Las primeras diputadas (no electas) en el Congreso: 13 mujeres elegidas por Primo de Rivera

Las primeras diputadas (no electas) en el Congreso: 13 mujeres elegidas por Primo de Rivera: A la Asamblea Nacional podían acceder «hembras solteras, viudas o casadas», pero éstas debían obtener el permiso de sus maridos
MADRID, 10 Oct. (EUROPA PRESS) –

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Este jueves se cumplen 92 años de la entrada en el Hemiciclo del Palacio del Congreso de las primeras mujeres que ocuparon un escaño en España, un total de 13 féminas que fueron elegidas para formar parte de la Asamblea Nacional creada por el dictador Miguel Primo de Rivera y que celebró su primera reunión el 10 de octubre de 1927.

El general había llegado al poder mediante un golpe de Estado en septiembre de 1923 y necesitaba un órgano que impulsara una legislación general que legitimara su régimen. Sus integrantes llegaron a redactar un anteproyecto de Constitución monárquica pero que no vio la luz porque no contó ni siquiera con la aquiescencia del dictador.

Según el Real Decreto del 12 de septiembre de 1927, la Asamblea Nacional tenía labores consultivas y fiscalizadoras, pero no suponía ningún contrapeso al poder Ejecutivo, sino al contrario, porque sus más de 400 miembros, directa o indirectamente, eran designados por el gobierno.

Podían pertenecer a la Asamblea varones y «hembras solteras, viudas o casadas» siempre, eso sí, que estas últimas estuvieran «debidamente autorizadas por sus maridos» y que estos no fueran asambleístas. El Consejo de Ministros designó como parlamentarias a 15 mujeres en octubre de 1927, pero dos de ellas renunciaron al puesto, y entre 1928 y 1930 se incorporaron otras tres.

Entre las elegidas había, naturalmente, mayoría de simpatizantes del régimen y católicas, sus edades oscilaban entre los 29 y los 76 años, abundaban las maestras y había también varias nobles. El grueso ejercieron como representantes de actividades de la vida nacional y sólo dos como representantes del Estado.

La más joven, que pisó la Carrera de San Jerónimo con 29 años, era la pamplonesa Micaela Díaz Rabaneda, profesora, que participó en los debates sobre el proyecto de Estatuto de Primera Enseñanza. Pedagoga de profesión era Natividad Domínguez Atalaya, quien también intervino en debates educativos, al igual que la vitoriana María de Maeztu y Whitney, directora de la Residencia de Señoritas y presidenta del Lyceum Club femenino.

LA PRIMERA ORADORA, CASI PIDIENDO DISCULPAS

El 23 de noviembre de 1927 Concepción Loring Heredia, marquesa viuda de La Rambla, se convirtió en la primera mujer que tomaba la palabra en el Hemiciclo. Lo hizo para defender ante el ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes que la enseñanza de la religión fuera obligatoria en los institutos.

Según consta en el Diario de Sesiones, recogido por Europa Press, la oradora arrancó saludando al Gobierno y casi pidiendo disculpas por intervenir: «Sintiendo después la necesidad de encontrar disculpa por lo que pudiese parecer osadía (y, es obligación precisa) el ser la primera mujer que hace uso de la palabra desde ese sitio, y siendo tan notoria la superior competencia de mis compañeras».

Como crítica literaria destacó la escritora sevillana Blanca de los Ríos Nostench, discípula de Marcelino Menéndez Pelayo. Su nombre sonó varias veces para ingresar en la Real Academia, aunque nunca lo consiguió.

También fue pionera la palentina Carmen Cuesta del Muro, impulsora de Acción Católica de la Mujer, que solicitó crear institutos femeninos de enseñanza secundaria y defendió los derechos de las mujeres en los debates sobre la reforma de Código Civil.

Pertenecieron también a Acción Católica de la Mujer María de Echarri Martínez, inspectora de trabajo, que promovió mejoras laborales para las obreras, y María López de Sagredo, que accedió al cargo con intención de llevar a la Asamblea Nacional los problemas de la mujer y la infancia. Igualmente, venía del catolicismo social María López de Monleón, vocal de la Confederación Nacional de Obreras Católicas, y también era de tedencia conservadora Josefina Olóriz, profesora y miembro de Unión Patriótica.

