Protoculos reales

Protoculos reales
Según las normas implícitas de “protoculo” real, la reverencia ante sus majestades es el gesto elegante, cordial y de señal de respeto que hay que mostrar ante tales personalidades, aunque no es obligatorio y no aparece recogido en ninguna ley de ningún país democrático, se sigue manteniendo como código de buenas prácticas. La reverencia o besamanos es una tradición de rancio abolengo donde los hombres agachan la cabeza y las mujeres hincan rodilla en tierra. Los aspavientos formales se han flexibilizado mucho en estos últimos tiempos en parte gracias a Juanca que, como es muy campechano, no pone objeción alguna en que la plebe se acerque y le arrimen sudor prosaico con dos chabacanos besos.

No son gente corriente. No se escriben líneas ni normas de vestimenta para saludar por la mañana al panadero del barrio. No se plantean recepciones reales ni premios con el nombre de la charcutera del supermercado. No se rellenan páginas y páginas de papel cuché con la boda de la prima de tu cuñada que ha hecho el convite en un campo en Chiclana, ni se venden llaveros y platos del enlace con su careto en grande en la tienda de souvenir de la esquina. No son gente corriente y moliente porque lo hemos permitido. Hemos perpetuado e idealizado la figura del rey, del príncipe y la princesa como cuando de pequeñas jugábamos a serlo, imaginando que nuestra vida cambiaría de un plumazo si un príncipe nos rescataba de una concupiscente vida de periodista moderna, para pasar a ser consorte de revista donde la meritocracia de tu carrera profesional se mide en trajes de Lorenzo Caprile.

Hemos normalizado estas figuras como parte de nuestra historia hasta el punto de que sólo son cuestionables cuando nos encontramos ante una familia corrupta y evasora que cuenta con el aval del Estado, cuando salen a la luz comisiones ilegales o propiedades ocultas en el extranjero, cuando la amnistía fiscal ya suena a cachondeo, cuando aparecen amantes que son un paraíso sexual y fiscal o cuando las cacerías de elefantes se resuelven con un “perdón, no volverá a ocurrir” (que esconde un: perdón, no me volveréis a pillar). El caso que Noos ocupa es que seguimos soportando las idas y venidas de un rey emérito y decrépito que se sostiene por la creencia ilusoria de que nos salvó de un golpe de Estado. Una Monarquía arreglada por el tito Paco que aún se mantiene con Felipito que es un chavalito muy formal, que habla inglés, que “no se mete en ná” y que no para de decirle a su padre que deje ya la Coralinna, que la franela griega es mejor y más confortable.

Monarquías endogámicas que heredan su complejidad intelectual y su apellido Borbón o “Bourbon”, como delata su origen francés, y es que destilando tal sobrenombre podemos deducir que si Juanca tenía siempre la nariz coloraita no era sólo de pasar frío esquiando en Baqueira. Discursos de Navidad, que inventó Franco, ​más aburridos que una dieta a base de apio y que tienen un mérito enorme, porque rellenar un espacio televisivo hablando y sin decir nada, es desde luego para darle el premio Príncipe de Asturias; más aún si tienes que competir con una atractiva e insuperable parrilla televisiva de Nochebuena llenita de neo vedettes del destape posmoderno. Reyes inviolables en sistemas jurídicos permisivos con manadas, no sujetos a responsabilidad alguna y con actos refrendados y justificados hasta el punto de parecer una pantomima histriónica propia de auténticos bufones de la corte. Prensa más ocupada en el acto infantil de una nieta que no quiere darle un beso a su abuela, que de sacar a la luz la corrupción más latente. Dinastías prehistóricas avaladas por una Constitución anacrónica donde el varón prima sobre la mujer y que por lides del destino tendrá que recaer sobre Leonor si no tiene un hermanito o muere antes la Corona.

Felipe, recuerda que fuiste proclamado en Cortes Generales, que prestaste juramento de desempeñar fielmente las funciones de guardar y hacer guardar la Constitución, las leyes y respetar los derechos de los ciudadanos y de las Comunidades Autónomas. Por vergüenza torera: VETE.

No temo la multa Felipe y te explico el porqué. Nuestro pueblo, y digo nuestro porque tú no eres de pueblo Felipe, no cuenta con la misma libertad de expresión ante cualquiera que ante una jugosa Corona cada vez más criticable como la tuya. Cuando os cuestionamos nos puede caer prisión además de una multa considerable, a través de la justificación de un delito que, según el legislador, conlleva un efecto lesivo para toda la sociedad ya que la Corona es la más alta institución del Estado. Un delito que no protege al rey como individuo o persona con un honor y unos sentimientos, sino que pretende proteger a toda la sociedad en tanto que está representada por la jefatura del Estado. Fíjate tú qué manera más retorcida de darle la vuelta, es como cuando nos daban un babuchazo y nos decían: “es por tu bien” o “esto me duele más a mí que a ti”. Un tipo penal que os otorga una protección especial, otro privilegio más para el bote, haciendo que injuriar o calumniar a la monarquía tenga un castigo más elevado que hacerlo a cualquier otro ciudadano o ciudadana de a pie.

¿Y sabes por qué no me da miedo la sanción Felipito? A parte de que no incurro en injuria ni falsedad alguna, es porque creo firmemente que limitar la libertad de crítica de la ciudadanía no es un acto de mera formalidad legislativa, creo que es un acto bastante madurado y orquestado para limitar la capacidad de replantearse una institución medieval que cuesta más dinero que satisfacciones ofrece. Cierto es que no todas las críticas a la Corona son delito, concretamente, lo que están castigando los tribunales son aquellas ofensas que se consideran gratuitas o innecesarias para la crítica que se quiere realizar y que, por tanto, vulneran el honor y la dignidad de la Corona; como considero absolutamente necesario replantear paradigmas obsoletos para que podamos avanzar como sociedad, pues ahí que me la juego.

No es un delito de odio Felipe, yo no te odio, como mucho te tengo coraje. Tengo coraje de que lleguéis a fin de mes sin problema a costa de nuestra precariedad, de que en vez de dos niñas que deberían estar llenas de churretes jugando en el parque del barrio hayas educado a dos cíborgs que sólo se mueven cuando les das al play, tengo coraje de que tu hermana se haga la tonta ante los tejemanejes de su marido que también goza de beneficios penitenciarios creados para él, me da coraje de que el nuevo presidente del gobierno os siga pasando la mano al igual que lo hace una benévola o temerosa prensa que obvia vuestros oscuros contubernios, en definitiva me da coraje que nos toméis por imbéciles. Si las normas de protoculo son absurdas, sí que entiendo ahora una que dice: “al rey se le saluda con las manos vacías”, esta norma la cumplimos a raja tabla Felipe, porque nos lo estáis quitando todo.

Fuente de la noticia → eltercerpuente.com/