Monarquía y corrupción
 

Que dos instituciones medievales se llenen de riqueza, sin haber sufrido recorte alguno es realmente vergonzoso

Monarquía y corrupción: Le escuché hace unos años en una entrevista decir al escritor, político y divulgador científico Eduard Punset algo que nunca olvido porque creo que resume muy bien algunas de las paradojas más significativas del mundo que vivimos: “Vivimos en un mundo en el que, de manera increíble, coexisten los más innovadores avances tecnológicos junto a instituciones obsoletas propias de la Antigüedad”. Se refería Punset, claro, a la Monarquía y a la Iglesia. Dos instituciones interrelacionadas, que se retroalimentan mutuamente, y que, como decía el gran Punset, increíblemente han sabido reinventarse y pervivir en el mundo actual, un mundo en el que ya no tienen cabida, ni espacio ni sentido.

Empezando por la Corona y siguiendo por la Iglesia, ningún poder nacional ha pensado jamás más que en sí mismo, decía Ortega y Gasset. La Monarquía y la Iglesia son dos instituciones que, por su propia esencia y su propia razón de ser, son la antítesis misma de lo que llamamos democracia. La democracia se define como una forma de organización social y política que otorga la titularidad del poder al conjunto de la ciudadanía; es decir, la democracia se sustenta en la idea de que es el pueblo, a través de su voluntad y su participación, el que dota de legitimidad a sus representantes públicos. Es decir, la democracia presupone cierta cota de igualdad y deslegitima cualquier manifestación de autoritarismo.

La igualdad como forma de no discriminación y la superación de las desigualdades heredadas son el eje central que vertebra cualquier sistema democrático. Pero, en realidad, el hecho de considerar a unos seres inferiores a otros, ya sea por motivos de raza, de clase, de condición sexual o de especie, es lo que sigue perpetuando a estas dos instituciones obsoletas que basan su razón de ser en una supuesta superioridad. En el caso de la monarquía, en una supuesta superioridad por genética, y en el caso de la Iglesia en una supuesta, y solamente supuesta, superioridad moral o espiritual.

La monarquía, a pesar de su naturaleza básicamente antidemocrática, estaría legitimada de algún modo si hubiera sido consultada y elegida en las urnas. Lejos de eso, jamás se nos ha preguntado a los españoles si queremos monarquía o república; y, es más, la monarquía española actual proviene de la herencia institucional del franquismo, lo cual no es una nadería. Y la financiamos los españoles de manera multimillonaria. En 2019 la Casa del Rey tuvo una asignación de 7.999.040 euros de dinero público. Con casi 12.000.000 de euros al año se dota, solamente de la partida de los Presupuestos Generales del Estado, a la Iglesia católica en España.

Que dos instituciones medievales se llenen de riqueza, sin haber sufrido recorte alguno y hayan incluso aumentado sus ingresos provenientes de una sociedad en situación crítica y en muchos casos de verdadera miseria, para mis entendederas, no sé para las de los demás, es algo realmente vergonzoso y que las convierte, a todas luces, en instituciones, como poco, parasitarias, abusivas y verdaderamente indecentes. Y mucho más si, además, nos encontramos con supuestas tramas corruptas como la que acaba de salir a la luz pública referente al rey que ha abdicado recientemente. El sueldo público de Juan Carlos I es de casi 195.000 euros brutos al año como Rey emérito, sin contar gastos, casas o viajes. Se nos hace realmente difícil de creer a los “súbditos” de la realeza que la fiscalía suiza esté investigando una cuenta millonaria presuntamente del rey, y que sospeche de diversas cantidades investigadas, que son escandalosas para cualquier ciudadano, como, por ejemplo, 65 millones de euros supuestamente regalados a Corinna a través de una transferencia bancaria; o cien millones de dólares que supuestamente fueron ingresados en esa cuenta suiza en 2008, provenientes del rey de Arabia Saudí.

No sé si llegaremos a saber toda la verdad de estas tramas. Pero sí sé que mientras en España la supuesta crisis y la tremenda indecencia de la derecha, que ha estado años trabajando para enriquecer más a los más ricos y empobrecer con descaro y premeditación al resto de españoles, el rey de España se estaba enriqueciendo de manera voraz y soez en base a su cargo. Un cargo que proviene de un dictador. Un cargo que, según parece, era la fachada perfecta para lucrarse y para amasar una fortuna incalculable. Y también sé, parafraseando a Ignacio Escolar, de su reciente y brillante artículo “La presunta corrupción de Juan Carlos de Borbón”, que el jefe del Estado de un país democrático no debería recibir cien millones de dólares de una dictadura petrolera, ni debería esconder millones de euros en paraísos fiscales, ni debería utilizar el cargo para enriquecerse. Y me hago la misma pregunta que se hace Escolar, una pregunta que nos deberíamos hacer todos los españoles: ¿Por qué una noticia así no es el tema de apertura de todos los medios de comunicación? 

Por más que se cierren los ojos, se mire para otro lado, o se edulcore y se justifique lo injustificable, es evidente que, como decía Punset, vivimos en un mundo extraño en el que conviven los más vanguardistas avances tecnológicos con absurdas instituciones parásitas, narcisistas y obsoletas; instituciones que, según las evidencias, siguen siendo, como en la Edad Media, instrumentos de injusticia, sometimiento y abuso de los pueblos, y de obstrucción al avance y al progreso. 

Coral Bravo es Doctora en Filología


Fuente → elplural.com

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