

Retratos de "carne y hueso" de cien mujeres represaliadas por el régimen de Franco.
Mujeres vejadas, encarceladas y violadas: retratos del feminicidio franquista / María Serrano:
¿Quién fue Gertrudis Ríos? Una maestra gaditana que todo el pueblo de
Algodonales conocía por sus enseñanzas en pedagogías modernas y su
carácter fuerte, alegre y bondadoso. ¿Y Carmen y Concha Díaz? Dos
hermanas que tuvieron que elegir en el peor momento de la historia de
España cuál de ellas iba a ser fusilada como escarmiento por la
desaparición de su hermano José. ¿Y Rafaela Ayala? La mujer que fue
asesinada junto a su hija María por insultar a los falangistas que
mataron a su marido en un camino rural de Morón de la Frontera
(Sevilla).
La periodista Susana Falcón ha vivido en primera persona el
exilio y la huella de la dictadura Argentina, su país natal. Su
conciencia por la memoria la ha llevado a sacar a la luz un centenar de
historias inéditas de cien mujeres, cien rosas, recopiladas en forma de
relato poético que denuncian la barbarie cometida durante la guerra y la
dictadura de Franco.
Su libro, Cien mujeres andaluzas. Retratos del feminicidio franquista
(editorial Garaje poesía) ha querido desentrañar la historia "de carne y
hueso" de un centenar de mujeres andaluzas que fueron víctimas del
feminicidio franquista cometido hace menos de un siglo en nuestro país.
Falcón habla de mujeres que fueron fusiladas, encarceladas, rapadas.
"Este libro va para ellas a las guerrilleras, las exiliadas, las
resistentes y las sobrevivientes, todas dueñas de la dignidad más
inmensa", apunta Falcón a Público.
Las víctimas, protagonistas de este libro, salen del detalle más
burocrático para convertirse en mujeres protagonistas. Falcón destaca la
ingente tarea que ha supuesto retratar cada detalle de cada una de
ellas, como el color de sus ojos o qué les gustaba hacer en su tiempo
libre. "Justamente, eso era muy importante para mí, que fueran ellas en
carne y hueso, por eso ha sido mas difícil conseguir la información, que
en muchas historias sepamos detalles de su vida, si eran altas o bajas,
de buen o mal carácter. Quería sacarlas de la trama burocrática, saber
si tocaba un instrumento", como fue el caso de Amparo García Cano, a la que llamaban Amparito de Cádiz, cigarrera de profesión y que tocaba la bandurria en su tiempo libre.
Cada uno de estos perfiles han podido salir a la luz gracias a las
investigaciones de historiadoras de la talla de Pura Sánchez que, a
través de su libro Individuas de dudosa moral, Falcón pudo tirar
del hilo para desgranar cada uno de los perfiles. La investigadora
Sánchez ha destacado la necesidad de dar luz a la vida de este centenar
de mujeres andaluzas anónimas para que se iluminen, esclareciendo así
"las biografías de las sin nombre, olvidadas tan frecuentemente por la
historia, con mayúsculas y con minúsculas". Falcón aclara "que las
investigaciones de las autoras y páginas como Todos los nombres me han permitido dar con sus historias, tan difíciles de sacar a la luz a pesar de que están en la memoria colectiva".
La maestra Gertrudis, las hermanas Díaz y el final de Ayala
Falcón va poco a poco haciendo un repaso, a través de un relato poético de biografías como la de Gertrudis Ríos,
una maestra de Algodonales (Cádiz) cuyo cuerpo torturado se encuentra
aún en un paraje perdido. "Dónde tiraron a Gertrudis, la maestra, en
qué agujero de la tierra habían escondido su cuerpo torturado,
después de pasearla por el pueblo exhibiendo los estragos del ricino
ante los alucinados ojos de los niños y niñas que fueron sus alumnos".
Aquella maestra, apunta Falcón, fue un referente en las luchas
sindicales y dejó huella imborrable en su pueblo al introducir
pedagogías modernas, heredadas de aquella Segunda República. Aún no se
conoce su paradero, al igual que el de su marido Ramón, cartero de
profesión.