LA ESPOSA DE JULIÁN BESTEIRO RENUNCIÓ

Las dos representantes del Estado fueron Isidra Quesada y Gutiérrez de los Ríos, Marquesa de Miravalles y condesa viuda de Aguilar de Inestrillas, que entró en el Congreso con 76 años, había sido dama de las reinas Cristina y Victoria Eugenia y formaba parte del Real Patronato para la Represión de la Trata de Blancas. También fue designada por su cercanía a la realeza y sus obras de beneficencia Trinidad von Scholtz Hermensdorff, Duquesa de Parcent.

Otra de las designadas, aunque renunció a su escaño, fue Dolores Cebrián y Fernández de Villegas, una profesora muy alejada de los postulados del régimen, que era miembro del Lyceum Club femenino y esposa del dirigente socialista Julián Besteiro, quien después fue el primer presidente de las Cortes en la II República. La otra que entregó su acta fue Esperanza García de la Torre, esposa del marqués de Luca de Tena.

En 1928 aterrizó en la Asamblea Nacional la periodista María de los Dolores Perales y González Bravo, una de las líderes de la Unión de Damas Españolas del Sagrado Corazón. En 1930 llegaron otras dos mujeres: Clara Frías Cañizares y la catalana María Domènech y Escoté, socióloga y poeta fundadora de la Federación Sindical de Obreras, que trabajó por el acceso de las mujeres a la cultura y la educación.

CONCEJALAS Y ALCALDESAS DESDE 1924

Estas fueron las pioneras que participaron en la vida político institucional a nivel nacional, pero no las primeras mujeres que entraban en las instituciones, puesto que desde 1925 ya había varias concejalas en distintos ayuntamientos e incluso algunas alcaldesas. De hecho, varias de las asambleístas eran también ediles.

Fue también bajo la dictadura de Primo de Rivera cuando las mujeres pudieron estrenarse en la política local gracias al Estatuto Municipal aprobado casualmente un 8 de marzo, de 1924, que permitió ser elegidas a «las mujeres cabezas de familia» mientras mantuvieran esa condición, hubieran cumplido 25 años y supieran leer y escribir (excepto en los pueblos de menos de mil habitantes).

Esa norma también reconocía el derecho al voto en elecciones municipales a las mujeres mayores de 23 años que no estuvieran en régimen de «patria potestad, autoridad marital ni tutela», es decir, las emancipadas, solteras o viudas. Las casadas no podían votar para no crear discusiones en el matrimonio y tampoco se reconoció este derecho a las prostitutas.

LA EXCEPCIÓN, EL PLEBISCITO DE 1926

Este estatuto permitió el acceso de las mujeres a los ayuntamientos, pero finalmente no se celebraron las elecciones que se habían planeado para 1925 y las privilegiadas que se podrían haber estrenado votando en ellas no pudieron hacerlo. En 1926 los españoles mayores de 18 años sin distinción de sexo sí pudieron participar en el plebiscito organizo por Primo de Rivera para reforzarse en el poder.

Pero eso fue excepcional porque las mujeres tampoco votaron en las municipales de febrero de 1931 que provocaron la proclamación de la II República porque fueron excluidas del censo por el gobierno de Berenguer, que tomó las riendas tras la dimisión de Primo de Rivera.

El proyecto de Constitución que redactó la Asamblea Nacional sí recogía en su artículo 55 el voto integral para todos los españoles sin distinción de sexo, pero finalmente el texto no se aprobó. No sería, por tanto, hasta la aprobación de la Constitución republicana de 1931 cuando se reconocería el sufragio universal en España que las mujeres ejercieron por primera vez en noviembre de 1933.

Fue tras un intenso debate entre Clara Campoamor y Victoria Kent, que pudieron ser elegidas, como Margarita Nelken, gracias a que el Gobierno de Niceto Alcalá Zamora modificó la Ley Electoral de 1907 para incluir entre los elegibles para las Cortes Constituyentes a las mujeres y también al clero.


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