Generación identitaria: rearme ideológico para una nueva extrema derecha

Generación identitaria: rearme ideológico para una nueva extrema derecha: Manifestantes portan una pancarta del movimiento identitario alemán. Metrolico

Intelectuales franceses reformulan las viejas ideas racistas que abanderan los nuevos grupos de extrema derecha, también en España. Varias infiltraciones revelan la conexión de estos grupos con el terrorismo neonazi.

Este artículo está incluido en #LaMarea72, donde publicamos un especial sobre supremacismo blanco y los grupos identitarios, que incluye una amplia infografía. Puedes comprarla en nuestra tienda online. Y puedes suscribirte a La Marea desde 40 euros al año

Decenas de jóvenes realizan ejercicios físicos en un paraje natural cerca de la ciudad de Orleans, en el Valle del Loira francés. Sentados sobre la hierba toman notas y escuchan a diversos oradores. Es agosto de 2012 y hay varias patrullas de gendarmes franceses vigilando la zona. Se trata de la décima edición del Campo Identitario, unas jornadas organizadas por el movimiento de extrema derecha francés Bloque Identitario. Los organizadores tienen preparada una sorpresa, un vídeo que deja boquiabiertos a los presentes. Diversos rostros de hombres y mujeres que no pasan de los 25 años interpelan a la cámara con voz firme y rostro desafiante: “Esto no es un simple manifiesto; es una declaración de guerra. Nosotros somos el mañana, vosotros sois el ayer. Somos la generación identitaria”.

Dos meses después, el 20 de octubre de 2012, 70 jóvenes asaltaron la mezquita de Poitiers, ocupando la azotea y desplegando una pancarta con la leyenda “732 Generation Identitaire”. «Hemos elegido Poitiers para este acto reivindicativo porque fue aquí donde Carlos Martel rechazó, en el año 732, al ejército invasor musulmán de Abderramán», explicó uno de los organizadores de la acción a la televisión francesa BMFTV. Se presentaba así públicamente Generación Identitaria (GI), el nuevo movimiento de extrema derecha francés que hoy está presente en más de una veintena de países. Regentan gimnasios, bares y bibliotecas, y han realizado numerosas acciones publicitarias con un gran impacto mediático: desde ataques a migrantes en Calais hasta una cadena humana contra las personas refugiadas en los Alpes o una campaña de micromecenazgo que consiguió decenas de miles de euros en pocos días para fletar un barco que surcó el Mediterráneo acosando a los barcos de rescate y a los migrantes que trataban de llegar a Europa. Su marca, Defend Europe, ha sido adoptada por la mayoría de grupos ultraderechistas europeos, al igual que su símbolo, la letra lambda griega.


Ocupación de la mezquita francesa de Poitiers en 2012 por parte del movimiento identitario francés.

La munición ideológica

La organización antifascista inglesa Hope Not Hate (HNH) publicó a finales de agosto de este año un extenso informe en el que se destripan las entrañas de los movimientos identitarios. La publicación coincidía con la noticia que habían filtrado a los medios sobre la presencia de dos miembros de Generation Identity (UK) en la Marina Real inglesa. Uno de ellos, a punto de servir en un submarino nuclear. Además, este grupo había estado relacionado con miembros del grupo neonazi ilegalizado National Action, considerado terrorista en Reino Unido.

No era la primera vez que GI sufría una infiltración. Un reportero de Al Jazeera estuvo seis meses infiltrado en la sección del grupo en la ciudad francesa de Lille, grabando con cámara oculta los encuentros con los militantes de GI, que reconocían en privado las cacerías de jóvenes árabes y sus deseos de cometer atentados contra musulmanes. El reportaje Generation Hate, emitido en diciembre de 2018, denunciaba también vínculos entre los miembros de GI y el Frente Nacional de Marine Le Pen. “Los identitarios no hemos estado involucrados en la política electoral por una razón muy simple: en Francia ya tenemos al Frente Nacional, y sus ideas ya reflejan nuestra posición”, confesaba Aurélie Vershasell, líder de GI en Lille, al periodista de Al Jazeera infiltrado. Verhassell trabajaba como asesor del Frente Nacional, y explicaba también cómo el partido encargó a GI la seguridad de los mítines de Marine Le Pen en Burdeos. Varios miembros del partido fueron grabados en los locales de GI en Lille con la cámara oculta confesando tener armas y estar dispuestos a emprender la guerra racial una vez el Frente Nacional alcanzase el poder.