Falcón no puede dejar de lado la historia de las hermanas Díaz Ramos,
Concha y Carmen, dos mujeres sevillanas, hermanas del dirigente
comunista José Díaz, que tuvieron que decidir la peor de las suertes en
la cárcel improvisada del cine Jáuregui, abarrotadas de civiles. Los
falangistas se dirigieron a ambas para espetarles. "Decidan, pero
rápido, cuál de las dos va a morir". Falcón señala a Público que
fue una de las historias más estremecedoras, al pensar como la hermana
mayor Carmen le pedía a Concha, diez años más joven que "cuidara de sus
hijas y las críe junto a las suyas". "Carmen estaba dispuesta a la
muerte cercana". Falcón retrata, gracias a los testimonios orales como
Carmen Díaz pidió a aquellos falangistas que no la dejaran morir sin
vendas en los ojos, "como su hermano merecía con dignidad irrevocable".

Su cuerpo se encuentra sellado en una de las fosas del inmenso camposanto de San Fernando en la ciudad de Sevilla. Rafael Ayala Dorado
era de Alcalá de los Gazules pero vivía antes de la guerra junto a su
marido Juan en una tierra arrendada por el Conde de la Maza en un
cortijo de Morón de la Frontera. Pensó como muchas familias aquellos
días del verano de 1936 "por qué huir, si no hemos hecho nada", pero
Rafaela nunca imaginó como el devenir de aquel verano acabaría en la
peor de las tragedias. Trabajando como jornaleros en sus cosechas un día
de buena mañana Rafaela vio como aquellos falangistas se llevaron a
Juan, su marido, para simplemente hacerle unas preguntas. Cuando pasan
varios días "parten Rafaela y su hija María, a buscarlo por lugares de
detención, la falange, al cuartelillo". Con la peor de las intenciones
los falangistas las llevan hasta el camino donde está el cuerpo
acribillado de Juan. Rafaela y su hija pierden la compostura, lloran
ante la ira y el desprecio de los guardias civiles. Aquellos falangistas
pensaron que era mejor unirlas al cuerpo de Juan. Rafaela y su hija
María fueron cosidas a balazos en el mismo camino de Morón, mientras el
resto de la familia intentaría huir para no acabar en las mismas
circunstancias.
Las aceituneras de San Juan, entre las más jóvenes
"La detención, los golpes, los abusos que ni mentar quieren, después
el barco con nombre gallego, prisión flotante en el puerto sevillano. Y
al final los disparos en las tapias del cementerio, la muerte, la fosa
común" Falcón habla en su libro de casos colectivos como fue la trágica
historias de las aceituneras de San Juan de Aznalfarache (Sevilla), y
que logró rescatar gracias a la ayuda de investigadores locales como fue
el caso de Raúl Sánchez Caro, quien se dejó la vida por desentrañar la
vida y luz de estas jornaleras.
Ellas eran María, Rosario, Leonisa, Josefa, Francisca, Gabina,
Victoria, Josefa y Guadalupe. Eran mujeres del mundo agrícola de entre
19 y 43 años de edad. Todas vivían en el municipio de San Juan de Aznalfarache
y fueron fusiladas en la saca del 24 de octubre de 1936. A Josefa la
violaron antes de su muerte. Eso cuenta la bisnieta de su hermana
Caridad, Esmeralda. También le cortaron los pechos. De María Díaz
Arriaza se ha logrado rescatar parte de su biografía. El asesinato de
sus hermanos menores. De Guadalupe solo se conoce el testimonio de su
hijo huérfano a los 10 años, Manuel Anillo. Su único delito fue ser
trabajadoras afiliadas al sindicato de la UGT en Andalucía.
El último caso, Isidora Márquez Herrero es el retrato más
longevo, del que Falcón haya tenido constancia. Se trata de un caso
estremecedor, el encarcelamiento de una anciana de 97 años en Hinojosa
del Duque, (Córdoba) que logró volver de nuevo a su pueblo y en autobús
en octubre de 1943 tras ser encarcelada al final de la guerra.
"Volviste, Isidora, volviste. Con tu hatillo pobre en una mano
centenaria y fatigada te apeaste del autobús, cuatro años después".
Falcón relata como fue acusada por una vecina de informar a milicianos y
como en las cárceles del régimen la tuvieron encerrada, a pesar de
tener con 101 años de edad.
Fuente → publico.es
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