Por favor, no disparen sobre George Orwell

Recientemente el hispanista Paul Preston (1) ha publicado un artículo sobre el famoso libro Homenaje a Catalunya del escritor británico George Orwell. En el texto califica al autor como “un partisano arrogante que dice al lector lo que ha de pensar”, y se dice sobre el libro que está cargado de comentarios “ingenuos y engañosos”, por lo que se puede acusar a Orwell de “deshonestidad y de culpable ignorancia”.

Preston resucita así algunos viejos demonios de tiempos pasados pero al parecer bien vivos, en cuyo trasfondo se sitúa la concepción del bando republicano durante la Guerra de España como el escenario de un conflicto vivido a cara de perro entre dos posiciones irreductibles, que sucintamente pueden resumirse en las defendidas por quienes priorizaban ganar la guerra, de un lado, y aquellos que defendían el hacer la revolución ante todo, del otro. Cabría añadir que la falta de síntesis entre ambas posiciones sería uno de los factores responsables de la derrota final de todos.

Aunque exista una parte de verdad en todo eso hay que tener en cuenta que los hechos históricos son por naturaleza complejos, y que por tanto resulta difícil constreñir su interpretación en simplificaciones más o menos interesadas. Explicar los avatares y conflictos de la retaguardia republicana como un partido de fútbol ante el que necesariamente hay que elegir equipo al que apoyar, resulta dramáticamente infantil. La tendencia a alinearse sin sombra de duda bien con la posición del Gobierno republicano y el PCE, o bien con la de los anarquistas y el POUM (en el supuesto de que tales alineamientos hubieran existido tal cual y de modo inalterable durante toda la guerra), refleja más una identificación política previa nacida de un apriorismo ideológico que un afán por conocer la verdad de los hechos; algo fatal para un historiador, ya que condiciona su labor de modo inapelable.

A George Orwell se le viene considerando como el propagandista internacional de las tesis políticas del POUM, a la vez que un anticomunista visceral. Nada más lejos de la realidad. Orwell no sentía mucho respeto en general por las elaboraciones políticas de los españoles, incluidas las del POUM; a todas las critica ácidamente en Homenaje a Catalunya. Del POUM no admiraba Orwell ni a sus jefes ni mucho menos sus tesis políticas, sino la entrega absoluta de sus combatientes, esa disposición sin asomo de duda a matar y a morir por la causa de la revolución proletaria. Un error fenomenal y muy corriente es atribuir al POUM la condición de partido trostkysta (de hecho, fue condenado públicamente por el propio Trostsky), pero eso a Orwell le importaba un rábano. El escritor británico llegó a España a través del pequeño Partido Laborista Independiente (ILP, en sus siglas en inglés), una agrupación de socialistas de izquierdas británicos a los que Orwell se sentía más próximo que a otras formaciones políticas. Si aterrizó en las milicias del POUM fue precisamente porque el ILP era el partido referente del POUM en Gran Bretaña, y por tanto el encargado de enviar a España a aquellos británicos de izquierdas que no querían sumarse a las organizaciones comunistas de disciplina soviética.

Durante su más bien breve aunque intensa estancia en España, George Orwell pudo constatar el desbarajuste oceánico que imperaba en el mundo de las milicias que luchaban en el frente de Aragón (y en cualquier otro frente en ese período). Tampoco la retaguardia barcelonesa se libró de sus críticas. Al antiguo policía colonial que fue le debió espantar la desorganización y el panchovillismo de las columnas milicianas, y le molestaba sobremanera la absurda competencia y enemistad existente entre ellas, que llegaba al punto de negarse ayuda para repeler ataques de los fascistas. Pero el soñador utópico que era no podía menos que sentir admiración por aquellos locos maravillosos que se jugaban la piel por el futuro de la Humanidad en los secarrales aragoneses, atrincherados entre montones de latas de conserva vacías y excrementos humanos expuestos al sol de agosto (2), y que paralelamente, en Barcelona habían alumbrado una nueva organización de la sociedad que duró apenas un verano y un otoño, pero cuyo eco pervivirá durante muchos siglos.

Resulta especialmente injusto tachar a Orwell de anticomunista solo porque de regreso a Gran Bretaña se pusiera a denunciar el feo papel del comunismo estalinista en aquella historia, y sobre todo porque le alarmaba la penetración de sus servicios secretos en la estructura del Estado británico en los años cuarenta, algo que por cierto años más tarde corroborarían literariamente las novelas de John Le Carré, reflejo a su vez de aquel mundo sórdido y subterráneo que fue la Guerra Fría. Orwell alertó a personas de su confianza en los aparatos estatales británicos de como los estalinistas iban colocando peones en puestos claves de la maquinaria estatal. George Orwell, profundamente antiautoritario y antifascista, no podía soportar ver como aquella tela de araña se iba extendiendo sin que nadie hiciera nada al respecto.

Y en fin, se equivoca de plano Paul Preston al llamar a George Orwell “deshonesto”. Si algo fue Orwell hasta el final de sus días es por el contrario, profundamente honesto. Su sinceridad, a veces descarnada, a veces incluso un poco marciana, partía de su posición como observador de hechos y situaciones que a menudo le resultaban difícilmente inteligibles, siendo como era un británico arquetípico en su carácter y mentalidad. Pero de todo nos da cuenta no con ánimo de burla o de poner de relieve los errores y las carencias, sino desde la óptica de aquel a quien le duele y hasta le exaspera el que no se les ponga remedio. Por eso sus perplejidades de entonces ante la revolución española, que a menudo son las mismas que asaltan al hombre de hoy cuando lee o reflexiona sobre ese mismo asunto, son tan hermosamente brutales.

(1) Llums i ombres a Homenatge a Catalunya, Paul Preston, en Segle XX. Revista catalana d’Història, editada por la Universitat de Barcelona.

(2) Descripción literal contenida en Homenaje a Catalunya. Hay multitud de ediciones en castellano de este libro en diversas editoriales españolas.

Fuente → elobrero.es

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