Las olvidadas
Victoria Sendón de León
En estos días aciagos parece que no se pueda hablar de otra cosa que
no sea del virus coronado, sus efectos o causas, su duración o su
intensidad, la posible curación o la condena al confinamiento “sine
die”. Todo sigue siendo muy confuso, la gente asustada y las finanzas en
caída libre. Los gobiernos dictan medidas para frenar la difusión del
virus, todas muy detalladas, pero también, cómo no, adolecen de ciertos
olvidos que apuntan casualmente a un mismo sujeto.
La ministra de Defensa ha puesto a disposición del
vicepresidente Iglesias dotaciones del ejército para atender a los “sin
techo”. Alimentos, cobijo y cuidados médicos no pueden faltar a
esta parte de la población que no tiene ya nada que perder. La mayoría
hombres. Una medida que merece la entusiasta aprobación ciudadana. Si no
se hubiera tomado, aparecerían, cada amanecer, nuevos muertos en
nuestras calles desiertas como si de una ciudad medieval se tratara en
plena peste bubónica. Afortunadamente, en Ifema se les ha habilitado un
espacio con todos los servicios. ¡Bravo!
También se han tomado medidas económicas casi
asistenciales para los arrastrados y desbordados por el tsunami a partir
del mayor crédito de la historia reciente en este país. Mientras las
ayudas empiecen por abajo, y no se repita lo de salvar bancos antes que
personas, vamos bien. Y si hay que mandar a Europa a tomar viento si
insiste en restricciones y recortes, habrá que hacerlo. Espero que
Calviño no emule a su colega De Guindos, cuando aplaudía cada carnicería
que llevaba a cabo el ministro alemán Schäuble en la crisis de 2008. A
ver si se nota que tenemos un Gobierno de izquierdas. Parece que sí,
pero se trata de una izquierda, como todas y todos, circunscrita en un
latente y letal corazón patriarcal con prioridades y olvidos.
Lo digo por los olvidos. Y uno de los olvidos es el de las empleadas de hogar,
que carecen de subsidio por desempleo ¿Por qué? ¿Porque la mayoría son
mujeres? ¿Pobres? ¿Inmigrantes? Están, además, excluidas de la Ley de
Prevención de riesgos Laborales (LPRL) cuando esa Ley trata de “la
protección de la salud de los trabajadores mediante la prevención de los
riesgos derivados de su trabajo.” Ese cuidado lo ha dejado el Estado en
manos del empleador, o sea. Pero es que, además, en la presente crisis
sanitaria, la privación de la prestación por desempleo es un arma que
permite imponer condiciones ilegales con la amenaza del despido, como
escribe la catedrática vasca Isabel Otxoa, y continúa, “que el
coronavirus combinado con la Ley de Extranjería añade excepcionalidad y
precariedad a la situación preexistente”.
Si la trabajadora se contagia y es despedida, las que son internas se
quedan en la calle, además de no contar con medidas de protección
frente al contagio. Por mucho que diga Sánchez que nadie quedará atrás,
me temo que esas mujeres ni siquiera son nadie. Muchas están recluidas
estos días en cuartitos de tres por dos metros, confinadas realmente sin
salir, excepto para los servicios que los señores les requieran. O
cuidando a gente muy mayor con frecuencia enferma o dependiente. ¿Qué
pueden hacer estas mujeres? ¿Quién cuida a las cuidadoras? Esta crisis
está poniendo de relieve cantidad de injusticias y de errores
estructurales acallados por otros logros y por la vorágine del día a
día. Una situación así no es digna de una sociedad democrática ni propia
de cualquier grupo humano. Es realmente sangrante.
Otro colectivo olvidado son las mujeres prostituidas.
Entre toda la panoplia infinita de normas, prohibiciones y
prevenciones, no he escuchado al Presidente decir tajantemente: “Cierre
absoluto de los prostíbulos”, que seguramente los llamaría
eufemísticamente “clubes de alterne”, pero dictando medidas de
protección para estas mujeres como se ha hecho con los homeless. Tampoco
se lo he escuchado al supuesto sindicato de prostitutas, que pide
dinero a falta de clientes. A esos clientes es a quienes multaría con la pena máxima de los 30.000 euros.
Pienso en esas mujeres, expuestas, más ahora, a la enfermedad vírica.
No me puedo imaginar en una situación así. Legalizar semejante horror
como si fuera “un trabajo más” supondría tener que conseguir un título,
programando la consiguiente FP, para que las jovencitas aprendieran
¿qué?
¿Cuáles son los medios de producción de las mujeres prostituidas? Su cuerpo maldito y maltratado, desgarrado, cada uno de sus orificios por los que ser violada y su pudor, ese derecho inalienable de toda persona humana.
Ya se pueden imaginar el programa, que yo no me atrevo a escribir
aquí, pero que ellos si se atreverán a realizar allí. Los
regulacionistas defienden que, si le quitamos el estigma, es como otro
trabajo cualquiera en el que también se pone el cuerpo. Si, claro, el
obrero de una fábrica pone su “fuerza de trabajo” a través del cuerpo,
pero mediando determinados “medios de producción”. ¿Cuáles son los
medios de producción de las mujeres prostituidas? Su cuerpo maldito y
maltratado, desgarrado, cada uno de sus orificios por los que ser
violada y su pudor, ese derecho inalienable de toda persona humana. Pues
bien, esos regulacionistas de izquierdas bien podrían aplicar conceptos básicos marxistas a esta situación.
Sólo el abolicionismo podrá terminar con este crimen organizado. ¿Por
qué los políticos regulacionistas se han vuelto a olvidar de ellas? ¿Por
qué? ¿Porque siguen la “teoría King-Kong”?
Hay otros grupos de mujeres en los que pienso mucho en estos tiempos del cólera, y son las maltratadas por sus parejas sin poder salir de su cárcel, sin poder salir a consolarse con una amiga, con su madre.
Se ha activado especialmente el 016, menos mal, pero debe de ser como
vivir en un campo de concentración esperando la ducha de gas y
durmiendo, además, con tu carcelero. Mujeres, siempre mujeres: las
olvidadas. Pero las feministas no os olvidamos. Simplemente porque no podemos, simplemente porque vuestro dolor es también el nuestro.
Fuente → tribunafeminista.elplural.com
No hay comentarios
Publicar un comentario