VIOLACIÓN Y ASESINATO DE FIDELITA, UNA RAPSODA DE 17 AÑOS

VIOLACIÓN Y ASESINATO DE FIDELITA, UNA RAPSODA DE 17 AÑOS: / Lazarill / Durante la infausta Guerra de España no solo se asesinó a poetas como Federico García Lorca, se les encarceló hasta su muerte como a Miguel Hernández o perdieron la vida al poco de su exilio como Antonio Machado en Colliure, tres figuras cimeras de la literatura en lengua española. También se mató a quienes, en plena juventud de vida y esperanza, recitaban los versos de esos poetas voz en alto y emoción adentro como Fidelita Díez Cuevas (1920-1938), según cuenta José Ramón Saiz Vidiero en un artículo publicado en El diario de Cantabria. Sobre la figura de esta joven fue tal el peso del olvido que en el cementerio de Torrelavega, donde se levantó un monolito en memoria de las víctimas republicanas fusiladas por el franquismo, ni siquiera aparece su nombre. Por eso y por lo que dio en vida nombramos hoy su memoria:

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Con su madre y hermanos

"Hija del activista cultural Fidel Díez Asenjo, “el mejor ebanista de Torrelavega”, premiado carrocista, animador de la sección Amigos del Arte que durante la 2ª República funcionó con gran éxito en la Biblioteca Popular de Torrelavega. Su hija heredó estas aficiones desde muy pequeña dando ejemplo de sus aptitudes para el verso y la declamación, con recitales en la Biblioteca Popular de Torrelavega, Comillas, Cultural Vimenor de Renedo de Piélagos, Ateneo Popular y Ateneo de Santander, Teatro Principal y Cinema Solvay, y micrófonos de Radio Santander, con gran éxito como ha recordado el cronista de Torrelavega Aurelio García Cantalapiedra: “Asombró a los asistentes por sus condiciones como rapsoda, por la manera de decir y por la memoria de que hacía gala”. Su repertorio estaba compuesto, principalmente, por obras de Antonio Machado, Federico García Lorca y Jesús Cancio.

Pero no todo el mundo debió de ver con buenos ojos la exhibición de sus facultades porque, producida la sublevación militar y una vez cayó Cantabria en poder de las tropas franquistas, la muchacha fue conducida a prisión, donde coincidió con Antolina Matarranz, una joven modista de familia izquierdista que había confeccionado ropa para los soldados republicanos, quien describió a Fidelita como “una joven guapa y encantadora, pero cuyo delito fue ser hija de padres de izquierdas y recitar poesías en el teatro.”

Como a todas las presas, a Fidelita “las carceleras, le cortaron el pelo al cero y para ridiculizarla todavía más le dejaron un mechón largo atrás, para amarrarle un lazo rojo”. Pero ella preguntaba ingenuamente:– ¿Verdad que me sienta muy bien esto, Antolina?. – ¡Sí, Fidelita, estás encantadora! Este castigo no doblegó su espíritu, y una tarde visitaron la cárcel un grupo de falangistas. Acordaron, junto con las guardianas, sacarla aquella misma noche. Las compañeras de prisión quedaron horrorizadas cuando, a las pocas horas, vieron llegar a Fidelita hecha una piltrafa humana. Cayó de bruces y las compañeras no fueron capaces de que contara qué habían hecho con ella aquellos asesinos. Sólo podía repetir: “Fueron cinco, fueron cinco”. Murió poco después.

El 26 de junio de 1938 sería enterrada en el cementerio de La Llama, muy próximo a donde residía con su familia. Su padre pasó muchos años en prisión hasta conseguir la libertad condicional del Penal de Alcalá de Henares en 1954, mientras que a su madre, Eloína Cuevas, le fue denegada la licencia para poder vender en la calle como única forma de subsistencia".

                   DdA, XV/4277                

Fuente →  diariodelaire.com

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