El fascismo en el siglo XXI
El fascismo en el siglo XXI
Gonzalo Sánchez del Pozo

A pesar de que como movimiento político el Fascismo surge como ideología en el periodo que media entre la primera y la segunda guerras mundiales, la realidad es que en este nuevo siglo esa ideología reverdece en el orbe occidental: desde Grecia hasta Italia, y desde los Estados Unidos de América hasta Brasil.

A pesar de que el término fascista debería estar más acotado, hoy en día se trata de un epíteto, casi siempre peyorativo, que cualquiera puede utilizar para calificar acción y pensamiento que no está de acuerdo con lo que nosotros hacemos o pensamos.

Como muestra un botón: solo haciendo un sucinto resumen de las veces que esta semana alguien ha llamado fascista a otra persona en los medios de comunicación, nos daremos cuenta de lo «elástico» del término.

Los vecinos de Alsasua llamaron fascistas a la comitiva de Ciudadanos que visitó el pueblo, Inés arrimada llamó fascistas a los participantes en el día del Orgullo Gay que le hicieron un escrache y el propio Mateo Salivini, dirigente de un partido posfascista, La Liga, a aquellos que le critican.


En sentido estricto



Pero nada mejor que acudir a fuentes contrastadas para saber que es verdaderamente el fascismo, una ideología, que a decir de Umberto Eco, siempre vuelve.

Con la llegada del verano, nos encontramos en los expositores de las librerías con algo más de una docena de títulos con los que podemos aprender que significa el fascismo en la historia de las ideas y del pensamiento.

La época histórica que nos ha tocado vivir viene que ni pintada para aprender la filosofía de un movimiento político que actualmente tiene tantos gobernantes adeptos en continente europeo.

En Europa campan sus por sus respetos movimientos políticos, algunos en el poder, afiliados a esa corriente de pensamiento que es el fascismo: el húngaro Viktor Orbán, el polaco Mateusz Morawiecki de Ley y Justica, o Matteo Salvini, de La Liga.

Benito Mussolini y su Partido Nacional Fascista



El que aparece reflejado en el libro M. Il figlio del secolo, una excelente biografía novelada sobre la vida del máximo representante del fascismo de entreguerras en Italia.

Son muchos, los intelectuales y escritores que encuentran inquietantes similitudes con la política de ese siglo XXI y lo que sucedió en Europa entre las dos guerras mundiales, esto es, el ascenso de los fascismos.


Parte de una trilogía, de la que faltan por escribir los otros dos volúmenes, quizás la mayor aportación de la saga es el que escribe la «historia» desde la perspectiva de los vencedores, que lo fueron hasta que los aliados los despusieron en la II Guerra Mundial.


Antonio Scurati ve los paralelismos



El escritor italiano, que ha logrado el prestigioso Premio Strega, y que ha tenido que documentarse a conciencia para escribir el libro ve inquietantes paralelismos entre aquella infausta época histórica y la política de la Italia contemporánea.

Si por algo se ha caracterizado la coalición electoral – que Matteo Salvini acaba de dinamitar – entre La Liga y el Movimiento 5 estrellas es una involución en derechos y libertades y una persecución atroz a la inmigración, tanto la legal como la ilegal.

Tanto en la época de Mussolini como la actual, ha habido populismo, que ha hallado como comburente el descontento de amplias capas de la población con el establishment político que ha gobernado Italia durante más de setenta años.

Si lo que aupó a Mussolini fue el fracaso de la socialdemocracia en Italia, la llegada de movimientos antipolíticos a la Italia del siglo XXI, como es el caso del Movimiento 5 estrellas, no es sino síntoma de un malestar.


Un cambio a nivel planetario



Pero este resurgir de movimientos políticos que o bien «beben» de las fuentes del fascismo o bien son formaciones directamente fascistas, y así se presentan sin ambages, se está «replicando» en los cinco continentes.

Todos estos movimientos políticos han surgido de un magma común: una inmigración que muchos califican como una invasión extranjera, unos parlamentos inoperantes a los que los ciudadanos perciben como corifeos de las grandes multinacionales y gran empresa.

Y además, una gran masa de trabajadores con poca formación que ven que se quedan sin empleo debido a que las grandes, y no tan grandes empresas, deslocalizan su producción en países donde los costes laborales son menores.

Quizás los dos principales ejemplos en lo que tienen que ver con el auge de los movimientos parafascistas sean Estados Unidos, con un fascismo de nuevo cuño, encarnado por Donald Trump o la subida al poder del exmilitar Jair Bolsonaro, en Brasil.

Hablando de fascismos, y de nuevo cuño en Estados Unidos, la que fuera Secretaria de Estado con Barack Obama, Madeleine Albright ha publicado, en Paidós, Fascismo, una advertencia, donde califica al fascismo como algo inherente a la política occidental y que ha adquirido diferentes caras a lo largo de la historia: Putin, Erdogan, Kim Jong-un…


El antifascismo, con buena parte de la culpa



El autor de M. Il figlio del secolo, también considera que, actualmente, en cierta parte el antifascismo tiene buena parte de la culpa en lo que se refiere al auge de los fascismos modernos.

Y eso debido a que en muchas ocasiones el apelativo fascista se ha utilizado de forma banal, esto es, calificando a cualquiera que no «comulgase» con las ideas progresistas con el apelativo, siempre despectivo de «fascista».


Un sumidero con la espita siempre abierta



Y una de las causas de que el fascismo se comporte como una hidra, esto es, cortas una cabeza y surgen otras tres, es que nadie le «ha puesto el cascabel al gato» es que nadie ha cerrado completamente ese capítulo histórico, como si ha pasado con el nazismo.

Abundando sobre ese tema, uno de los historiadores italianos que más sabe sobre fascismo, Emilio Gentile, publica ahora en Alianza, Quien es fascista, donde, entre otros interesantes temas, habla de la «sobreexplotación» del término.

El autor de l culto del littorio también reconoce la «sobreexplotación» del término, y que a lo largo de la historia se ha denominado como fascista a personajes históricos de las más variadas ideologías: De Mao a Stalin, y de Eisenhower hasta a Palmiro Togliatti, el que fuera omnipresente político comunista.

El término fascista como objeto de consumo



Tal como reconoce Gentile, de tanto usarlo, hablar de fascismo está ya banalizado, por lo que ya poco se puede aportar al estudio de ese concepto histórico.

Ante la pregunta de si el fascismo podría volver, Gentile responde afirmativamente, y no solo sobre el fascismo, sino también cuando se le pregunta por otros movimientos políticos preteridos, como podría ser el bonapartismo o el jacobinismo.

Para Gentile, el uso intensivo del término «fascista» para referirnos a un enorme conjunto de ideas y de comportamientos, tiene que ver con el hecho de que no es fácil catalogar categorías políticas nuevas.

Por ello, como término «cajón de sastre», la gente, muchas veces no muy ducha en teoría política e histórica, tiende a utilizar términos muy manidos, como es el caso de «fascismo».