El informe de HNH, más allá de describir quiénes son y cómo se organizan los identitarios, lanza una seria alerta sobre la escalada violenta de los grupos afines y sus conexiones con la violencia y el terrorismo de extrema derecha. No es una simple especulación, sino que demuestran con datos las vinculaciones de los terroristas supremacistas de estos últimos años con todo el imaginario creado por los identitarios.

Antes de la publicación del informe de HNH, varios medios de comunicación destaparon que el terrorista ultraderechista Brenton Tarrant, que asesinó a 51 personas en las mezquitas de Al Noor i Linwood de Christchurch (Nueva Zelanda), había financiado a las ramas francesas y austríacas de Generación Identitaria. Además, Tarrant habría mantenido contacto con el líder austríaco, Martin Sellner, un neonazi de 30 años que ya fue detenido en 2006 por pegar adhesivos con esvásticas en una sinagoga en la ciudad de Baden. Sellner fue entonces condenado a 100 horas de servicio comunitario en el cementerio judío de la ciudad.

El manifiesto de Tarrant donde justificaba su atentado estaba inspirado en las ideas del movimiento identitario y en la teoría del Gran Reemplazo, acuñada por el escritor francés Renaud Camus en 2011 donde sugiere que existe un plan para subyugar al hombre blanco en Occidente a través de la inmigración y el Islam. Estas ideas también se han encontrado en los archivos y las redes sociales de otros terroristas ultraderechistas autores de sendas masacres en EEUU este mismo año: el del centro comercial de El Paso y el de la sinagoga de Poway.

La Teoría del Gran Reemplazo no es la única conspiración a la que hacen referencia los movimientos de extrema derecha. Desde el habitual y centenario complot de Los Protocolos de los Sabios de Sión esgrimido por nazis y antisemitas, hasta en Plan Kalergi, una versión actualizada de la conspiración judía para acabar con la raza blanca mezclándola con asiáticos y africanos a través de la migración. Esta teoría fue promovida por el negacionista del Holocausto y filonazi austríaco Gerd Honsik en 2005, sacando de contexto frases y escritos del filósofo y político austríaco Richard Nikolaus Graf von Coudenhove-Kalergi.

Los orígenes

La batalla cultural de la extrema derecha lleva años librándose. Podríamos situar su origen hace justo 50 años en Francia, al calor del Mayo del 68, y en los círculos intelectuales de lo que fue el GRECE (Grupo de Investigación y Estudios para la Civilización Europea). El filósofo Alain de Benoist planteaba entonces que se debía superar el esquema de derecha e izquierda, y acuñar una nueva idea identitaria alejada del racismo supremacista y de las ideas liberales y materialistas. Una nueva idea que confrontara la globalización (hoy llamada “globalismo”) y la “hipermodernidad” para conservar la identidad respetando al resto de culturas, acuñando así el término “etnopluralismo”, que vendría a decir que todas las culturas son importantes, pero “cada una en su sitio”.

Este movimiento, que terminaría conociéndose como Nueva Derecha (Nouvelle Droite), leyó y entendió perfectamente al pensador marxista sardo Antonio Gramsci y su batalla por la hegemonía. Esta batalla cultural de la nueva extrema derecha vino a ser un combate metapolítico por la hegemonía, considerada hasta hoy en manos de la izquierda por su defensa retórica de los derechos humanos, la interculturalidad y lo que la ultraderecha viene llamando “buenismo” o aquello “políticamente correcto”.

Se trataría, en resumen, de difundir determinadas ideas y valores para promover el cambio de la cultura de una sociedad antes de cambiar su política. La metapolítica identitaria se enfoca en cambiar los temas, términos y posiciones aceptados de la discusión pública para crear un ambiente social y político más abierto y potencialmente receptivo de su ideología. Lo que en algunas ocasiones se ha tildado de normalización de las ideas de extrema derecha, o la “lepenización de los espíritus” de la que hablaba el politólogo Pascal Perrineau, algo que, viendo los resultados de las sucesivas elecciones en Europa y más allá, ya está sucediendo.

