La breve historia del gran periódico republicano de Barcelona
La breve historia del gran periódico republicano de Barcelona: Tras ocho décadas de silencio aparece la primera síntesis de la historia de El Diluvio, el periódico fundado en 1858 con vocación popular y que defendió un iderario republicano, federalista, laico y democrático hasta el fin de la guerra civil. Su historia fue sepultada por el franquismo e ignorada por la academia desde la recuperación de la democracia. El papel de El Diluvio durante la II República fue de un apoyo crítico al régimen y de defensa cerrada cuando se vio amenazado por la derecha reaccionaria. En esa etapa conoció una gran expansión al ser identificado con la República por el público popular de Barcelona y Cataluña, por lo que su tirada alcanzó los 150.000 ejemplares, sólo superada por La Vanguardia.

El Diluvio abría su portada cada día con el comentario editorial Crónica Diaria que redactaba su director, el periodista cubano Jaime Claramunt. Desde esa tribuna se defendió la candidatura de Francesc Macià y ERC en las elecciones municipales de 1931 por entender que se trataba de una apuesta federalista. Cuando falleció el líder catalanista se apostó por Lluís Companys, que representaba el ala más social y federalista del partido republicano.

El Diluvio era un periódico especialmente crítico con la administración más próxima al lector, ya fuera la municipal o la incipiente administración autonómica. Denunció el aumento de los impuestos a los ciudadanos de Barcelona para pagar el déficit de la exposición universal de 1929 recogiendo más de 30.000 firmas y se opuso al aumento de la tarifa de los tranvías en 1931.

Esta actitud de vigilacia ciudadana la había ejercido el periódico durante toda su existencia. El episodio más señalado fue la campaña que sostuvo contra el impuesto al consumo de gas doméstico que trató de imponer el Ayuntamiento de Barcelona en 1879. El periódico sufrió multas y suspensiones, pero su defensa del ciudadano acabó prevaleciendo.

Para superar las suspensiones, los administradores del periódico recurrían a la treta de cambiar el nombre de la cabecera para así continuar publicando. Para ello llegaban a acuerdos con periódicos menores de la ciudad, que les cedían su cabecera temporalmente. De hecho, el periódico se fundó con el nombre de El Telégrafo, luego mudó a La Imprenta y finalmente se quedó con El Diluvio. Por el camino se vistió con el ropaje de El Principado, Crónica de Cataluña o El Látigo.

El nombre de El Diluvio surgió del encontronazo con la justicia en 1879, cuando fue suspendido por la campaña contra el impuesto al gas. Entonces el director, José Laribal, propuso como nueva cabecera La Cortina, una broma pesada para el fiscal de imprenta, Mariano de la Cortina. De la discusión que siguió a la propuesta surgió la exclamación de Laribal ¡Pues el diluvio se armará! y ahí nació el nombre con el que se publicó el diario durante seis décadas más.

El Diluvio estuvo ligado a las luchas sociales de la ciudad, como el movimiento obrero que sufrió la represión oficial a fines del XIX por una cadena de atentados anarquistas. Centenares de trabajadores y líderes sindicales fueron apresados en lo que se conoció como proceso de Montjuic. Uno de ellos era Joan Montseny, que hizo llegar a El Diluvio unas cartas en las que denunciaba la situación de los presos con el pseudónimo de Federico Urales.

El diario también estuvo implicado en las luchas de los reclutas que se resistían a ser embarcados para participar en las guerras coloniales españolas. Un joven Jaime Claramunt fue perseguido por la policía y encarcelado por su activismo en favor de la independencia de Cuba en la Barcelona de fin de siglo.


El testimonio de Claramunt se recuperó en 2016 con la publicación de unas memorias redactadas en Cuba después de la guerra civil española. En ellas rememora su labor primero como redactor y más tarde como director de El Diluvio.

En el periódico destacaron también las colaboraciones de renombrados periodistas republicanos, como Roberto Castrovido y Antonio Zozaya. En la redacción barcelonesa de los años 30 se encontraba Ángel Samblancat, fiero luchador por los derechos sociales que pasó más tiempo en la cárcel que en la calle durante las décadas previas. También estaba Eduardo Sanjuan, que se distinguió por su combate en favor de los derechos humanos de los activistas que sufrieron cárcel durante la monarquía borbónica.

Fred Pujulà fue el jefe de redacción en los últimos años tras acumular un denso currículum como escritor, bohemio y participante en las vanguardias artísticas barcelonesas junto a Pablo Picasso, combatiente en la I Guerra Mundial y exiliado en París. Pujulà fue uno de los personajes del periódico que sufrió la cárcel franquista tras el fin de la guerra. Le acompañaron el editor, Manuel de Lasarte, y sus hijos, Juan y José. Manuel de Lasarte murió de una afección renal a los tres meses de ser encarcelado. Estaba casado con M. Ángeles Busquets, hermana de Manuel y Juan Busquets George, propietarios de la Sociedad Editora Universal que publicaba Heraldo de Madrid, El Liberal de Madrid, El Liberal de Sevilla, El Liberal de Murcia y El Defensor de Granada.

El texto que se enlaza al final de este artículo corresponde a una comunicación presentada en el seminario de Historia de Barcelona que organiza el Archivo Municipal, que tuvo lugar en otoño de 2017 y se acaba de publicar en la revista monográfica Barcelona Quaderns d’Història número 25. Esta síntesis forma parte de una investigación más amplia todavía en desarrollo pero viene a conformar una primera imagen de esta historia fundamental en el pasado de la prensa española.


Fuente → heraldodemadrid.net

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