La baja calidad de la democracia española: la pervivencia de la cultura Franquista

La baja calidad de la democracia española: la pervivencia de la cultura Franquista

El drama de la democracia española es que nunca ha tenido una derecha democrática. El mejor ejemplo de esta realidad es que tanto el PP como C’s no tienen inconvenientes en aliarse con Vox, para parar a los que ellos llaman “los rojos y separatistas”, situación que es impensable que ocurriera en Francia o Alemania

La versión dominante de lo que fue la transición de la dictadura a la democracia, promovida por el establishment político-mediático español, es que esta fue resultado de un consenso democrático entre los herederos de los vencedores y de los vencidos en la Guerra Civil, dando como resultado el establecimiento de una democracia –guiada por la Constitución– homologable a cualquier otro régimen democrático existente en la Europa Occidental.

He criticado extensamente esta versión señalando que tal transición, lejos de ser modélica, fue resultado no de un consenso entre iguales sino fruto de una correlación de fuerzas enormemente desigual entre, por un lado, las fuerzas ultraconservadoras que dominaban el aparato del Estado y la gran mayoría de los medios de información y, por el otro, las fuerzas democráticas (lideradas por las izquierdas) que acababan de volver del exilio, salir de la prisión o dejar la clandestinidad. Ni que decir tiene que las movilizaciones sociales (y muy en particular las obreras) fueron determinantes para forzar el fin de la dictadura. Pero a nivel institucional, las izquierdas eran muy débiles: el resultado de aquella transición así lo ha mostrado.

Cuarenta años después de la transición, España continúa teniendo, entre otros muchos problemas, (1)  uno de los Estados del bienestar de la UE-15 (el grupo de países de semejante nivel de desarrollo dentro de la UE) menos financiados, es decir, con menos recursos para los servicios públicos del Estado del bienestar (como sanidad, educación, vivienda social, servicios sociales, escuelas de infancia -mal llamadas guarderías en España-, servicios domiciliarios y otros) y para transferencias públicas (como pensiones y ayudas familiares, entre otras); (2) un sistema electoral poco proporcional y escasamente representativo que ha discriminado y marginado a las fuerzas políticas que lideraron la resistencia durante la dictadura, y que ha favorecido a las zonas conservadoras a costa de las progresistas; (3) un profundo conservadurismo en muchos aparatos del Estado, como la judicatura; (4) una escasísima diversidad ideológica de los medios de comunicación (entre los cuales no hay ni un gran rotativo de izquierdas); y (5) un sistema educativo claramente sesgado que favorece la versión conservadora de la historia de España; (6) una permanencia del franquismo y sus símbolos: el dictador que dirigió uno de los regímenes más represivos y sanguinarios que hayan existido en Europa en el siglo XX (por cada asesinato político que cometió el régimen fascista de Mussolini, el régimen de Franco cometió 10.000, siendo España, después de Camboya, el país que tiene un mayor porcentaje de personas desaparecidas por causas políticas en el mundo) ha continuado gozando de un gran monumento de homenaje durante cuarenta años de democracia y (7) la Iglesia Católica continúa gozando de enormes privilegios, reproduciendo una cultura franquista muy extendida en muchos y grandes sectores de la población.

La cultura franquista continúa muy extendida entre las derechas españolas

Y (8) el debate político raramente se plantea en términos democráticos: el insulto, la grosería y la mala educación son características del debate político español, características mucho más acentuadas en los personajes de derechas que en los personajes de izquierdas. Vean ustedes La Sexta Noche, programa en el que los tertulianos de derecha sistemáticamente interrumpen e insultan a los tertulianos de izquierdas. Ni que decir tiene que en muchas ocasiones, las izquierdas, contaminadas de tal comportamiento, también interrumpen. Pero la práctica es mucho más común entre las derechas. Me sorprende que tal canal televisivo promueva este tipo de intercambios, pues da una imagen muy negativa del escaso nivel democrático de la política española. He vivido y trabajado a lo largo de mi dilatado exilio en varios países (Suecia, Reino Unido y EEUU) y en ninguno he visto un programa televisivo con tanta agresividad y mala leche iniciada en su mayoría por los tertulianos de derechas. ¡Ni en la Fox de EEUU! ¿No se dan cuenta, los productores de este programa, del enorme daño que hacen a la democracia española, presentando el llamado debate político como un espectáculo mediático tan poco edificante? Invito a los lectores de este artículo a que vean programas de esta naturaleza en países a los dos lados del Atlántico Norte y verán que no existe nada semejante. La falta de cultura democrática es abrumadora en España. Es casi imposible exponer un argumento frente a una persona de derechas sin ser interrumpido.

Las derechas reproducen la cultura franquista

No solo en su comportamiento sino también en su ideología, las derechas españolas, tanto las tradicionales como el PP y su escindida rama VOX, como las nuevas, Ciudadanos, reproducen elementos esenciales de tal cultura. En realidad, el drama de la democracia española es que nunca ha tenido una derecha democrática. El mejor ejemplo de esta realidad es que tanto el PP como C’s no tienen inconvenientes en aliarse con Vox, para parar a los que ellos llaman “los rojos y separatistas” (tal como decía el franquismo), situación que es impensable que ocurriera en Francia o Alemania (países que tuvieron regímenes nazis o cómplices del nazismo). Su ideología y visión de España no es distinta a la del franquismo. En realidad, VOX es una escisión del PP y muchos de los dirigentes de Ciudadanos fueron en su día militantes o simpatizantes del PP. Estos son los graves problemas raramente discutidos y denunciados en los medios. El dictador murió pero la cultura franquista continúa viva en España.

Vicenç Navarro es catedrático emérito de Ciencias Políticas y Políticas Públicas

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