El periodista francés Edwy Plenel, cofundador de Mediapart, ya advertía en un extenso articulo publicado en 2015 sobre el peligro de esta aura intelectual que envuelve la ideología identitaria: “No estamos aquí en presencia de una opinión que haya que discutir o refutar, sino de una ideología criminal cuyos mecanismos son los mismos que, mediante la construcción ilusoria de una cuestión judía, han arrastrado en el pasado a Europa a un abismo del crimen contra la humanidad”. Plenel alerta sobre la normalización de las ideas del Gran Reemplazo y de la Reemigración, una de las propuestas que reivindican los identitarios y que es apoyada por Renaud Camús y otros intelectuales franceses. La reemigración consistiría en deportar a los millones de franceses de origen árabe o asiático, o simplemente de piel morena, a los países a los que, según los ultraderechistas, pertenecen, hayan estado allí alguna vez o hayan nacido ya en Francia. “Esto es otra forma de limpieza étnica”, asegura el periodista Mathias Destal entrevistado en el documental de Al Jazeera.

Como Benoist, otros intelectuales han servido para rearmar el ideario de estos nuevos actores políticos mimados y emulados por todas las extremas derechas: desde Julius Evola, que hablaba de “mantenerse en pie en un mundo en ruinas” (lema de los neonazis madrileños de Hogar Social), hasta Alain Finkielkraut. Este pensador francés critica el antirracismo y a la izquierda en general por ser “masoquista moralizante” y por su supuesta complacencia con el Islam, al que considera, igual que los identitarios, el verdadero enemigo de Europa. Así lo retrató ya a modo de ficción otro escritor francés, Michel Houellebecq, en su novela distópica La Sumisión sobre la supuesta toma del poder de Francia por parte del islamismo gracias a la izquierda. Ambos autores son a la vez reivindicados tanto por la extrema derecha islamófoba como por cierta izquierda obsesionada con el Islam, que a menudo difunde (queremos pensar que sin saberlo), los tópicos y la propaganda de la extrema derecha. Eso sí, bien escudada tras una supuesta lucha por los derechos humanos.

También el ruso Alexandr Dugin con su Cuarta Teoría Política, acuñada en 2009, es uno de los referentes de esta nueva ola identitaria. En una entrevista de Clara Ramas y Jorge Tamames en el blog Política Exterior, Dugin abogaba por adoptar las teorías económicas de la izquierda y los valores tradicionales de la derecha, algo que, según el intelectual ruso, el liberalismo entiende al revés, adoptando los valores de la izquierda y la economía de mercado. La influencia de estas ideas, sobre todo las de Dugin, no han caído en saco roto ni tampoco únicamente en el lado derecho. La aparición en escena del filósofo italiano Diego Fusaro, que publica a menudo en editoriales de la extrema derecha y participa en sus actos, ha excitado a parte de la izquierda española, y ha generado acalorados debates en las redes y en varios artículos de opinión por sus posiciones antifeministas y anti-inmigración. Ambos critican lo que consideran un liberalismo moralmente de izquierdas y económicamente de derechas, que Dugin resumía en una frase: “Aborto, progresismo y Gran Capital”.

En España

En el apartado dedicado a España, el informe de HNH tan solo se refiere al autodenominado Movimiento Identitario de España, presente en las redes desde mayo de 2019. Aunque hasta ahora se desconocen las actividades de este nuevo grupo más allá de la colocación de varios carteles y pegatinas en Madrid, su página web ofrece algunas pistas que confirman su consonancia con las ideas del resto de grupos identitarios: “Abogamos por la protección y promoción de los pueblos aborígenes de Europa y sus múltiples culturas. Nos oponemos y denunciamos el gran reemplazo demográfico que estamos sufriendo, así como la islamización y aculturación de Europa”.

Sin embargo, este no es el único grupo identitario que existe en España. Ya en 2016 tres miembros de Generación Identitaria, una formación nacida en Cataluña, ofrecían una entrevista a Crónica Global: «Nuestra lucha tiene ahora dos prioridades: evitar la inmigración masiva y combatir el separatismo en Cataluña», además de desplegar el mismo argumentario xenófobo y los marcos apocalípticos de sus homólogos franceses.

