Los neofranquistas han adaptado sus argumentos revisionistas


Los neofranquistas han adaptado sus argumentos revisionistas: Se trata de un revisionismo que la guerra, el franquismo y su herencia resulten olvidados, y de paso que los de la “Memoria histórica” acaben de “dejar de tocar los cojones” como proclamó el último directo de TVE en nombre del PP.

Por Pepe Gutiérrez-Álvarez

Durante la revisión de documentales para la preparación de mi libro “El 36 y el cine. La guerra que no se debió de perder.”, pude comprobar que muchos de los franquistas más eminentes (Sáenz de Heredia, Martín Villa, Manuel Fraga y otros), se desplazaban al esquema de la equidistancia tras la muerte de Franco: en ambos lados se perpetraron barbaridades. En los años sesenta-setenta, la interpretación de la “España nacional” que dictó la “historia de la Cruzada”, una “escuela” que al final fue representada por el inefable Ricardo de la Cierva, cada vez más desprestigiado. Obviamente, a la derecha se le hizo necesaria una puesta al día de una bibliográfica sobre la que no había hecho más que crecer el desprestigio. De hecho, después de la victoria Aliada, la dimensión fascista fue sustituida por la anticomunista, la empleada de comodín de todos los regímenes de tipo fascista como lo fue el de Videla o Pinochet, ambos discípulos aventajado del mito de 19 julio del 36: que venían los comunistas. Un mito que Herbert J. Southwood destruyó al detalle ya que, por aquel entonces, el movimiento comunista internacional había renunciado a cualquier proyecto revolucionario. De hecho, los célebres “procesos de Moscú” encajaban en los planes de Stalin en un doble sentido: de un lado exterminaba toda oposición “trotskista2, de otro demostraba a las potencias liberales que nadie, y menos que nadie los comunistas, querían la revolución.

Se desarrolló toda una puesta al día en el que el “bando nacional” trataba de confundir con los Aliados más anticomunistas, tratando de subrayar el carácter revolucionario del bando republicano, en definitiva buscando puntos de encuentros con el neoliberalismo que entendía a Franco como un “autoritario” y al comunismo como un “totalitarismo”… Una medida financiada pródigamente desde la FAES, con autores como Pío Moa y Stanley Payne y buena parte del imperio mediático que asumía una nueva historia oficial: la monárquica con una derecha (PP) y con una izquierda (PSOE). La finalidad central era reforzar una nueva derecha “sin complejos”, que no aceptaba ninguna “superioridad moral” de la izquierda con la ayuda de la rampante historiografía neoliberal. Se asienta en la equidistancia inherente a la nueva “historia oficial”. Desde esta la derecha “nacional” tuerce el bastón negando que la República fuese realmente una democracia, afirmando que resultó desbordada por el “totalitarismo” izquierdista en el que el PSOE (Largo Caballero), el “estalinismo” y la “extrema izquierda” se dan la mano.

Es la excusa del PP para no condenar el franquismo, antes –dicen- habría que condenar los de 1934, el 6 de Octubre catalán. Por cierto, una fecha que se convirtió en un ejemplo de “lo que no había que hacer” del catalanismo conservador según el cual Cataluña había sido “oasis” agredido por los extremos, una perspectiva que ha cambiado radicalmente con la irrupción de un proyecto republicano nacional y social catalán.
Este esquema ha sido asumido por una nada despreciable “intelligentzia” ex-izquierdista –la de los arrepentidos-  de la que Fernando Savater sería el ejemplo más claro que ha caído en el área de “superación de los odios” que predica Ciudadanos. Se trata de un revisionismo que la guerra, el franquismo y su herencia resulten olvidados, y de paso que los de la “Memoria histórica” acaben de “dejar de tocar los cojones” como proclamó el último directo de TVE en nombre del PP. Pero para nosotros la “batalla de la interpretación” sigue siendo la más importante y bajo ningún pretexto podemos permitir que el legado franquista sigue como el punto de partida de un conglomerado en cuyo vértice está la Casa Real.

Y uno de los primeros deberes del “nuevo régimen” fue contar con su propia “historia oficial”. Y lo primero que dejaba claro lo dijo precozmente el que había sido Octavio Paz en 1987: “al final de cuentas, la guerra civil la había ganado la monarquía”, una monarquía agradecido que tuvo un paréntesis con Franco que fue un “monarca absoluto” como ninguno.


Fuente →  kaosenlared.net

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