El libro de Miguel Hernández que nos sacará del confinamiento

‘Cancionero y romancero de ausencias’ puede ser nuestro salvoconducto al futuro. Con su lectura, profundizamos en lo que significa ser libres, nos reconocemos en el deseo de salir al mundo y conquistarlo 

El libro de Miguel Hernández que nos sacará del confinamiento
Eduardo Corrales 

Es una foto poco conocida. Miguel Hernández sale por la puerta del Ayuntamiento de Valencia, en julio de 1937. Se abre paso entre militares y un tumulto de personas en el espacio donde se celebra el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. El poeta, pantalón de pana y camisa arremangada, camina con la cabeza alta y lo que parece un cuaderno bajo el brazo. Su mirada, casi velada por el sol al captar de la cámara fotográfica, es la de un joven que mira al futuro, la de un hombre saliendo a la inmensidad del mundo. En esa foto, Miguel Hernández es la viva imagen de un hombre libre, imposible de confinar.

Un año después de aquellos días de julio del 37, el poeta alicantino comenzó a escribir los poemas del que sería su último libro, Cancionero y romancero de ausencias. El grueso de dicha obra surgirá ya en las cárceles franquistas. De esta manera, los poemas últimos del poeta más luminoso nacerán en la oscuridad. Todos los terrores de la derrota y el aislamiento. El sufrimiento por la muerte de su primer hijo, el nacimiento de un segundo bebé al que apenas podrá ver. La ausencia de su esposa. Todos los dolores de tres heridas: las del amor, las de la muerte, las de la vida. 

Miguel Hernández estuvo preso desde mayo de 1939 hasta su muerte, el 28 de marzo de 1942. Casi tres años encerrado, la mitad de ese tiempo, gravemente enfermo. Pero en aquel tiempo y circunstancias escribió una de las cumbres de la poesía española de todos los tiempos. En los días que se cumple el 78º aniversario de su muerte, con una España en estado de alarma, con la población confinada en casa –la que no tiene que ir a trabajar–, quizás el recuerdo de Miguel Hernández y de su último libro se hacen más presentes y pertinentes que nunca.

Se suele considerar Viento del pueblo como el máximo exponente de la poesía social y política de Miguel Hernández. Y tiene mucha lógica. Pero, teniendo en cuenta que quizás en ningún otro autor contemporáneo es tan íntima la relación entre obra y vida como en el poeta oriolano, cabe detenerse a considerar el alcance social –y por lo tanto político– del Cancionero y romancero de ausencias, la más honda de las obras de Miguel Hernández.

Si el Cancionero es un grito sordo, un murmullo atronador, lo es como expresión no del hombre en abstracto, sino del hombre concreto e histórico que puebla por miles las cárceles del franquismo, el hombre víctima del genocidio puesto en marcha
 
El Cancionero se valora como la obra que conecta a Hernández con la vertiente filosófica y humanística de los grandes autores de la lírica española. El famoso poema Llegó con tres heridas –la del amor, la de la muerte, la de la vida– es el símbolo de esta inspiración e intención filosóficas. Sin duda, el Miguel Hernández del Cancionero coincide con la hondura fúnebre de Jorge Manrique en las Coplas por la muerte de su padre, con la exaltación amorosa de Vicente Aleixandre, pero aún más íntimo y depurado, y definitivamente en el paisaje vital, popular y universal que dibujara Antonio Machado. 

No cabe duda del punto de vista del Cancionero y romancero de ausencias, está escrito desde la primera persona del poeta con nombre y apellidos, Miguel Hernández Gilabert. Y precisamente por eso el alcance de la obra es universal. Porque lo escribe el poeta preso, el militante que resiste firme en sus principios. Las heridas del amor, la muerte y la vida no son individuales, sino las de un arquetipo humano. Si el Cancionero es un grito sordo, un murmullo atronador, lo es como expresión no del hombre en abstracto, sino del hombre concreto e histórico que puebla por miles las cárceles del franquismo, el hombre víctima consciente del genocidio puesto en marcha. Así pues, los ciento diez poemas del Cancionero y romancero de ausencias son tan sociales y políticos como los de gran parte de la obra hernandiana. Son los poemas de la hondura de una España derrotada, pero henchida de dignidad. La paradoja de que los poemas más personales de Miguel Hernández sean a un mismo tiempo sus creaciones más universales tiene que ver con que un libro escrito hace ochenta años sirva hoy para enfrentar el presente, especialmente en momentos de crisis como el que vivimos. Gabriel Celaya, refiriéndose a tal respecto sobre Miguel Hernández, lo definió así: “Supo cómo llevar a su poesía la realidad del momento, que, paradójicamente, dura más que la poesía no-temporal”.

En tiempos de crisis y confinamiento, qué mejor ocasión para subrayar la necesidad de la poesía, de toda la creación artística y cultural. El Cancionero y romancero de ausencias puede ser nuestro salvoconducto al futuro. Con su lectura y el conocimiento de su particular historia, profundizamos en lo que significa ser libres, nos reconocemos en el deseo de salir al mundo y conquistarlo. El Cancionero nos habla de cosas tan familiares en estos días como la distancia con los seres queridos, sobre cómo enfrentar la muerte y la enfermedad, cómo mirar el día a día desde la adversidad, pero sin perder de vista nunca la ternura, el amor y la solidaridad frente a quienes anteponen las cajas de caudales a la vida.

Como en aquella foto de julio del 37, Miguel Hernández sale de su confinamiento, por más que no lo quisieran algunos. Siempre en defensa del pueblo.
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Eduardo Corrales es profesor de secundaria de Geografía e Historia en la enseñanza pública madrileña.


Fuente →  ctxt.es

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