Barcelona 1936: la Olimpiada Popular Antifascista que no pudo ser

Barcelona 1936: la Olimpiada Popular Antifascista que no pudo ser: Jaime NogueraEn 1936, Barcelona debía acoger la Olimpiada Popular, organizada como protesta en contra de los juegos racistas de Adolf Hitler, en Berlín. La propuesta, de espíritu internacionalista, solidario y feminista, gozó de un imprevisto éxito de convocatoria, pero sólo un día antes de que comenzasen la competición, Francisco Franco alzó en armas el Ejército de África contra el gobierno legítimo de la República, iniciando la Guerra Civil.

La ciudad condal no disfrutó de la competición de ping pong o pelota vasca ni de las actuaciones folklóricas previstas como el baile escocés o el canto tirolés. Empezaban los juegos del hambre.

Hitler se la lleva

Barcelona compitió para acoger los Juegos Olímpicos de 1936, pero la proclamación de la República en 1931 metió miedo a algunos participantes del Comité Olímpico. Frente a la opción de organizarlos en  Roma, Berlín, Budapest o la ciudad condal, la capital de Alemania fue la ciudad elegida. Dos años después, un Hitler victorioso en las elecciones germanas se encontró con el marrón de organizar este encuentro deportivo, pero finalmente él y los suyos optaron e sacarle todo el jugo, principalmente en forma de propaganda que blanquease su pardo régimen.

En cosa de un lustro desde su derrota en la selección para acoger el evento deportivo, Barcelona se convirtió, sin embargo, en el sitio adecuado para la organización de un acontecimiento en contra de las Olimpíadas de Berlín. La proclamación de las racistas leyes de Nüremberg (1935), que discriminaban a los judíos,  hicieron a hacer sonar voces en toda Europa que alimentaron el boicot a los Juegos oficiales, de los que muchos atletas se encontraban excluidos por cuestiones raciales


Una Olimpiada-protesta

Todo lo anterior llevó a la organización de una Olimpíada Popular de signo anti-fascista, aunque (en principio) sin tener ni un duro para hacerlo. Para conseguir los fondos necesarios, una especie de colecta solidaria para acoger a los atletas que, por cierto, se pagarían sus gastos de viaje a la capital catalana.

La respuesta internacional, como podemos leer en Agitación, fue un éxito total: inscribiéndose 6.000 atletas de 23 delegaciones diferentes. Y no solo nacionales, pues se apuntaron a la fiesta político- deportiva equipos de Cataluña, Euskadi y Galicia, además de España, e incluso de delegaciones sin nacionalidad entonces reconocida, como Argelia, que aún no era independiente, Palestina (bueno, estos siguen sin ser reconocidos), Alsacia y un equipo de judíos emigrados. Entre las delegaciones de otros Estados, destacaban Francia, con 1.500 atletas; Estados Unidos, Suiza, Inglaterra, etc. También esperaban competir atletas italianos y alemanes exiliados a causa de los regímenes fascistas instaurados en sus países.

Ante el éxito de la propuesta, llegó financiación oficial, por parte del gobierno de España y el de Francia. Los franceses, además de la de Barcelona, curiosamente subvencionaron también la participación gala en los Juegos nazis. La Generalitat de Cataluña, preocupada inicialmente con la mala imagen que podía darles el fracaso de la iniciativa, soltó la pela en el último momento.


Deportes y bailes populares

Dieciséis disciplinas deportivas estarían representadas. Además de las más conocidas (atletismo, fútbol o boxeo), habría enfrentamientos deportivos en ajedrez, ping-pong y pelota vasca.

Junto a las competiciones también estaban previstas manifestaciones folclóricas en la marco de la Semana Popular de Deportes y Folklore, para subrayar la dimensión cultural del encuentro entre distintos pueblos. Se previeron, entre otras, actuaciones de baile escocés, teatro popular suizo, un grupo folclórico de Marruecos y vibrantes exhibiciones tirolesas llegadas desde Austria.


Ellas participan

Se apostó de forma destacada por fomentar desde la organización la participación femenina en estos juegos, algo que fue conseguido de forma irregular. Hubo 100 atletas francesas  inscritas de un total de 1.500 deportistas de nuestro vecino del norte; sin embargo, cinco de cada seis deportistas de Canadá eran mujeres. Queda constancia también de la presencia femenina en los equipos de Argelia, Palestina y los judíos emigrados.


Llego el comandante y mandó parar

La inauguración de la Olimpíada iba a tener lugar el 19 de julio 1936 en el Teatre Grec,  con un concierto de la Orquesta de Pau Casals, dirigida por él mismo, y el Orfeó Gracienc.

La tarde anterior, el día 18, durante un ensayo en el Palau de la Música cuando estaban ensayando la Novena de Beethoven (la Oda a la Alegría, símbolo de la paz entre los pueblos), el conseller de Cultura aguó involuntariamente la fiesta al director de orquesta con la noticia de que el concierto y la Olimpiada quedaban suspendidos debido a un alzamiento militar.

Parece que Casals en ese momento dijo: “No sé cuándo nos volveremos a ver, por lo que propongo, antes de separarnos, toquemos la sinfonía”. Según describe  Valeria Giacomoni en  Enciclopédic, Casals recordaría que le fue difícil ver la partitura entre lágrimas, “dirigiendo un himno a la paz mientras en la calle empezaba una guerra fraticida que tanta sangre vertería”.


Atletas en medio de un golpe de estado

Una atleta belga dejó testimonio de aquel funesto día.

“Las calles están vacías bajo un sol abrasador […] en la Plaza del Comercio nos damos de bruces con las primeras barricadas […] cientos de metros más lejos vemos a unos sindicalistas armados […] las barricadas aparecen cada 100 metros. Todas las calles laterales están bloqueadas […] nos deslizamos a lo largo de las fachadas de las casas. Las balas silban a través de la plaza. Instintivamente doblamos la espalda y nos refugiamos en un portal […]. Vemos claramente cómo desde el campanario de una iglesia los francotiradores disparan por la espalda a los trabajadores que se encuentran tras las barricadas”.


En aquellas horas que acabaron con las esperanzas de tantos ciudadanos y tatas ciudadanas, incluidos los atletas una chica con mono obrero y fusil al hombro fue fotografiada en la terraza del hotel Colón, convirtiéndose sin saberlo en una imagen icónica de la Guerra Civil española. Era Marina Ginestà (1919-2014), deportista y militante socialista que en la época tenía 17 años. En una entrevista, contó a la agencia EFE qué sintio aquel día .

“Éramos tan ingenuos que pensábamos que el levantamiento militar era en contra de la Olimpiada Popular”.



Fuente → Strambotic

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