un mes. Finalmente, el 19 de febrero de 1957 llegó a su
Mas Casenove. Allí sería de nuevo detenido por los gendarmes. Lo
condenaron a ocho meses de prisión y cinco de confinamiento en Dijon.
El cadáver de Quico Sabaté tras ser abatido en Sant Celoni
No los cumplió, el 17 de diciembre de 1959 entró por última vez en
territorio catalán. Irreductible, temerario, pero también inconsciente e
incapaz de analizar el cambio de la sociedad española. Acompañado de
cuatro jóvenes compañeros, al más pequeño le doblaba la edad, a los que
arrastró a una empresa condenada al fracaso. Sin redes de apoyo fiables,
ni cobertura orgánica, la colaboración de la gendarmería francesa y la
Guardia Civil hizo el resto. Detectados el día 3 de enero en el Mas
Clarà, cerca de Girona, sólo Sabater consiguió escapar del cerco tras
matar al teniente Francisco Fuentes. Sus cuatro compañeros fueron abatidos sin piedad.
Herido levemente en el muslo, la nalga y el cuello, perseguido por
decenas de Guardias Civiles, protagonizó una legendaria huida en un
último intento de alcanzar Barcelona. Franqueó el río Ter, se apoderó
del control de dos trenes amenazando a los maquinistas e intentó infructuosamente encontrar ayuda médica en Sant Celoni. Localizado por dos miembros del somatén y un policía local, Quico Sabaté fue abatido por el somatén
Abel Rocha tras un breve tiroteo. Era el 5 de enero de 1960. Moría el enemigo público número uno, nacía el mito.
Fuente → lavanguardia.com
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