Este grupúsculo también estuvo presente en las múltiples protestas contra el proceso independentista en 2017 y 2018, unas veces junto a otros grupúsculos de extrema derecha como Democracia Nacional y otras junto a Ciudadanos y otros colectivos. Por otra parte, el Moviment Identitari Català (MIC), según explican en un reportaje del digital Crític los periodistas Jordi Borràs y Laura Aznar, empezó a dejarse ver ya en 2015, adaptando al nacionalismo catalán las ideas anti-inmigración, islamófobas y chovinistas del resto de grupos identitarios europeos. Sus apariciones públicas no han sido precisamente cómodas: el 11 de septiembre de 2018, una barrera humana les impidió el paso en la ofrenda floral a Rafael Casanova, uno de los actos tradicionales de la Diada.

Mientras que la versión españolista de Generación Identitaria está hoy inactiva, el MIC trata de hacerse hueco tímidamente en el independentismo, consciente de ser totalmente minoritario y estar constantemente vigilado por el antifascismo catalán. Diez años atrás, varios proyectos que ya utilizaban esta retórica empezaron a trabajar en ciudades como Barcelona, Madrid o Castellón de la Plana. El Casal Tramuntana, Proyecto Impulso y más recientemente Hogar Social Madrid y sus satélites fueron los primeros en importar el modelo de los fascistas del tercer milenio italianos del colectivo Casa Pound. Este proyecto empezó en Roma en 2008, tras varios años de ocupaciones de inmuebles abandonados para cobijar a familias italianas sin recursos. Así se convirtió en lugar de peregrinaje y en laboratorio del movimiento identitario, con una retórica y una imagen que, a pesar de no renunciar a llamarse fascistas, marcarían una nueva era en los movimientos sociales de extrema derecha.

En sus redes circulaban fotos de sus líderes con niños negros y asiáticos en brazos en aldeas de Kenia y de Birmania, a donde supuestamente habían viajado para llevar ayuda humanitaria; carteles de sus charlas en honor al Che Guevara o pegatinas con el lema “0% Racismo, 100% identidad”. Esta apropiación del imaginario (y el activismo en el caso de las ocupaciones) de la izquierda no es nueva en la extrema derecha. Desde la retórica de clase supuestamente anticapitalista (pero siempre nacionalista) del nazismo y el fascismo del período de entreguerras, hasta las más recientes consignas contra las élites o la globalización que esgrimen también las diversas extremas derechas occidentales.

Más allá de las redes sociales de los propios grupos identitarios y sus afines, existen decenas de foros, canales privados de Telegram y grupos de Facebook que comparten sus materiales, muy a menudo distribuidos sin firma en distintos foros y numerosas páginas de desinformación. 8Chan es uno de los foros sin moderación donde se concentra gran parte de la subcultura ultraderechista, bien adobada de teorías conspiratorias y llamadas a la violencia. Fue allí donde colgaron sus manifiestos los terroristas de San Diego, El Paso y Christchurch este año. Echando un ojo a varias cuentas relacionadas con el universo identitario, encontramos, además, numerosas noticias de medios de comunicación convencionales perfectamente instalados en dicho marco.

Se trata de un relato inquietante sobre las ciudades europeas, asoladas por la delincuencia y la inseguridad, reforzado todo con vídeos de peleas y robos, de violencia extrema o de pobreza y suciedad. Sobre todo si sus protagonistas son personas migrantes. Estos últimos meses, la polémica por el exceso de este tipo de informaciones está latente mayormente en Cataluña, donde se han creado plataformas ciudadanas que patrullan las calles contra la delincuencia y que han sido instrumentalizadas por la ultraderecha, que ya ha anunciado una manifestación a finales de septiembre. El miedo y la ansiedad que producen estas noticias funcionan perfectamente como lubricante para reforzar el relato apocalíptico que los grupos neofascistas tratan de difundir sobre las sociedades occidentales. En sus discursos llaman a actuar “antes de que sea demasiado tarde”, y algunos ya han empezado a hacerlo. Solo en 2019, ya han sido asesinadas cerca de un centenar de personas en varios atentados terroristas con el sello identitario.  


Fuente →  lamarea.com

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