¡Esos curas fascistas!


¡Esos curas fascistas!: Sí, las cosas han cambiado. Ni Trento ni el Vaticano II dan argumentos suficientes para apagar la ola de ira, de rabia y odio que ciertos curas tallados con patrones preconciliares y franquistas (o “nacionalcatolicistas”) saludan a su clientela. Primero da la bendición a los manifestantes, luego, cuando se da cuenta de que son rojos, comunistas, populistas y ateos, reciben lo que veis, una buena peineta (aunque con el dedo índice en vez del corazón) para suavizar los cánticos de los manifestantes: “el cuerpo de Franco, al fondo de un barranco”, “Canarias será la tumba del fascismo” o “fascismo legal, vergüenza nacional”, entre otros. Nuevos tiempos, nuevos saludos, nueva religión de un buen cura tallado con moldes del s. XV, fascista a más no poder. No os perdáis el vídeo que evidencia lo dicho, y que cierta parte de la iglesia (lo consiente el obispado) se resiste a cortar todos sus lazos con el franquismo 43 años después de la muerte del dictador. El hecho sucedió en la iglesia de San José de Santa Cruz de Tenerife.


Y mientras, en Madrid, la celebración tuvo su solemnidad habitual. En la puerta de la iglesia san Francisco de Borja, en el barrio de Salamanca, comienzan los gritos: “Franco, Franco, Franco”. También el Cara el Sol. Los brazos en alto. Gritos de “España ni roja ni rota”. Unos jóvenes tratan de levantar un cartel denunciando los crímenes del franquismo. Algunos asistentes intentan esconderlos. Los arrinconan. Y se lía. La policía interviene rápidamente.

El espectáculo vivido fuera se queda corto con lo sucedido dentro. Durante el sermón de la misa el sacerdote estuvo a la altura de los mejores tiempos del nacionalcatolicismo. Se refirió al dictador como “caudillo”, también como “uno de los mejores hijos de Cristo” y para rematar “como hijo excelso de la Iglesia”. Alabó el alma del dictador, su “cruzada de liberación”, su dedicación cristiana y también su obra, a la que calificó de “insuperable”. No citó para nada el cumplimiento del quinto mandamiento. Y comenzó a citar: las carreteras, la seguridad social, los pantanos, los pueblos, la clase media y hasta los bosques. El discurso no desmerecía en nada del que la Fundación Francisco Franco suele pasear por los lugares a los que le invitan. Pero ahora se lanzaba desde el púlpito. En el nombre de Dios invitaba a los presentes a “defender lo que debemos defender con la sonrisa imperturbable del caudillo”. Durante la llamada “consagración” el órgano entonó el Himno Nacional, y al finalizar la misa los asistentes aplaudieron la loa profranquista del sacerdote que, sin ningún escrúpulo, leía parte del testamento del dictador: “Pido a Dios que me acoja benigno a su presencia, pues es mi sentimiento morir como católico. En el nombre de Cristo me honra, que ha sido mi voluntad constante ser hijo fiel de la Iglesia”.

Terminada la misa el sacerdote pidió a los feligreses que se dieran la paz y los feligreses se la dieron. Una paz que, paradójicamente, Franco no concedió a millones de españoles. Ni siquiera una vez ganada la guerra. La lista es casi interminable: miles de asesinados y desaparecidos, bebés robados, trabajo esclavo… Pero esta historia no la contó el sacerdote de san Francisco de Borja.

NOTA FINAL: esta gente no se va a actualizar en el tema doctrinal porque no les conviene, pero sí, y así ha sido siempre, cuando se trata del tema económico. La Catedral de la Almudena ha instalado un ‘cepillo electrónico’, en colaboración con Banco Sabadell, a través del cual se pueden hacer donativos con tarjetas y móviles. Y en Valencia la basílica de la Virgen, también. En el tema de recaudar son únicos.

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